CAPÍTULO FINAL

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Lolita Ayala, periodista: Estamos en vivo y son las siete de la mañana diecinueve minitos con cuarenta y dos segundos, tiempo del centro de México, sigue temblando un poquitito, pero pues vamos a tomarlo con una gran tranquilidad, vamos a esperar un segundo para poder hablar.

Nanhope: Para los que trabajamos en televisión, está imagen se llama irse a negros, para la Ciudad de México, esa mañana del 19 de septiembre de 1985, ésta imagen marcaba el comienzo de una gran tragedia de la historia de nuestra capital.

Lolita Ayala: Nunca imaginamos lo que pasaría, al principio pensamos que lo más importante era estar a cuadro en ese momento, también era mantener la calma para poder hablar y calmar a quiénes nos hicieron el favor de vernos, de pronto arreció y tuvimos la necesidad de detenernos y levantarnos de este escritorio, y cuando cobramos conciencia porque se queda uno en blanco, eran segundos que podían costar la vida, pero que parecían entrenos.

Nanhope: Piedra por piedraa, techo por techo, ventana por ventana, hombre por hombre, si alguien hubiera podido ver aquello desde el aire, hubiera marcado en el mapa de la ciudad, nuevas heridas, caía el Hospital General, caia el hotel Regis y se incendiaba, en Tlatelolco caía el edificio Nuevo León, caía el multifamiliar 1-A del edificio Juárez, caía sobre la avenida Chapultepec , un edificio de la revista Siempre, caía la secundaria #3 Héroes de Chapultepec, caía el Conalep en avenida Juárez e Iturbide, más de trescientos edificios totalmente destruimos, más de setecientos a punto de ser solo ruinas, cientos más de construcciones que no podían mantenerse ya en pie, una fuerza brutal e incontrolable, ciega e impredecible, había tocado los cimientos de la ciudad.

Allá en Chapultepec, donde las torres, se cayeron tres edificios, por el frente, los cinco pisos que daban dirección a nuestra casa Televisa, Chapultepec 18.

Minutos antes de que comenzara temblar José estaba entre los brazos de su pareja bailando en medio de la sala de su departamento, Miguel Ángel salió vivo de milagro, porque él salió de su departamento a las cinco de la mañana para irse a trabajar ...

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Minutos antes de que comenzara temblar José estaba entre los brazos de su pareja bailando en medio de la sala de su departamento, Miguel Ángel salió vivo de milagro, porque él salió de su departamento a las cinco de la mañana para irse a trabajar y abordó el metro, una de las edificaciones más fuertes de toda la ciudad y que si resisten este tipo de eventos.

De repente, Juan Carlos apretó fuertemente a su pareja entre sus brazos, cuando sintió como si un camión pesado estuviera pasando por ahí, sintieron cuando se siembró el suelo y después los tres movimientos distintos, trepilatorio, oscilatorio y el último muy similar al oleaje de las olas del mar.

—¿Qué está pasando?—dijo José asustado, jamás habían sentido algo así, era pánico y terror.

—no lo sé, pero tenemos que salir de aquí—dijo tranquilo, pesar de la situación tratando de darle un poco de paz a su amor.

Los jóvenes de 19 y 22 años de edad, se tomaron de las manos y a penas dieron tres paso el edificio Nuevo León se vino abajo enterrandolos entre los escombros, junto a otras personas de pisos diferentes.
Una biga cayó encima de Juan Carlos, quien protegía con su propio cuerpo a José quien estaba abajo de él.

Los días pasaban y pasaban y no los encontraban.

—m-mi amor... t-te amo—dijo Juan Carlos a penas con un hilo de voz.

—n-no, n-no hagas eso, no te despidas, van a encontrarnos, lo sé—decía llorando porque muy dentro de él, sabia que eso no seria posible.

—p-prométeme, que si hay... u-una vida, d-después de e-esta, me vas a encontrar, promételo.

—t-te lo prometo, t-te encontraré, l-lo sé.

Juan Carlos le dió un último beso de amor en los labios y con un te amo, suspiró y dejó de respirar, días después por falta de oxígeno, José Antonio falleció también.

Los cuerpos fueron encontrados semanas después, uno encima del otro abrazados, para no separarlos, sus padres y sus hermanos decidieron cremar sus restos y meterlos en una urna, quizás así lo hubiera querido.

Juan Carlos Caballero Mistral y José Antonio Reyes Robles, se amaron como nadie, se entendían como a nadie y se sabían leer uno al otro, José aún tenía en su muñeca izquierda la esclava de oro que Juan Carlos le regaló cuando fue a presentarse a su casa, cumplieron su promesa de estar juntos hasta que la muerte los separó.

Está historia es en honor a mi primo José Antonio Ruiz García y Juan Carlos Cienfuegos Sifuentes.

Y también a todas aquellas personas que murieron en ese lamentablemente momento que marcó generación tras generación y que hoy se conmemora en su honor.

Treinta y dos años después, ese mismo día pero a las 13:15 Tiempo de la Ciudad de México, 19 de septiembre del 2017, volvió a temblar con la misma intensidad pero con el epicentro distinto, fueron Puebla y Morelos los protagonistas de ese terremoto a treinta y dos años de la muerte de José y Juan.

A mí también me duele escribir esto, porque a mí me hubiera gustado conocer a mi primo y ahora no se cómo hacerle saber que si estuvieran vivos ahora, ellos podrían haber terminado sus carreras, ahora José Antonio tendría 52 años y Juan Carlos 54, ahora en este tiempo si hubieran podido casarse.

✨ F I N ✨

QUE EN PAZ DESCANSEN.

🇲🇽 MÉXICO 1985: KOOKMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora