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El aire se tornaba pesado en mis pulmones y las ramas partidas en el suelo perforaban mis descalzos pies como dardos helados

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El aire se tornaba pesado en mis pulmones y las ramas partidas en el suelo perforaban mis descalzos pies como dardos helados. Un tormento de pensamientos negativos invadía mi mente con cada segundo que transcurría en aquel sitio. Y lo único que pasaba por mi mente era: ¿podré sobrevivir? Intento mirar rápidamente hacia atrás a ver si se detuvo, pero no fue así; seguía corriendo sin control para alcanzarme, llevándose todo a su paso como si los enormes árboles fuesen solo frágiles ramas que partía con facilidad. No me quedaba más remedio que rezar por no tropezar con alguna raíz, ya que, si caía, sería mi fin.

Después de algunos metros, mi visión comenzó a nublarse por la falta de oxígeno y, para empeorar la situación, una pared de rosas rojas muy espesa bloqueaba todo el camino como una enorme muralla. Al verla, enseguida me detengo; no tenía por dónde huir y la bestia seguía acercándose cada vez más. Una rabia invadía mi cuerpo, acompañada de un inmenso miedo; la bestia se detiene justo antes de llegar y no me deja ver su rostro.

Siento cómo el suelo debajo de mis pies cruje y unas enredaderas me atrapan por los tobillos, dejándome inmóvil.

—¡Ay, Eliza! Cuánto tiempo —en seguida reconozco la voz susurradora y escalofriante que menciona mi nombre.

—¿Qué quieres de mí? 

Sin darme cuenta, las rosas me enredan las muñecas y la cintura, apretándome fuertemente.

—Solo quiero jugar un rato —responde mientras se acerca lentamente, pero aun así no llego a ver su rostro, ya que una rara niebla lo cubría.

—Esto no es nada divertido —menciono adolorida; las espinas de las rosas me estaban perforando la piel y mi vestido blanco se tornó rojo por las manchas de sangre que no paraban de gotear de mis muñecas.

—Para mí sí es divertido —comenta tocando mi rostro con su mano.

—¡Te dije que me dejaras! —siento cómo algo dentro de mí estalla y una fuerte onda proveniente de mí rompe todo a su paso, lanzando a la bestia lejos de mi alcance.

En seguida, me da un fuerte dolor de cabeza y mi visión se nubla por completo, haciendo que me desmaye. 
—Eliza —escucho una voz lejana que me llama— Eliza —repite nuevamente. 

—¿Qué quieres de mí? —pregunto aturdida.

Siento que me muevo de un lado hacia el otro, pero no tenía dominio de mi cuerpo. De repente, algo me golpea el brazo y eso logra que reaccione.

—¿Estás bien? —pregunta el chico preocupado.

—Estaba soñando, ¿no es así? —el dolor de cabeza se intensificaba y percibo que mi nariz estaba goteando. En seguida, miro hacia abajo y veo que estaba sangrando.

—Ten —me entrega una toalla—. ¿Qué fue lo que pasó en el sueño exactamente?

Le explico lo que había ocurrido con todos los detalles y él solo se limita a contestar: —Eres fuerte—. Esperaba que me diera algunos consejos para mejorar mis habilidades o algo, pero no me dijo nada. No quería sonar pesada con la insistencia, por lo que me reservé todas mis preguntas.

Antes de irme a dormir, me estuvo explicando que como unión no podía defenderme directamente; solo podría emplear su poder para apoyarme a entrenar mis habilidades y a cumplir mis misiones. Pero si, por alguna casualidad, me encontraba al borde de la muerte, él no podría impedirlo. Desde el principio pensé que sería mi protector, pero una vez que me explicó las normas, me di cuenta de que debía valerme por mí misma.

El demonio estaba resultando cada vez más peligroso; ya no se conformaba con solo atormentarme de día, sino que también lo hacía mientras dormía. Pero eso no iba a detenerme; debía aprender a usar mis poderes para poder defenderme. No entendía cómo, si según me dijeron tengo un poder tan grande, con una simple onda me desmayé y quedé inconsciente.

—Vamos a la biblioteca —le digo poniéndome de pie.

—¿A qué vamos a ir a ese sitio? —pregunta confundido.

—Trabajo en la biblioteca durante el día, aunque pensándolo bien, creo que es mejor que te quedes aquí —señalo al ver que no lo podía llevar conmigo; después de todo, no sabía ni leer.

—No puedo dejarte sola —reclama, haciendo un puchero.

—No te preocupes, la biblioteca es un lugar seguro. Además, no creo que el demonio aparezca en un lugar con tanta gente.

—Bueno, eso sí es verdad —se sienta en el sofá un poco más relajado—. Así me mantengo un tiempo alejado de la gente.

Me sorprendía su cambio de humor tan repentino; en un segundo puede ponerse histérico y a los cinco segundos se relaja como si nada hubiese pasado.

Dudaba que el demonio se manifestara en la biblioteca. En todas las puertas había candelabros y cada muro estaba protegido por una gárgola de piedra. Pasaron alrededor de cuarenta minutos antes de que saliera de la casa y me pusiera en camino hacia la biblioteca. No podía negar que regresar a ese lugar me traería recuerdos, ya que Ana trabajaba allí también; pasábamos todo el día juntas ordenando libros y realizando nuestras tareas, por lo que era inevitable que mi mente se llenara de recuerdos.

—Hola, Eliza —saluda el custodio de la entrada en cuanto me vio a lo lejos. 

—Hola, Erik. ¿Cómo has estado? —respondo a su saludo con una cálida sonrisa.

—Lamento mucho lo de Ana. Me imagino que debes estar pasando por un mal momento; en verdad lo siento —al terminar de decir aquellas palabras, me envuelve entre sus enormes brazos para darme su más sincero pésame. 

Erik es un chico súper tierno, comprensivo y siempre se hace presente con su enorme amabilidad. A diferencia de mí, siempre tiene una sonrisa bailando en sus gruesos labios.

—Muchísimas gracias, Erik; eres un amor de persona —le agradezco de todo corazón por su gesto tan bello.

Una vez que cruzamos un par de palabras, entro a la biblioteca, donde me informan que había entrado un nuevo empleado en el lugar de Ana. Eso me causó un poco de enojo, no lo voy a negar; tan solo había pasado un día con algunas horas y ya habían encontrado su reemplazo. Una vez que entro, un chico choca conmigo a toda velocidad y me tumba al suelo.

—¿Podrías tener más cuidado? —pregunto enojada.

—Lo lamento, soy un torpe; cuánto lo lamento —responde apenado, con su mano extendida para ayudarme a levantarme.

Vi sus enormes gafas en el suelo y las tomo en mis manos.

—Gracias, puedo levantarme sola —comento, rechazando su ayuda. 
Le entrego sus gafas y él me mira fijamente con sus hermosos ojos color miel.

—Me presento: soy Dany, el nuevo empleado de la biblioteca —menciona, colocándose sus espejuelos—. Perdóname por lo del accidente; espero que podamos ser amigos a pesar de lo ocurrido.

Sé que no era motivo para enojarme con el pobre chico, pero al pensar que era el reemplazo de Ana, no podía negar lo que sentía.

Sé que no era motivo para enojarme con el pobre chico, pero al pensar que era el reemplazo de Ana, no podía negar lo que sentía

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Herencia de muerte y sangre carmesí †El arco de la noche†Donde viven las historias. Descúbrelo ahora