§ Los hermanos Salvatore §

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Danielle
Mystic Falls, 1864.

Observo el amanecer por mi ventana mientras Astrid y Clara, mis damas de compañia, comienzan a ponerme el corsé.  Me sostengo de mi cama mientras ambas tiran de los cordones, apretando justo lo suficiente para acentuar mi figura. Me ayudan a ponerme el vestido del día, un hermoso traje de seda color lavanda que mi padre encargó especialmente para esta ocasión.

—¿Está emocionada por la visita del día de hoy, señorita?— Clara me sonríe a través del espejo a la vez que peina mi cabello, recogiendo algunos de mis mechones ondulados para formar un lindo recogido.

—Es bueno tener a alguien nuevo con quien pasar el día que no sea solo Stefan y mi padre— sonreí levemente mientras quitaba la pintura verde de mis uñas— Siento que es lo que necesitabamos, más con la partida de Damon.

Hoy recibiríamos a la señorita Pierce, mi padre nos había contado sobre su trágica historia familiar y como era nuestro deber caritativo recibirla en nuestra casa de huespedes y protegerla como un miembro de nuestra familia. Por primera vez, estuve totalmente de acuerdo con él.

—Verá que usted y la señorita Pierce se harán muy buenas amigas— aprieta mi hombro con cariño antes de seguir con su tarea.

Una vez lista, bajé las escaleras y me uní a Stefan en el pórtico. Él me sonrió, y ambos nos volvimos hacia el camino cuando oímos el sonido de ruedas sobre la grava. Por fin tendría compañía femenina en la casa.

El carruaje se detuvo frente a nosotros, y un hombre de cabello castaño claro y ojos verdes intensos descendió primero. Su vestimenta era clásica y elegante, y con un gesto cortés, abrió la puerta del carruaje, permitiendo que dos doncellas bajaran antes que nuestra invitada.

Ella era una visión de belleza impactante, con cabello oscuro que contrastaba con sus ojos. Se acercó a nosotros con una sonrisa a la vez que caminabamos hacia ella.

—Usted debe ser la señorita Pierce— Stefan le sonrío mientras tomaba su mano para besar su dorso.

—Por favor, llámeme Katherine.

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Trate de concentrarme en mi lienzo en blanco, con la esperanza de capturar la serenidad del jardín en mi pintura. Astrid, estaba a mi lado, acomodando cuidadosamente mis brochas.

—¿Se siente bien, señorita Danielle?

—Si— miento antes de comenzar a mezclar pintura en mi paleta, logre concentrarme unos minutos hasta que mi atención se desvió hacia mi costado, donde pude ver al señor Montclair en el establo. Su camisa estaba abierta, dejando al descubierto su torso, mientras cepillaba a los caballos.

Intenté concentrarme en mi trabajo, pero mis ojos se desviaban constantemente hacia él. Había algo hipnótico en su presencia, una combinación de fuerza y delicadeza que me resultaba irresistible. Cada vez que miraba hacia el lienzo, el rostro de Montclair aparecía en mi mente, haciéndome perder el hilo de mis pinceladas.

De repente, el sonido de risas y gritos me devolvió a la realidad. Mis hermanos salieron corriendo de la casa, persiguiendo un balón con entusiasmo desenfrenado.

—Espera, ¿dónde aprendiste el juego?— le pregunta Stefan a Damon mientras corren a mi alrededor por todo el jardín, lanzandose el balón.

—En un campo en Atlanta, un oficial lo aprendió en Harvard— le explica con una sonrisa en su rostro antes de lanzarle nuevamente el balón.

—Cuidado— sonrío al ver lo cerca qué pasa de nosotras.

—Danielle nos matará si estropeamos sus lienzos— se burla Stefan cuando atrapa el balón.

The Originals: "Danielle Salvatore" [1] Klaus Mikaelson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora