Capítulo 4: Los doce cuentos (Zacarías)

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Doce cuentos fueron escritos para hablar de la muerte, pero él los usó para matar.
Había pasado una semana desde aquél día en que Six Flags divirtió a los chicos, conforme pasaron los días el frío azotó más al colegio, el invierno estaba inevitablemente cerca, y a pesar de ser octubre las lluvias de la tarde removían la tierra del colegio. El avance de tareas y el hecho de estar a la mitad del semestre los mantuvo un poco alejados de su investigación, tanto qué Zacarías pensaba que habían perdido el avance que llevaban. Había hablado unos días antes con Diana y ella le comentó que había encontrado algo en el libro de Extraños peregrinos: doce cuentos, pero contrario a su amiga él no entendía qué era lo interesante del libro, le gustaban las historias y habían comenzado a leerlo gracias a ello, su libro extrañamente olía a limón, pero pensó que quizá alguién antes de él con pésimos hábitos de lectura lo había manchado o algo por el estilo.
Aquel fin de semana fue demasiado pesado en casa, sus papás de nuevo presionaron con lo de ser doctor, pero por más que trataba no sentía ni una sola conexión con esa carrera, pero aquella ocasión pensó que quizá los adultos carecían de empatía, en particular su madre había evitado un par de veces el nombre de Emily, lo cual enfureció bastante a Zacarías, puesto que le recordaban constantemente que debía centrarse en estudiar y no en cosas que lo hicieran perder el tiempo. Estar en casa era una de las cosas que con el tiempo en el colegio había dejado de amar, y es que nuestro hogar se vuelve el lugar donde somos felices, ¿por qué habríamos de llamar hogar a donde sufrimos?
Volver a la escuela el lunes fue mucho más interesante, llegó desde muy temprano para poder ordenar sus cosas y dormir, pues Diego le había dicho que iba un poco tarde, Zacarías entró al colegio y después de poner sus cosas en orden se dispuso a tomar una siesta pero esto no resultó como lo pensó. Se iba a acostar cuando su mochila se rasgó y sus cosas de papelería cayeron al suelo, unas cosas rodaron hasta debajo de la cama de Diego, el chico se agachó para sacar de ahí un pegamento adhesivo. Sus dedos rozaron una superficie lisa y fría, Zacarías se asombró al sentir esto, de nuevo se agachó, esta vez con la luz de su celular encendida, vió cerca de sus dedos dos navajas y las tomó con miedo, las acercó a su vista y notó que tenían un ligero tono carmesí, el miedo lo embargó y quedó absorto por lo que acababa de descubrir, pero en ese instante la puerta del dormitorio se abrió, y él se agachó lo más pronto que pudo.
- ¿Qué haces, amor? - saludó Diego, quien palideció un poco al verlo cerca de su cama.
- Mi mochila se ha roto y se me cayeron algunas cosas... - nervioso respondió Zacarías pues trataba de ocultar las navajas en la bolsa de su sudadera, y aún más nervioso al ver como Diego soltó sus cosas para acercarse a él.
- Yo te ayudo... - Diego se veía muy nervioso.
- Sí... sí... - Zacarías habló en un susurro y se miraron a los ojos, pero esta vez los cálidos ojos de Diego abandonaron su mirada, Zacarías se entristeció al ver esta reacción, no sabía cómo actuar al respecto.
- ¿Tienes algo? - dijo Diego dándole el pegamento, pero aún desviando la mirada, incluso antes de obtener respuesta se puso de pie dirigiéndose hacía sus cosas.
- No... no, amor - Zacarías quería actuar normal pero ahora no sabía ni que pensar, si bien era cierto había visto a Diego sin sudadera, nunca le había visto los brazos pues acostumbraba a llevar mangas y ahora sabía porqué, ¿acaso Diego no confiaba en él? o ¿él era la causa? ¿desde hacía cuánto lo hacía? ¿Cómo demonios no se dió cuenta? y lo más preocupante aún ¿lo había hecho mientras él dormía?
- Bien... - Diego puso muy rápido y en silencio sus cosas dentro de su mueble, tomó su mochila y sin ver a Zacarías se dirigió a la puerta, Zacarías comenzaba a sentir furia, pero no dejó que eso ganara así que dijo lo único que tal vez podría ayudar.
- Diego...
- Zack...
- Te amo... y mucho...
- Yo más...
...
Durante la primera clase prefirió no pensar en ello, pero el sentimiento de extrañeza lo invadía, necesitaba hablar con alguién pero antes de poder hablar del tema prefirió hablarlo con un adulto, al terminar la clase de Salud se despidió de Emily y le dijo que la vería en Cálculo, se acercó a la profesora que estaba al final de salón guardando sus cosas.
- Dzayn, qué gusto ¿necesita algo? - dijo la profesora Lucina.
- Disculpe profesora, pero ¿por qué la gente se autolesiona? - dijo esto con una voz que se quebró aún más cuando queriendo evadir la vista de la profesora miró su teléfono y había un mensaje de Diego que decía "Perdona, nos vemos en el almuerzo ¿sí? te amo 💖".
- Soy médica general, Zacarías, no puedo hablarte de salud mental, no tanto como yo quisiera, ¿te has hecho daño? - dijo la amable Lucina.
- No... yo no... pero alguién a quien amo sí... - la voz y ojos de Zacarías divagaron aún más, un escalofriante miedo recorrió su cuerpo... ¿estaba perdiendo a Diego?
- Zacarías... desconozco tu situación y no como médica sino como una persona extraña te diría, que una de las mejores maneras de ayudar es hablar de la situación... y si la persona no quiere hablarla demostrarle que estás ahí para él... en ocasiones las personas solo necesitamos un buen abrazo para poder seguir adelante... lo sé por basta experiencia... ahora ve a clase anda se te hará tarde - la maestra lo acompañó a la puerta, pero él no tenía ni una sola gota de interés en ir a Cálculo.
Zacarías fue al patio que había entre el edificio K y J, se sentó ahí... entonces pensó en la salud mental, él jamás le había tomado importancia, siendo honestos tampoco había nunca hablado de ello, se había sentido molesto con que Diego callara, pero tampoco creyó justo ese enojo... Pero ¿por qué no contarle? todo esto le caía demasiado mal, tenía mucho que pensar cuando la voz de una persona lo distrajo.
- Si no estoy mal deberías estar en clase... - la voz era la de Rubén Villanueva.
- Profesor... yo... - miró a los ojos del profesor, y entonces miró bondad y comprensión.
- Tú...
- Yo... no me siento bien... quiero decir no es directamente sobre mí pero es sobre alguien a quién amo... - Zacarías miraba al suelo en ese momento.
- ¿puedo? - dijo el anciano profesor y de una manera más ágil de lo que Zacarías se pudo imaginar el profesor se sentó a su lado, se veía chistoso un hombre tan grande sentado en el suelo cruzado de piernas y con túnica negra.
- Pues yo creo, que entonces sí te pasa algo... lo que le pasa a nuestros seres amados nos pasa a nosotros, y no por el "deber ser", sino porque amar es una decisión y si amamos entonces estamos dispuestos a estar ahí - dijo el profesor mirando los árboles que se sacudían violentamente aquella mañana, pues las enormes nubes de lluvia ya rondaban en el cielo.
- Es hermoso, ¿no lo cree? - dijo Zacarías mirando como el cielo se tornaba gris y de un pálido azul.
- En ocasiones, sin embargo, lo considero uno de los mejores maestros - repuso el profesor.
- ¿en qué ocasiones?
- Verás el cielo es quizá la mejor representación de la vida, jamás es idéntico al día anterior, cambia de maneras tajantes y sorprendentes, nos muestra bellos atardeceres así como nos trae peligrosas tormentas. Con su ayuda comprendemos que aun cuando nos muestra sus más oscuros y desalentadores grises podemos sonreír, en ocasiones aunque el viento empuje fuerte debemos persistir, y en muchos otros casos aunque el sol está radiante no todos disfrutarán su cálida presencia... con ello nos enseña a vivir.
Las palabras del maestro rondaron por la mente de Zacarías, estaba sorprendido de cómo sus palabras lo acercaban al alivio, él le era completamente leal a su amiga Emily, pero si eran honestos el director a él no le había hecho nunca nada y parecía querer ayudarlo, al menos ahora sabía que podía confiar en él, un poquito.
- No entiendo ¿por qué está así? - Zacarías dijo esto y una lágrima se escurrió por sus ojos.
- Ni lo entenderás, no eres tú quién lo vive, puedes ayudar pero no intentar solucionarlo, ¿me puedes contar qué es? - El profesor puso una mano en el hombro del chico.
- No... por ahora no, profesor... ¿me podría solo hacer compañía un rato? - Zacarías cerró los ojos y miró a sus hermanos al cerrar los párpados.
- Ellos te amaban... y estoy seguro que de poder estar aquí te estarían brindado su apoyo... - la voz del profesor esta vez le perforó el corazón como una potente bala, y no pudo contener el llanto, pues con esa frase afirmó algo y es que Zacarías Dzayn temía a la muerte.
...
- ¿ Dónde habías estado? - dijo la voz de Ariadna.
- No... tenía ganas de pelear con el viejo... - dijo Zacarías.
- Ví a Diego, se ve extraño parecía molesto, me saludó cuando salí al baño pero se fue, ¿está todo bien? - dijo Ariadna acercándose un poco, pues Emily y Diana estaban lejos comprando en la barra del M.
- Me temo que no... no sé... - dijo Zacarías y Ariadna esta vez lo abrazó.
- Puedes hablar conmigo si lo necesitas, en realidad con todas, pero creo que si quieres algo más personal me ofrezco para escucharte - los rizos de Ariadna reposaban en los dedos de Zacarías, pues aún se estaban abrazando.
- Me gustaría mucho... pero ¿les molestará? - dijo Zacarías señalándolas mientras sus ojos se inundaban de agua.
- Lo dudo mucho, espera aquí - Ariadna fue con Diana le habló al oído y Zacarías miró como Diana se volteo a verlo, su mirada era comprensiva y transmitía la paz que solo Diana podía transmitir. Después vió como asintió, y entonces él y Ariadna salieron en dirección a las canchas.
- ¿Ya me puedes contar? - dijo Ariadna.
- ¿Qué sabes del suicidio...?
- No mucho... creo que es algo muy grave... ¿tú qué sabes de él?
- Que lo hacen las personas que pierden todo lo que las hace felices...
Ambos callaron ante la respuesta de Zacarías.
- ¿Tú...? - dijo Ariadna.
- Él - dijo Zacarías.
- Encontré unas navajas debajo de su cama... y no sé qué pensar de ello.
- Tú opinión no es importante, creo que lo importante es lo qué él esté sintiendo.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué lo hace?
- Exacto.
- No es bueno suponer sobre la vida de los demás, pero no estamos seguros de qué esté bien...
- ¿No lo hago feliz?
- No creo que eso tenga que ver en realidad, supongo que cuando una persona recurre a eso es porque hay situaciones que carecen de solución en su mente...
- ¿Pueden "estar bien" y aun así pensar en ello?
- Hmmm supongo que esa estabilidad está por debajo de todo lo malo que les ocurre.
- "Aunque el sol está radiante no todos disfrutarán su cálida presencia...".
- Supongo que sí Zacarías muy bien dicho.
- Me lo dijo el profesor Ruben, platiqué con él.
- Vaya, no es tan malo entonces.
- No, no le digas a Emily, pero me inspiró mucha confianza.
- Eso es muy bueno, no debemos crear juicios sobre otras personas sin conocerlas en verdad.
- Entonces... ¿qué hago?
- Habla con él de manera directa, dile que lo sabes y demuestrale que estarás ahí para apoyarlo. Creo que sabes muy bien que amar es una decisión y que apoyarlo por lo consiguiente también, así que sí su reacción es negativa o triste o como sea, debes entender que esa actitud es simplemente porque tiene una batalla enorme dentro de él.
- Temo tanto perderlo...
- Creo que todos tememos perder a quienes nos aman...
...
Zacarías se despidió de Ariadna, ese día el hambre no pasó por su mente ni una sola vez, en la noche al ver que Diego no volvió al dormitorio lo fue a buscar a los jardines del colegio, y estaba sentado en una orilla del edificio T, lo miró y se dió cuenta de lo mucho que había crecido la espalda de su novio en ese tiempo de ejercicio, se acercó moviendo demasiado los pies para llamar su atención.
- Amor... - dijo Zacarías, su voz salió plena pues lo amaba.
- Amor... - respondió en un susurro casi inaudible, Diego.
- ¿Qué pasa? - Zacarías se hincó ante él y lo miró a los ojos.
Se miraron.
- Te amo... - Diego no pudo ser más honesto en ese momento.
- Mi amor, te amo con toda el alma, pero si no me dices qué es lo que ocurre no puedo ayudarte, déjame hacerlo... - dijo Zacarías y fue la misma sinceridad que la del "Te amo" de Diego.
- Te haré daño... y no quiero ser una carga... - las lágrimas salieron de los ojos de Diego.
- Jamás lo has sido, mi rey, y menos aún me harás daño... no lo harías de manera intencional...- Zacarías comenzó a llorar por verlo tan destrozado.
El corazón de ambos estaba lleno de algo, que era amor, pero también había una sombra que los envolvía, una tela que no dejaba que Zacarías pudiera tocar a su novio, los dividía sin que siquiera pudiera ser nombrada.
- Es que... me quiero morir... - la voz de Diego se resquebrajó como un trozo de porcelana fina al caer contra el suelo, su llanto brotó cada vez más.
- Mírame, por favor, solo mírame, ven levanta esos hermosos ojos y mírame... - dijo Zacarías usando toda la fuerza que tenía dentro de sí, lo miró rasgando así aquel velo que los dividía. Diego estaba rojo no podía abrir bien los ojos, pero entonces haciendo un esfuerzo que pudo haberlo matado miró a los ojos de su amado.
- Te amo - dijo firme Zacarías esta vez sin que las lágrimas ni las palabras se arrastraran. Diego se soltó en sus brazos, soltó su cuerpo sobre Zacarías, pero lejos de sentir que este pesara, Zack solo sintió de nuevo a su novio, sintió las lágrimas calientes en su hombro, lo abrazó y sintió cómo su respiración subía y bajaba rápido como si estuviera haciendo ejercicio.
- No puedo te juro que no puedo... estoy perdiendo... - Diego sonaba desesperado.
- Sé que no necesitas ahora un discurso motivacional, y menos aún puedo sanar tu mente... pero puedo estar contigo... déjame estar contigo.
La respiración de Diego estaba alterada, la fría noche y el susurro de los grillos estaba ahí, se abrazaban en el oscuro rincón y los lamentos del muchacho eran desgarradores...
- Llora amor, estoy aquí para tí, voy a cuidar de tí y no voy a dejar que te gane, no lo haré, lo juro...
Diego suspiró sin poder articular palabra, Zacarías comenzó a respirar fuerte, y pronto las respiraciones de ambos se sincronizan... el reloj de Zacarías sonó eran ya diez y media, pensó que alguién los mandaría al dormitorio, pero al levantar la vista vió al viejo director, el hombre lo miró con compasión y asintió, después en la bruma oscura del colegio se marchó. Zacarías le agradeció el gesto, Diego no había dejado de llorar pero su respiración había vuelto a regularse con ocasionales suspiros... Zacarías lo cargaba con la ternura de un bebé.
De la nada y como un susurro incesante en el viento, Zacarías comenzó a cantar con una voz muy ligera, tanto que abrazó la inquietante mente de Diego:
"As long as I'm here, no one can hurt you
Don't wanna lie here, but you can learn to
If I could change the way that you see yourself
You wouldn't wonder why you hear
'They don't deserve you'"
El chico había recordado a Billie Elish, su amiga Emily le habló de esa canción en especial y justo pensaba que Diego la necesitaba, aquella estrofa en aquella oscura noche había quebrantado el velo que los había separado, desde esa noche Zacarías jamás olvidó esa canción.
El aire se volvió ligero sin el velo, y Diego poco a poco dejó de llorar, el silencio los fue invadiendo, es curioso como el silencio puede traer calma pero al mismo tiempo puede traer conflicto y dolor. Zacarías lo besó en la frente y le movía el cabello, Diego no estaba bien, pero podía sentirse tranquilo en los brazos de Zacarías, lo miraba una y otra vez moviendole el cabello de la frente.
- No tienes idea de cuanto te amo... - dijo Diego después de mucho.
- Pues tú tampoco sabes cuanto te amo yo... - Zacarías le sonrió y Diego se recargó en el pecho de su amado.
- No quería que esto pasara...- dijo el chico de espalda ancha.
- ¿A qué te refieres?
- No quería que vieras lo débil que soy.
- ¿Débil¡ ¿tú!
- Sí... veme llorando en tus brazos, se supone que yo debo estar fuerte para ti...
- En el amor no solo uno debe estar para el otro, los dos estamos para nosotros.
- Quiero ser tu lugar seguro... no un problema para tí...
- Ya te dije que no eres un problema para nada, mi niño hermoso.
- Es que no sé qué me pasa...
- ¿Puedes contarme?
- No quiero que pienses que soy un cobarde.
- Todas las luchas son válidas, sólo son invalidas para quienes no son parte del problema.
- ¿Me juzgarás?
- Jamás lo haría.
Se besaron.
- Mi casa es una condena...
- ¿Por qué?
- Mis papás supieron que era gay desde que tenía once años, en la secundaría un chico de último y yo, pues no éramos precisamente amigos... no te sientas mal por favor... El punto es que yo me estaba descubriendo y él en unos cuantos meses se iría de la escuela, me sentía bien con esos breves momentos de besos que teníamos en la escuela... No tiene significado alguno pero estaba aceptándome... él quería avanzar algo que yo todavía no quería en mi vida y menos en un baño de secundaría... pero él no respetó mi negativa... y entonces pasó... eso... y me dolió con toda el alma me sentí asqueado de sí... mientras eso pasaba un prefecto entró a los baños...
Diego volvió a soltar algunas lágrimas, se aferró a los brazos de Zacarías, y este asumió que su novio creía que lo dejaría de amar solo por eso, pero no era razón para que eso pasara, al contrario pensaba que su novio había sido muy valiente al soportar algo tan cruel. No dijo ni una sola palabra, dejando que su novio se preparara lo acarició hasta que estuvo listo.
- Llamaron a mis padres, y a los del chico, contrario a lo que estaba pasando él los convenció de que yo le rogué porque pasara... mi madre lo tomó de un modo muy raro y a la vez congruente, se aferró mucho más a la iglesia duplicó sus visitas a esta, iba mañana tarde y noche, sin dirigirme ni una sola palabra, mi padre por el contrario me golpeó una serie indefinida de veces, para que así me hiciera hombrecito, nadie se preocupó por lo que yo sentía, me sentía asqueado de mí y bajé muchísimo de peso... Les aclaré una y otra vez que no me había hecho gay en ese instante, les dije que siempre me habían gustado los hombres, pero sus oídos se hicieron sordos ante mi voz, pronto deje de ser su hijo para volverme una sombra... que coexistía con ellos... cuando cumplí quince años me dijeron que si pensaba seguir estudiando y dije obvio que sí, así que me alisté para venir al colegio y hacer el examen, finalmente fui asignado y cuando le dije a mi padre que podría quedarme en el colegio me dijo que así no tendría que estar cerca de un joto...
Diego volvió a llorar y abrazó el pecho de Zacarías, mientras este lo abrazaba con más fuerza aún.
- Vine al colegio con todo el miedo del mundo de que de nuevo me señalaran, pero no fue así, vi los grupos revolucionarios, los espacios para los movimientos sociales, vi la asociación de estudiantes LGBTQ+ y me sentí tan libre... después vi al niño con el que me tocaba Biología, niño más hermoso no pude encontrar... me enamoré de su voz, de su gracia y carisma, obviamente lo ví y se me hizo guapísimo... y solo quería estar con él, se llama Zacarías, ¿sabías?
- No me digas... - dijo Zacarías y ambos rieron, se besaron y se miraron a los ojos como si fuera la primera vez.
- Recuerdo haberlo visto temeroso, y recuerdo haber pasado mi brazo sobre su hombro, haberme comportado super hetero, después planeamos ir a la ropa de paca y después de tenerlo sobre mi pecho, supe que no quería a nadie más... me enamoré tanto de tí... que no sé ni cómo ocurrió... me haces tan pero tan feliz... - Diego levantó la cara para volver a besarlo y de nuevo así fue, quedaron suspendidos en un profundo beso. La calma de la noche los estaba arrullando, no se sentían cansados, sentían algo como una melancolía, la tristeza de Diego no se había esfumado pero al estarla sacando se había vuelto ligera su carga. Se dieron la mano y decidieron caminar, pues Diego dijo que no estaba listo para contar la siguiente parte de la historia, caminaron por los pasillos sin preocupación alguna, pues Zacarías sabía que su amigo el anciano director los cuidaba, era hermoso que de cuando en cuando no hubiera lámparas alumbrando los senderos, pues miraban hacía arriba y la luna junto con sus muchas estrellas estaban ahí, mostraban un mar infinito y la azulada pero oscura luz los cubría, Zacarías no sabía en qué momento la oscuridad había dejado de ser tan negra, pues ahora a pesar de la escasa luz sentía que había recuperado su encantador brillo.
Llegaron al lugar donde él había platicado con el profesor en la mañana, no había lámparas, o al menos la que estaba ahí no servía, la luz de las estrellas y de la luna los mantenía frescos, no fríos, frescos. Estuvieron ahí se sentaron en la banca más grande y se abrazaron, Diego comenzó a dar un recorrido con su mano sobre el tronco de Zacarías y este sonrió.
- ¿Te he dicho cuánto me encanta tu pecho? - dijo el joven muchacho.
- Mi niño hermoso, eres tan pero tan tierno - Zacarías besó los gruesos labios de Diego.
- Estoy listo mi amor... - dijo Diego.
Sus sombras en la oscuridad se veían como dos grandes montañas, Diego era más alto que Zacarías, pero en aquel momento recargado el uno en el otro parecían solo una pequeña cordillera.
- Aquí en el colegio, pude ir al gimnasio, me gustaría demasiado que mi cuerpo se hiciera más grande y fuerte, para así jamás volver a sentirme pequeño y débil... mi corazón tiene una impenetrable armadura y eres tú, lo proteges mucho, pero lo que pasó o por lo que llegué a esto no fue tu culpa y perdón si lo creíste así, pero fue que mi padre enfermó a inicios de septiembre, mi madre me culpó porque según ella mi desobediencia había causado todo esto, al parecer se le olvidó que mi padre tenía obesidad mórbida y que llevaba una pésima alimentación, cada fin de semana no más que un sermón en el que quedaba claro que ahora era mi obligación atender a mi padre porque yo lo había enfermado, constantemente siento esa culpa... pero todo se fue a la mierda aún más la semana pasada, ¿recuerdas que me tuve que ir desde el miércoles? pues... le dió un infarto y estuvo en el hospital un par de días, murió... se murió Zacarías, por mi culpa...
Diego se volvió a quebrar y agitar tanto como al inicio lo había hecho, sin duda la ansiedad era su peor enemiga. Zacarías lidiaba una lucha eterna y sumamente complicada, no sabía qué podría decirle,simplemente sabía que su novio estaba cargando con demasiado y lo peor es que nada de lo que le había contado era culpa suya como todos le habían hecho creer al pobre niño.
- Mi niño... ven respira y mira... voltea por favor mírame... esto... nada de esto es tu culpa mi amor, nada absolutamente nada... - Zacarías lo miró con toda la seguridad que pudo, pues eso era lo que quería transmitir, no podía hacer nada más y aunque él le explicara las cosas en aquel momento en el que se hallaba tan alterado, Diego no las iba a entender así que hizo lo mejor que pudo para calmarlo, poco a poco los suspiros de Diego fueron disminuyendo.
- No tienes culpa de lo que pasó ni de lo que te hicieron, ellos fueron muy crueles contigo, los tres, te hicieron sentir tan miserable y no lo eres mi niño lindo, para nada eres alguien tan despreciable, es muy normal lo que sientes y es obvio que hayas querido recurrir a esto, te amo tanto, la vida no es fácil mi guapo pero por favor no te rindas, no quiero dañarte con mi optimismo, solo quiero mostrarte que tu vida va iniciando, y que pronto podrás dejar atrás a esas personas que tanto mal te han hecho, sobre todo quiero mostrarte que no estás solo, que estas conmigo, sé que no puedo arreglarlo todo, pero buscaremos ayuda, juntos, podremos avanzar hacía delante, lo juro mi amor, pero no estás solo, no te rindas sigue luchando... déjame luchar contigo ¿puedo?
- ¿Por qué me amas tanto? no lo merezco...
- Eso fue lo que te dijeron, pero no es la verdad... mereces amor, cariño y comprensión y estoy dispuesto a estar contigo, amar es una decisión y yo elijo quedarme aquí a tu lado por ahora y para siempre.
- No te vayas nunca...
- Me iré cuando la última y más lejana estrella del universo se apague...
- Te amo.
- Yo te amo mucho más.
El viento pasó por sus cabellos y ambos rieron, miraron que eran ya las dos y media de la mañana, seguían sintiéndose frescos y libres, más ahora cuando la verdad se había aclarado para ambos, Zacarías sabía qué le estaba pasando, y Diego sabía que su amado iría hasta el último de los infiernos solo por él. Zacarías se quitó la chamarra y la puso como una almohada para los dos, se acostaron en la banca, cubiertos por la chamarra de Diego, este último se había costado un poco más abajo que él para poder poner su cabeza sobre el pecho de Zacarías, aquella tarde había llovido y el olor a tierra mojada los envolvía, alumbrados por las estrellas no había mejor momento para ninguno de los dos. Zacarías sacó su teléfono de la bolsa del pantalón y como si la hubiese tenido preparada con un solo clic comenzó a sonar Beautiful Boy de John Lennon. Ahí acostados en la intemperie oliendose el uno al otro, supieron que estaban con la persona correcta, cuando John Lennon dijo "The monster's gone" Zacarías supo que aún no era así, y que le esperaba una gran batalla con la muerte para que le regresara a su amado. Mientras tanto en la mente de Diego, el monstruo sí se había ido, ya no estaría más, se sentía un poco culpable... pero se sentía libre sin su padre, por ello entre dientes decidió repetir la frase.
- The monster's gone...
Zacarías ya no lo escuchó... pues había caído en un profundo sueño
...
Zacarías levantó la vista y ahí estaba sentado el anciano profesor Ruben, el cielo comenzaba a esclarecer, el sonido de los pájaros hacía demasiado bello el momento.
- Buenos días, Zacarías - saludó Ruben sin mirarlo.
- Buenos días, profesor - dijo el chico sin intentar moverse, pues Diego estaba totalmente acurrucado en él.
- Vaya que lo ayudaste... no escuché la conversación pero pude notar como lo salvaste de un destino fatal... - el profesor seguía mirando hacía la nada.
- No sé si lo salvé, pero al menos quiero ayudarlo... - respondió Zacarías.
- Si la gente amara como tú, el mundo quizá sería diferente - dijo el profesor y se puso de píe, echó un vistazo a su reloj.
- Bueno muchacho, les recomiendo a tí y a tu novio que vayan a alistarse para las clases, son seis y media, están por entrar los demás alumnos, vayan - antes de que el profesor o Zacarías pudieran decir algo la voz de la profesora Eugenia sonó detrás de él.
- ¡Santo cielo! ¡DURMIERON FUERA! con el loco ese suelto y ustedes haciendo esto, ¡por dios santo! - la profesora Eugenia miraba con una genuina preocupación a los dos chicos, sus gritos despertaron a Diego que estaba recargado en el pecho de Zacarías.
- Profesor Villanueva, profesora Noguer... - dijo con una voz somnolienta Diego, y a decir verdad esa voz hizo que algo en Zacarías despertara.
- ¡Oigan! ¿acaso son novios? saben muy bien que no pueden estar en el mismo dormitorio si es así... - dijo la profesora Eugenia.
- ¡NO! - dijeron al unísono los dos chicos.
- Tranquila Eugenia, ya los he reprendido, y no son novios, van a seguir en sus dormitorios correspondientes, ¿quieres hacerme un favor? ve a preparar la sala uno de audiovisual, tengo un anuncio que dar a todos los alumnos, que pasen por grupo, ordenalos por favor, en un momento estoy contigo.
La voz del profesor Rúben convenció a la profesora de irse, se fue sin protestar.
- Disculpen a la profesora, pero lo que dijo es cierto, no deben estar en el mismo dormitorio... pero creo que por esta vez podríamos hacer una excepción ¿qué les parece? muy bien, quedense juntos no hagan nada que me haga arrepentirme de eso, ya convenceré yo a la estimada profesora Noguer. Ahora antes de ir a clases vayan a la enfermería el frío podría causarles un resfriado, vayan por favor.
- Profesor... ¿Qué es lo que va a anunciar? - dijo Diego.
- Un tema importante muchacho, pero por favor sea paciente.
Los dos fueron directo a la enfermería muertos de risa, habían hecho algo que jamás pensaron, dormir en una de las jardineras del Colegio, y menos aún que Ruben Villanueva los hubiera defendido, estaban felices por cómo había resultado la noche, Diego le confesó a Zacarías que acudiría con la psicóloga que atendía a Diana, no quería que algo como lo que venía ocurriendo volviera a pasar.
- No lo puedo solucionar amor, pero estaré contigo en todo el proceso - esa fue la respuesta de Zacarías. Entonces se tomaron de la mano, se sonrieron y avanzaron juntos.
Un par de horas después se hallaban saliendo de la clase de Biología, para su suerte el profesor Luis llegó media hora tarde y así pudieron estar listos, durante la clase pudieron hablar con Emily.
- Tenemos noticias Emy - dijo Zacarías.
- Sueltenlas... - respondió la pelinegra chica mirando con interés.
- El profesor Ruben estará haciendo un anuncio el día de hoy... - Diego parecía un poco mejor y esto animó mucho a Zacarías.
- ¿Qué clase de anuncio? - cuestionó Emily.
- No nos quiso decir - dijo Zacarías. Ante esto Emily puso los ojos en blanco.
- Ya sabemos que no te cae bien, pero fue bueno con nosotros... - dijo Diego agachando la mirada, pues desde que Zacarías le contó lo que había ocurrido el día anterior pareció molesta cuando supo que había recibido ayuda del viejo director.
- Esta bien, miren pueden estar de acuerdo con él no son mi séquito, solo que me da coraje, apoya a tanta gente y a mi hermano no lo ha ayudado nunca... - dijo Emily y Zacarías detectó que se había puesto algo triste.
Pasaron el resto de la clase sin hablar y esta vez se tuvieron que separar para que Zacarías pudiera ir a Química, el muchacho llevó a su novio hasta la puerta de su clase, ahí se dieron un beso, despidiéndose así de una mejor manera. Zacarías se dirigía con la profesora Araceli, y le molestaba lo mucho que pesaba su mochila así que decidió ponerse la bata del laboratorio que usaría para la clase, mientras la sacaba de su mochila un libro de pasta verde salió de ella también. Era el libro de García Marquez, no lo había terminado de leer, así que lo sacó, le había costado mucho leer el libro pensaba que lo iría a cambiar a la biblioteca, pues odiaba ese abundante olor que tenía.
- Mantenga la vista fuera de los libros, Dzayn, a veces nos engañan, saben más de lo que tienen escrito, así que mejor levante la vista puede que el libro le enseñe más afuera - la voz de la maestra Araceli era alegre, le caía bien no olvidaba que se ofreció a hablar con él si lo necesitaba.
La clase comenzó y Zacarías dejó el libro sobre la mesa, sacó hojas para escribir y su pluma fuente, Zacarías escribía en cursiva desde los once años y se dió cuenta que su letra no se veía bien con bolígrafos comunes. La clase tomó un rumbo normal, harían una práctica la temática eran reacciones exotérmicas, Zacarías tenía pocos amigos en clase, se la pasaba enviando mensajes a Diego, haciendo caso omiso a lo que decía la profesora Araceli en un descuido tenía en la mano un tubo de ensaye con aluminio en la mano, pero al no poner atención agregó una sustancia sin saber lo que era, tan rápido como esto pasó se produjo un estallido y comenzaron a salir motitas de fuego, la profesora les advirtió que se alejaran, Zacarías soltó el tubo y este cayó sobre el libro de los doce cuentos peregrinos, el muchacho se acercó a la maestra, quien iba corriendo con un extintor.
- ¡DZAYN! ¿QUÉ LE OCURRE? - dijo la alterada profesora Araceli.
- ¡Lo siento! me distraje un poco profesora, ¿estuvo mal? yo... lo siento... - Zacarías estaba totalmente desconcertado.
- ¡NO! ay a ver, mira tienes un punto menos en tu calificación final de este semestre... y para todos los demás, la reacción estuvo bien pero no tenía que ser así, el bromo es un halógeno, un elemento no metálico es muy peligroso, y más aún al estar en contacto con el aluminio, lo que el señor Dzayn tenía que hacer era poner el tubo de ensaye en el soporte universal y agregar el bromo, pero tal parece que no me escuchó, no pueden tenerlo en la mano lo pudo haber quemado Dzayn... - la profesora dió la explicación sumamente furiosa.
- Escúcheme bien, vaya a la conserjería del edificio y traiga lo necesario para limpiar este desastre, le escribiré a sus padres para informarles que deben un tubo de ensaye, y al parecer un libro de la biblioteca.
Zacarías reparó por primera vez en el libro, no se había acordado, apenas lo estaba viendo, a regañadientes y soltando una carcajada en cuanto salió del salón fue por el material para limpiar, se tuvo que quedar hasta el final de la clase para poder terminar de recoger, Diana, Ariadna, Emily y Diego lo esperaban afuera del salon. Cuando al fin hubo terminado se quitó la bata y echó el libro a su mochila se había quemado la pasta.
- ¡Casi quemas un laboratorio! - gritó Diana burlándose de Zacarías.
- Bueno al menos no golpee al profesor de Cálculo y casi lo mato - Zacarías respondió con sarcasmo y Diana lo entendió porque comenzaron a reírse demasiado fuerte.
- Emily nos contó del anuncio... ¿qué creen que sea? - dijo Ariadna cuando iban llegando a una jardinera para comer, habían renunciado a la algarabía de la cafetería a la hora del desayuno. Así que normalmente desayunaban juntos en una especie de picnic, acompañados siempre del agua de mazapán del M.
- Diana... ¿estás bien? - dijo Zacarías mirando a su amiga que parecía ausente desde hacía mucho.
- Sí... es solo lo de mi padre ya saben... - dijo sonriendo, pero Zacarías sabía que era una risa vacía y no la que Diana portaba con regularidad.
- Estamos contigo, Di, puedes contarnos lo que sea... - dijo Selene quien también se había unido a los Picnics para desayunar.
- Gracias de verdad - la actitud de Diana había cambiado algo en los últimos días, puesto que les había contado que su padre había vuelto a la casa de su abuela, y que su madrastra esperaba un bebé, Diana no había querido hablar mucho, y quizá eso era porque la lucha que cruzaba era más grande, pero después de lo que había sucedido con Diego, Zacarías comprendió lo importante de preguntar ¿cómo te sientes? no quería que nadie más se sintiera como su novio se había estado sintiendo.
- Ustedes seis vengan para acá - dijo desde lo lejos la profesora Eugenia.
- Díganos - respondió Emily.
- El director quiere hablar con ustedes, pero no en el auditorio, los quiere ver en su oficina, ahora, por favor.
Terminando de manera muy abrupta el picnic siguieron a la profesora por el colegio, pensaron que habían causado problemas, Zacarías notó como Emily se empezaba a poner colorada, sabía que no iba a terminar bien o al menos no tanto para ella, así que decidió poner su mano sobre su hombro. Al pasar por enfrente de la explanada entraron a al edificio de la dirección, no era que abundara la alegría en ese lugar, pero Zacarías vió como en las secretarías la alegría era nula, en ese edificio solo estaba la sala de junta del consejo el cual dirigía su tía, también su propia tía tenía una oficina ahí, pero sus visitas al colegio eran bastante irregulares, otra era la oficina de los contadores de la escuela, y la del director que era la más grande de todas, había una enorme puerta de roble que dejaba entrar a la habitación, la secretaría del profesor Ruben los dejó pasar.
- Buenos días chicos - saludó el anciano profesor, quien arriba de la gran túnica negra que ya llevaba de costumbre, ahora también usaba una enorme bata blanca de laboratorio, Zacarías no entendía cómo el hombre jamás se ahogaba de calor.
- Tomen asiento - dijo la profesora Eugenia dirigiendolos al sofá. Posterior a esto la profesora Noguer dijo que se iría a su oficina la cual estaba muy cerca del edificio O.
- Gracias por venir, bueno les daré el aviso de manera directa porque ustedes son sin duda alguna el mejor grupo de estudiantes que tengo, me ausentaré unas semanas del colegio, debo ir a Noruega, he hallado una solución de girasoles que ayudará a muchas personas que padecen VIH, recibiré el premio nobel de química, así que a partir del veinticuatro de octubre no estaré en el colegio.
Los seis se quedaron en completo silencio, no sabían qué pensar, Zacarías volteaba constantemente a ver a Emily, le preocupaba que fuera decir algo inoportuno lo cual pasó.
- ¿Por qué decidió avisarnos a nosotros? al menos de esta manera, lo podíamos oír en el auditorio igual que todos - la voz de Emily no tuvo nada de piedad.
- Gracias por preguntar señorita Camil, bien se los informo porque... sé que son muy en extremo curiosos, y que las cosas no andan muy en paz que digamos, saben a lo que me refiero... - dijo esta vez con tanta sinceridad que todos a excepción de Emily quedaron con la boca completamente abierta.
- No comience por favor a inducirnos a una lucha que no es nuestra... lo hizo con mi hermano y ahora quiere repetir lo que hizo - dijo Emily.
- ¡Emily! por favor... - dijo Diana.
- Emily, sé que no soy tu maestro favorito, he cometido muchos errores, y créeme que perder a tu hermano fue uno de esos... pero te aseguro que cuando llegue el momento sabrás lo que pasó esa noche hace tanto tiempo... - dijo El profesor quitándose las gafas.
- Está bien señor, prometemos no meternos en problemas, se lo aseguramos... - dijo Zacarías mientras miraba de reojo a Emily.
- Bueno pueden retirarse, es todo lo que quería tratar con ustedes... y Emily... sé lo que están haciendo... el camino que siguen es peligroso, vayan con cautela, sé que eres inteligente y que pronto sabrás no por mi ni por nadie qué ocurrió con tu hermano... - el director no miró a Emily, pero ella tampoco volteo para mirarlo. Zacarías no supo interpretar lo que el director había dicho, ¿estaba a favor o en contra de lo que hacían? las cosas ya eran muy tensas así que nadie habló hasta que estuvieron lo suficientemente lejos de la dirección.
- Tenemos que poner las manos en esto ahora mismo - dijo Diana.
- Si él se va, muy seguramente habrá otra víctima y lo que le pasó a Lazaro terminará pasándole a alguien más.
- ¿Qué les parece si nos vemos hoy después de las clases en el Q-69 ? - dijo Ariadna.
- Sí, tenemos que hacerlo, tengo una teoría sobre los cuentos peregrinos, y Emily ¿has sabido más? - dijo Diana
- No mucho, el libro se corta... solo es el primer año de mi hermano y... - pero entonces Zacarías había dejado de oír la voz de Emily y miró atentamente al edificio O, se dió cuenta que desde el rincón de una ventana en un salón del segundo piso alguien lo miraba.
- ¡MIREN! ¡AHÍ! Alguien nos está vigilando vamos... - dijo Zacarías y corrieron tras él, subieron por las escaleras del O, iban a llegar al salón cuando, vieron cómo la silueta estaba al fondo del pasillo, apretaron el paso, pero aquella figura se aventó por el barandal, se quedaron congelados del miedo, chocaron entre ellos, se dieron la vuelta y bajaron de nuevo la escalera, Zacarías sentía que perdían el tiempo, le habría gustado aprender a saltar de esa manera, pero al llegar al final de la escalera un fuerte grito los detuvo, era una voz liviana y tenue de la que se esperaba todo menos un regaño.
- ¡YA BASTA! ¡NO CORRAN! - era la voz del profesor Gustavo.
- ¡PROFESOR...! ¡NOS ESTABAN VIGILANDO! - dijo Diego.
- No es verdad, ya parenle por favor, les dije claramente de dejaran de jugar a Sherlock Holmes, porque se iban a meter en un gran problema... por favor vayan a clase - dijo el tenue profesor.
- Claro como a usted no le han quitado a un hermano... - dijo Emily que ya había tenido suficiente de los regaños.
- ¡CAMIL! te equivocas... perdí a mi mejor amigo, no quiero que entre ustedes se pierdan, ahora sin remilgar fuera de aquí por favor.
Después de la breve aventura, Zacarías tomó clase de Inglés, que resultó para nada interesante, el profesor Nicolas, se la pasaba hablando de lo mucho de como era en sus tiempos la escuela, y no era que Zacarías no valorara sus memorias, solo que tenía tanto en la cabeza que oír historias abrumadoras era lo que menos quería, en algún punto la clase se volvió solo una charla entre el profesor y unos cuantos alumnos, Zacarías rebuscó en su mochila y halló el libro verde de nuevo, miró la pasta quemada, ¿se había calentado tanto el tubo? se dispuso a ojearlo pero esta vez notó algo diferente en la página que era la portada del libro, ahora tenía una bonita letra manuscrita, color cobriza que rezaba:
"Este libro fue donado por VG (2002)"
Zacarías miró sorprendido ojeo las siguientes páginas pero solo aparecían pequeñas e ilegibles líneas de la letra cursiva, no entendía como había aparecido algo así en libro, nadie más lo había tocado a excepción de él. Se puso de pie súbitamente, y el profesor Nicolas lo miró sorprendido.
- ¿Se encuentra bien jovencito? - dijo el maestro mirando al profesor.
- No... no mucho... me duele demasiado el estomago, ¿cree que pudiera ir a la enfermería? - mintió Zacarías y se sobaba el vientre como si tuviera una punzada horrible.
- Claro ande, vaya, no es bueno que tenga esos dolores tan joven.
Salió disparado del edificio de idiomas, pero no fue a la enfermería fue a su dormitorio y entonces miró el libro más a detalle estaba algo arrugado y no entendía porqué, tampoco el olor del limón, pero tan pronto como lo meditó un par de minutos se dió cuenta y todo concordó, días antes Diana le había explicado que si pintaba en un papel usando el jugo de limón o naranja como tinta cuando esta se seque será "invisible" después aplicando calor el texto se aparecería, se emocionó al describir eso, pero luego recordó que ni él ni Diego usaban plancha para peinarse, así que salió en busca de Emily o Diana.
Cuando se dirigía en busca de Diana se percató de que no era el único que no estaba en clase, escuchó las voz de Diana y Ariadna cerca de él, pero no hablaban en un tono tan alegre como el de costumbre, así que se colocó detrás de uno de los arbustos cerca.
- Tengo miedo... de decirles... y que ambos me odien... - dijo la voz de Ariadna.
- Amor, sabes que eventualmente van a tener que saberlo... y es mejor que seas tú quien se los diga, cada vez estamos mucho más cerca de saber todo acerca de él, y si tu dices la verdad podrías dar un paso mayor, entiendo que él te lo pidió, pero ¿no crees que es un poco injusto no decirles también? puede que solo lo tomen como referencia no lo van a investigar.
Zacarías tenía demasiadas ganas de saber qué era aquello que Ariadna tenía que decir, y en este caso sobre quién era lo que tenía que decir. Pero no se le hizo prudente seguir escuchando, así que mejor se adelantó a buscar a Emily, cuando la halló ya todos estaban fuera de clase, le dijo que le urgía que le prestara una plancha para cabello, para su mala suerte su amiga resultó no tener una.
- Diana tiene corto el pelo, tampoco tiene...- dijo Emily.
- Habrá que pedirle a Ariadna que nos traiga una si es que tiene - dijo decepcionado Zacarías.
- Zack tengo algo que contarte - dijo Emily y su tono se volvió sombrío.
- ¿Qué pasa?
- Ven debe ser privado lo que voy a decirte y también necesito que no se lo digas a los demás - Emily lo dirigió hasta la pista de carreras del colegio y una vez ahí fueron hasta la curva más lejana que era más de medio kilómetro adelante.
- ¿Te encuentras bien? - dijo Zacarías y el aire de la tarde los golpeaba con fuerza en ese punto del colegio.
- Sí... bueno no... es que creo que en algún punto mi hermano dejó de confiar en él... - dijo Emily y Zacarías no comprendió.
- En... ¿Rubén? - dijo el alto muchacho.
- Sí... mira, en estas páginas mi hermano habla de alguien que le exige lealtad, este libro es de su segundo año, pero solo está a la mitad... - Emily sacó un cuaderno forrado en piel azul, que tenía dos iniciales grabadas con un punzón EC, abrió el cuaderno y las amarillentas páginas mostraron las amorfas letras de Enzo. Llegaron al 11 de noviembre de 2014, un año antes de la muerte de sus hermanos.
Estoy harto de esa "lealtad" que tanto quiere, merezco una vida, quiero ser relevante, es obvio que necesito más personas a mi alrededor, ¿qué se siente mi dueño? ¿cómo puede ser tan posesivo? quisiera no saber más sobre él... lo quiero pero me frustra tener que aguantar su actitud...
La declaración de Enzo era bastante reveladora, sin duda estaba harto de alguien en especifico pero no tenía la menor idea de quién pudiera ser.... pero antes de poder reflexionar sobre el hecho, escuchó un grito.
- ¡ZACARÍAS! ¡ALLÁ! - gritó Emily, volteo hacía el pasto seco y vió como una sombra los vigilaba, justamente la que habían visto esa mañana, los dos se lanzaron a verla, corrieron tanto como pudieron, el terreno sin construir de la escuela era bastante, en esa parte el pasto estaba bastante crecido, les llegaba justo al pecho y a Emily a la barbilla, siguieron tanto pudieron, los animales y el pasto les lastimaba, aquella figura iba cubierta por lo que parecía una capa, e iba bastante bien protegida, lo único que se le ocurrió a Zacarías lo podía ayudar era su mochila, que era bastante pesada así que pronto y tratando de no perder velocidad se la quitó, se frenó de la nada haciendo que esta girara en el aire, la mochila salió disparada en dirección a la sombra dándole justo en la cabeza, la figura cayó al suelo, Emily para una mayor certeza le lanzó la suya también.
Cuando llegaron hasta donde estaba la figura, esta se ponía de pie pero se quedó hincada cuando los vió llegar, levantó la vista y esta tenía un paliacate que le cubría nariz y boca, así como unos lentes oscuros.
- ¡Esperen! no hagan nada... yo... soy una buena persona... - dijo el encapuchado.
- ¿Cómo por qué confiaremos en tí? - dijo Emily amenazando con un palo.
- Porque sé qué pasó con tu hermano, y cómo murieron los tuyos... los quiero ayudar... de verdad...confíen en mí... - dijo la voz, y Zacarías notó que era algo chillona.
- ¿Qué quieres a cambio?- dijo Emily, aún amenazante.
- Nada... pero no les puedo decir nada, al menos no por ahora... ¿Pueden verme en la madrugada? los esperaré en las mesas de ajedrez que están atrás del edificio G, ¿pueden? - propuso la encapuchada.
- ¿Cómo sabemos que no mientes? - dijo Zacarías por primera vez dirigiéndose a ella.
- ¿A caso tienes a otra persona que pueda hablarte de Adrían y Jesús? los conocí, a los tres, confíen en mí, solo ustedes dos por favor...
Zacarías sabía que tenían muy pocas fuentes, que por ejemplo el maestro Gustavo había sido lo suficientemente cobarde como para no contarles mucho, entonces sí lo necesitaban, eso y lo que fuese que Ariadna tuviera que contarles.
- Está bien... pero si nos quieres hacer algo, aunque sea lo más mínimo, que te quede claro que nosotros te cortaremos el cuello de lado a lado... no vamos a dejar que nos pase lo mismo que a nuestros hermanos - la voz de Zacarías sonó amenazante y ruda.
La mujer se levantó, los miró, era complicado saber si sonrió o hizo una mueca de desprecio, pues solo vieron como su paliacate se movió, no era alta, era del tamaño de Zacarías, se dió la vuelta y corrió de nuevo. A las cinco se hallaron en el Q-69 con todos los demás.
- ¿Dónde estaban? - Diana parecía preocupada.
- Los buscamos por todas partes - dijo Diego en un intento de reclamo a Zacarías.
- Perdonen, pero era algo muy importante y que a la vez fue raro... - los dos amigos narraron lo que había ocurrido y sobre la decisión de creerle.
- Iremos con ustedes - dijo rápido Diego cuando terminaron de hablar.
- Por supuesto que iremos Diego, tú y yo podemos subirnos al techo del G - dijo Diana comenzando un plan con su amigo.
- ¿Están locos? se pueden caer - dijo Ariadna, aunque ella no podía ir Zacarías estaba seguro de que su amiga estaría dispuesta.
- Bueno a lo que hemos venido, a ponernos al corriente - dijo Selene para calmar el escándalo
- Selene tiene razón, tenemos mucho que aclarar - dijo Diana.
- ¿Quién comienza? - dijo Emily.
- Yo tengo algo nuevo y muy fresco, y es que me di cuenta de que mi libro de Extraños Peregrinos: Doce cuentos tiene anotaciones de alguién, no sé si sean de importancia para nosotros pero vi las iniciales y me resultan algo extrañas, miren - Zacarías les mostró el libro y Ariadna lo tomó.
- Está escrito con limón, ¿verdad? - dijo Ariadna mientras corría las páginas.
- Sí, recordé lo que Diana me contó el día que te dió esa carta de letra invisible, el limón se vuelve indetectable y con el calor aparece - dijo Zacarías a ella.
- "VG" también me suenan familiares las iniciales... - dijo Emily.
- Creo que sí es importante, Zacarías, porque ¿recuerdan lo que les conté hace unas semanas? - dijo Diana Analizando el libro en manos de su novia.
- Sí, creías que existía una relación entre los cuentos y el Peregrino... - dijo Diego.
- Exacto... creo que tiene mucho sentido que este libro haya sido de alguien que también lo sabía, o sino ¿cómo por qué ocultar su testimonio? - dijo Diana.
- ¿Crees que se protegió así el autor de las notas? - Emily la miró.
- También pudo haberlas hecho invisibles porque estaba de su lado y no quería que descubrieran los secretos de su amo... - dijo Selene.
- Es buena la idea de Selene, tal vez lo estaba encubriendo - dijo Ariadna, entonces Diego tomó el libro.
- Esperen, a ver las copias de los periódicos, pasenmelas - dijo mientras miraba de nuevo el libro.
Diana le dió el periodico más próximo.
- ¡Exacto! esto sirve, ahora miren... - Diego puso el libro en la mesa, después sacó un marcador de su mochila y rayó todo el nombre de Valente de la Garza.
- ¿Lo ven! - dijo al terminar de rayar.
- ¡NO MAMES! - dijo Selene anonadada.
- ¿Crees que era de él? - dijo Emily, mirando muy sorprendida el nombre.
- Parece muy exacto, ¿no lo creen? - dijo Ariadna.
- ¿No crees en la teoría de Diego? - dijo Zacarías.
- Sí, pero no creen que sería muy delator... puede ser también un sobrenombre... - sugirió Ariadna.
- Solo leyendo todas las notas lo podremos saber... - Diego ojeo de nuevo el libro.
- Anotenlo en nuestra lista de las miles de cosas que nos faltan descifrar - habló Emily con sarcasmo.
- Yo también tengo algo... Emily me prestó el diario de su hermano... y él habló de un lugar en particular, donde La Segunda Legión del Oriente tenía juntas, él lo describe como un lugar blanco y enorme, al principio creí que era un salón, pero no creo que el profesor Villanueva quisiera que el lugar fuera demasiado accesible y menos en aquel tiempo, creo que el lugar está escondido en alguno de los edificios.
Cuando Diana terminó de hablar todos se quedaron en silencio, pues trataban de darle sentido a sus palabras.
- ¿Algo así como un salón secreto? - dijo la voz de Selene.
- Exacto, es más o menos un lugar así, donde bien cabían unas veinte personas asegura su hermano en el diario... - Diana decía esto con cautela revisando las páginas del diario primero que Emily había enseñado días antes. Le dieron la vuelta al libro y leyeron los tres lo siguiente.
El lugar es enorme, ahí el profesor Rubén dijo que podíamos leer y practicar algo de lucha, aunque el olor a libro y el abundante silencio la verdad me trae un poco de sueño...
Diana pasó varias páginas.
Hemos estado ahí parece que unas cinco horas seguidas, me sentí dentro de un comité de STAR WARS, había bastante gente adulta, me gustaba que el profesor Ruben pidiera mi opinión en repetidas ocasiones, la abogada Dzayn dice que tengo buenas aptitudes para el derecho, pero no es lo mio.
Cuando terminaron de leer el párrafo, Zacarías sintió cómo su estómago se sumió, y también que las miradas de sus amigos y su novio se volvieron hacía él.
- Tú tía sabe dónde está ese cuarto... - dijo Emily.
- Sí, pero no me va a decir y eso es obvio - Zacarías se trató de defender.
- Diana ¿crees que está en... ? - Diego no terminó de hablar.
- Es obvio que está en la biblioteca, por el olor a libro y el silencio, pero la biblioteca tiene solo dos pisos ¿no? - dijo Ariadna.
- Sí, mi amiga la señorita Margarita puede ayudarnos a saber si hay un salón... puede ser de utilidad hablar con ella... - sugirió Diana.
- ¿Podemos ir hoy? y después de ahí vamos a buscar a la loca esa que nos citó en la noche - dijo Zacarías.
- Yo tengo que ir con la psicóloga, pero pueden ir Diego, Diana y tú - señaló Emily.
- Yo tampoco puedo ir, tengo que ir al gimnasio, ya saben... a liberar un poco mi mente... - dijo Diego.
- Tranquilos, podemos ir Zacarías y yo, solo iremos a preguntar y si hallamos algo les informaremos - dijo Diana.
- Tengo otra duda antes de que terminemos... - dijo Ariadna muy seria - y es que el profesor Ruben dijo que se iría el 24 de octubre, ¿qué haremos nosotros?
- Bien dicho... ¿qué vamos a hacer? vigilancia o algo por el estilo... - dijo Selene.
- No lo había pensado, pero tienen razón, sin Villanueva no sabemos qué tan seguro vamos a estar... no crean que los secuaces de él se van a estar quietos - dijo Diana.
- A estas alturas ya debe saber... el director lo comunicó a todos los alumnos - Emily estaba bastante seria, Zacarías se acordaba de lo que le había dicho en la pista de carreras.
- Tendremos que hacer un plan para vigilar la escuela, al menos de quienes tenemos sospechas.
Después de que Diego dijera que se iba a encargar de elaborar un plan para vigilar a los maestros después de que se ausentara el profesor Ruben, finalmente la reunión terminó, pues comenzó a llover y Diana fue corriendo a dejar al metrobus a Ariadna y Selene. A las siete de la noche quedaron de verse Diana y Zacarías para ir con la bibliotecaria. Antes de ello, Diego y Zacarías se estaban despidiendo.
- ¿Cómo te sientes, mi niño hermoso? - dijo Zacarías abrazando a Diego, aparentemente les había gustado esa posición en la que Diego parecía un bebé, y al estar en su silenciosa habitación nadie los molestaba.
- Mucho mejor, amor, solo no sé, me siento algo extraño, veo a mis papás desde otra perspectiva, y siento lastima por ellos, digo debo ir al psicólogo para sanar, pero todo tu apoyo me ha sido muy útil y eso te lo agradezco demasiado - dijo Diego y besó a su novio con la intensidad de mil soles.
- Me siento completamente feliz de estar a tu lado, de verdad que sí, jamás vas a estar solo, no soy psicologo y no sé tratar enfermedades mentales, pero voy a darte todo el apoyo para que puedas salir adelante, hasta que vuelvas a ver el sol y encontrar esperanza en su calor... - dijo Zacarías.
- Gracias mi amor, gracias - dijo Diego.
- Tengo algo para tí mi niño, espera - Zacarías se levantó de la cama y fue hasta una enorme bolsa de papel, y de ahí sacó un gran oso de peluche blanco.
- ¡MIRA! Es para tí - dijo Zacarías.
- AMOR ESTÁ HERMOSO - Diego tenía los ojos brillosos de la emoción, tanto que corrió hasta donde estaba su novio, sin prevención alguna le plantó un beso en la boca.
Después ambos se sonrieron y luego al oso, finalmente se besaron con mucha más intensidad.
A las siete en punto Diana esperaba a Zacarías al final de la escalera, la chica llevaba unas hermosas botas cafés y un elegante abrigo blanco, el frío los azotaba un poco, dejaron a Emily y Diego en la explanada y ellos dos se dirigieron a la biblioteca.
Por las noches solía estar bastante llena por los estudiantes que recién despertaban e iban ahí a hacer sus tareas, pero curiosamente ese día la cantidad de personas era muy poca, subieron hasta donde estaba una pequeña oficina, Zacarías notó múltiples fotos de perritos y pescados, a lo lejos vio a la señora Margarita, era una mujer de setenta y tantos, caminaba ya algo lento, pero su chispa era muy grande pues se veía aun alegre, bastante entera, tal vez ya no corriera un maratón pero si haría una caminata.
- ¡DIANA! Linda, ¿cómo estás? - saludó la anciana.
- Bastante bien, con mucho frío, él es mi amigo Zacarías Dzayn - dijo Diana presentando a su amigo.
- ¡OH! eres el hermano de los inquietos gemelos, me traían su escandalosa risa muy seguido, era todo un problema... uno muy alegre - dijo la señora saludando a Zacarías y mirándolo con una cara muy solemne.
- Supongo que sí soy yo, pero le prometo que no soy como ellos - respondió Zacarías algo nervioso.
- Claro que no, por alguna razón no te he callado nunca - la sonriente mujer ahora tenía las vista en sus papeles.
- Doña Margarita, disculpe le tengo una consulta... - Diana miró a Zacarías en busca de apoyo.
- ¡Ah! sí dime... -dijo la mujer de nuevo centrada en sus hojas, sin perder la sonrisa amable.
- Queríamos saber... si la biblioteca cuenta con algún tipo de salones para exponer o algo así - dijo Zacarías.
- Creo que no comprendo... - dijo la mujer perdiendo su sonrisa y mirándolos algo extrañada.
- Sí, necesitamos saber si hay más salones aquí dentro - Diana fue un poco más directa que su amigo.
- Pues me temo que no, hay un salón de juntas pero en realidad casi nunca se usa, la única oficina aquí es la mía, el módulo de préstamo y ya, es todo lo que la biblioteca tiene... pero un salón no, ¿para qué lo quieren? - dijo la mujer aún más extrañada, pero algo en sus ojos la delató, pues según pensó Zacarías ella sabía de qué estaban hablando, pues se veía lejos de estar sorprendida, incluso pensó que su mirada había algo de triunfo.
- Haremos una exposición algo larga, y queríamos hacerla aquí en un lugar silencioso ya sabe - dijo Diana.
- Me temo que no, linda esta vez no tengo nada para tí - la bibliotecaria bajó la vista. En un silencio bastante incómodo se quedaron, decidieron que ya tenían que irse, al parecer no habían logrado nada, se dieron la vuelta y caminaron por el pasillo hasta las escaleras, cuando llegaron al inicio de la escalera la mujer volvió a hablar.
- Lo que buscas es de color rojo, Diana, buenas noches - dijo la mujer y cerró la puerta, Zacarías se quedó estupefacto, ¿la mujer sabía acaso algo del Peregrino?
- ¿Entendiste lo que dijo? - Zacarías miró a Diana sorprendido.
- Creo que sí... - Diana bajó de vista y siguió por la escalera, llegaron al vestíbulo de la biblioteca y miraron el lugar.
- Los libros rojos... - dijo Zacarías.
- Exacto - los dos fueron hasta los pasillos con libros rojos, parecía lo más normal del mundo. Aunque ahora que sabían que existía algo oculto entre los libros se alarmaron.
- No entiendo, los libreros no están pegados a la pared ¿cómo hay una puerta secreta o algo? - dijo Diana.
- ¿Te sientes Scooby-Do? no creo que vayamos a encontrar algo así - Zacarías y Diana rieron por lo bajo, miraron los libros de arriba abajo, no había ni la más mínima pista, pasaron bastante rato ahí recibiendo mensajes de sus amigos y sugerencias pero nada daba en el clavo, hasta que Zacarías jaló un libro grande de sociología en busca de una pista, pero por accidente un tomo cayó justo a lado de su pie y la loseta sonó como una gran tapa metálica, cuando esto pasó se voltearon a ver sorprendidos e inclusos sonrientes, levantaron el libro tratando de no hacer demasiado ruido.
Diana esperó hasta que fueran las nueve, a esa hora las personas ya escaseaban, entonces se hincaron frente al metal, Zacarías miró el metal y buscó la más mínima señal de que se pudiera levantar, sin embargo, Diana fue mucho más hábil que él sin avisar empujó la puerta y esta se deslizó, a sus pies apareció un enorme túnel estaban estupefactos, se sonrieron el uno al otro, en ese momento las luces de la biblioteca comenzaron a apagarse pues comenzarían a evacuarla, sin pensarlo se lanzaro y vieron que había una escalera flotante, bajaron tan rápido como pudieron cerrando la entrada.
- Pues sí resultó ser como en Scooby-Do - dijo sonriente Diana, Zacarías la miró emocionado, supo que con la ayuda de su amiga estaría más que bien.
- Mira ahí, hay un interruptor...- Zacarías señaló por medio de la oscuridad, que era rota por la luz de sus celulares.
- ¿Crees que sea una buena opción? - dijo Diana, pero no fue la voz de Zacarías la que respondió sino la voz de Diego.
- ¿Diego? - dijo Diana y se dió cuenta que Zacarías estaba haciendo videollamada con todos ellos, Diego y Emily los estaban esperando fuera de la biblioteca, se veía la oscura y fría noche desde sus celulares, Ariadna se veía en su habitación al igual que Selene.
- Avancen con mucho cuidado - dijo Ariadna, Zacarías para tratar de contrarrestar el miedo encendió el switch, un largo pasillo apareció frente a ellos, era de ladrillo blanco igual que toda la biblioteca, caminaron, las lámparas parecían de reclusorio.
- Definitivamente es aquí... - Zacarías avanzaba con miedo y cautela, al llegar al fondo del túnel, el corazón le dió un vuelco, pues se oía ruido en la habitación donde terminaba este, levantó la vista y miró a Diana, quien se puso el celular de Zacarías en el pecho.
- No digas... nada...- trató de decir Diana sin articular demasiado las palabras, avanzaron lento y llegaron a la habitación, estaba en tinieblas solo al fondo de frente a una computadora había una persona, era una silueta un hombre, tan pronto como aquel misterioso hombre los descubrió se dió la vuelta, a contra luz su rostro quedó oculto en las sombras. Zacarías corrió hacía él, pero aquel hombre parecía ser diestro en las artes marciales, haciendo un extraordinario uso de su fuerza lanzó una mesa movible llena de libros hacía el muchacho, Diana también se lanzó sobre él, pero también recibió un librazo en la cara. Se trataron de poner de pie, pero antes de alcanzarlo, una máquina de humo comenzó a funcionar. Se pusieron de píe y el hombre había desaparecido.
- ¿Pero quién demonios era? - dijo Zacarías.
- ¿Crees que estemos en problemas? - Diana cuestionó, se agacharon y el teléfono de Zacarías se había estrellado, la llamada fue finalizada por el golpe. Diana se agachó hacía él y le extendió el celular.
- Lo siento, yo pagaré por él, le diré a mi abuela... - Diana parecía tan apenada.
- No digas tonterías, al menos estamos bien, mejor busquemos otro interruptor porque nos hace falta la luz... ¿Estás ahí! - gritó el chico esperando que la sombra de nuevo hiciera presencia, pero no fue así, al final hallaron un switch lo encendieron y entonces se vieron en una sala llena de libros, viejos y nuevos, también había colchonetas, y dos computadoras al final del aula.
- ¡Esto sí es un cuartel! - Diana miraba estupefacta la cantidad de libros que había.
- Esa sombra viene seguido, no todo tiene polvo, en especial las colchonetas ni las computadoras... - dijo Zacarías mirando el suelo y la sala entera.
- Aquí estuvieron tus hermanos... alguna vez... - dijo Diana poniendo una mano en su hombro.
Zacarías se dio la vuelta se miraron a los ojos, entonces comprendió cuánto quería a Diana, ella y Emily se habían vuelto sus hermanas, se abrazaron en un momento muy bello.
- ¿Crees que podamos sacar información de la computadora? - Diana miró las PC.
- Muy seguramente sí, vamos - Zacarías trató de enviar un mensaje con su celular, pero fue inutil, la tinta le escurría como si lo hubiese mojado.
- Toma el mío - dijo Diana quien se puso aún más apenada por haberlo roto.
- Es un lugar muy extraño, parece atrapado en el tiempo y a la vez hay algo que lo mantiene latente - dijo Zacarías mientras escribía a sus amigos.
Diana seguía recorriendo el lugar, las cosas con el humo y el polvo parecían tan viejas ante sus ojos.
- Mira... - dijo señalando hacía un montón de periódicos viejos.
- Parece qué quién esté aquí también está buscando al peregrino - dijo Zacarías mirando toda la información que tenía frente a él.
- Pues aunque lo esté buscando tampoco está de nuestro lado... - Diana dijo esto con una voz temblorosa.
- ¿De qué hablas? - dijo Zacarías yendo hacía donde su amiga estaba de píe.
- Ella, es tú tía, ¿no es así? - Diana levantó una hoja que tenía impresos algunos datos y aunado con un clip una foto.
Nombre: Eva Dzayn
Peligrosidad: Alto riesgo.
Información: Ocupa un alto puesto dentro del Colegio, fiel sirviente de Rubén Villanueva, Diputada general, posible postulada a las siguientes elecciones de Presidente de la nación.
- ¡Guao! no nos habías dicho que tú tía sería presidente.
- No... no lo sabía... - dijo Zacarías.
- Pero entonces... ¿el que nos atacó es bueno o fue malo? - Diana seguía absorta.
- Llevémonos... - pero Zacarías no terminó su frase pues detrás del archivo de su tía no solo estaba el de ella, estaba uno de Emily, uno más de Diana, y así de cada uno de ellos, al notar eso se preocuparon aún más, pues entonces se hallaban en terreno enemigo, y aquella sombra no iba a tardar en regresar.
- ¡Vamonos! - Diana tiraba de Zacarías, pero este estaba leyendo los demás expedientes.
- Sí, pero necesitamos saber en quién podemos confiar, casi todos los profesores están... espera esta es doña Margarita, ella...- de nuevo Zacarías fue interrumpido, pues a lo lejos se escuchó como la puerta de metal había sido recorrida.
- ¡Alguien viene! - dijo en un susurro Diana.
- Ven, sí él pudo salir por los conductos de aire, nosotros también, ven... - dijo y quitó la tapa de los ductos de ventilación y se metieron en ellos. Era como estar en una película, una muy extraña, pues estos tubos pensó Zacarías realmente estaba diseñados para escapar, y quizá sí un poquito como ducto de ventilación, siguieron avanzando, miraban continuamente el GPS de su celular, para saber en qué parte de la escuela estaban, una vez que llegaron al edificio O se encontraron con otra escalera flotante. Tan pronto la vieron decidieron salir al final de la escalera había una tapa de piedra que no se molestaron en quitar, pues Emily y Diego ya la estaban moviendo.
- ¿Están bien? - dijo Emily abrazando a los dos.
- Sí, hay mucho que contarte Emily, tengo otra teoria pero creo que es bastante errónea - Diana miraba el suelo pensando y sin mirar a Emily, entonces Zacarías intuyó lo que Diana pensó, y es que una parte de él decía que Enzo era el que estaba ahí, pero ¿por qué las hojas de "alto riesgo"? tenía la sospecha de que tal vez Enzo si tenía planes propios que no estaban muy a favor ni de Ruben ni del Peregrino. No dijo nada, porque lo que menos quería era causar una discusión ahora.
- Oigan, ya son las diez y media, ¿a qué hora verán a la mujer esa? - Diego parecía ser el único que recordaba el plan.
- Es cierto, tenemos que resolver dudas mañana, ahora necesitamos más información, porque algo no está bien... - Diana dijo esto y caminó hacía Emily.
Zacarías fue con Diego, lo tomó por el brazo alejándose un poco.
- ¿Estás bien, mi amor? - dijo Zacarías abrazando a su novio.
- Sí mi amor, no me he sentido mal, quizá algo fatigado pero creo que es porque no he comido mucho... - respondió Diego.
- Te amo... - susurró a su oído Zacarías.
- Eres tan valiente, Zack - tras estas palabras se dieron un largo beso.
- Aquiles, Patroclo, dejen los besos para después - dijo Diana riendo.
Hicieron un inteligente plan, en el que Diana y Diego, se fueron por otra parte hasta el edificio G, ahí se subieron al techo, mientras que Zacarías y Emily irían muy tranquilos hasta las mesas de ajedrez. Emily y Zacarías comenzaron a andar.
- Oye... - dijo Zacarías.
- Dime - respondió Emily.
- ¿Qué pasó con lo de tu hermano?
- Hmm sigo sin asimilar que haya traicionado a Rubén... pero ¿por qué lo dices?
- Creo que lo vi esta noche.
Se quedaron parados en medio de la oscura explanada.
- ¿Cómo...? ¿Qué dices? - Emily lo miró con demasiada ilusión.
- Bueno no, o sea había alguien ahí cuándo llegamos, pero no sabemos si encontramos el salón correcto... - Zacarías la vió, le partió el corazón ver como la esperanza abandonaba sus ojos.
- Cuéntame por favor... - susurró suplicante su amiga.
- Había alguién ahí esta noche, al principio creí que era Enzo, pero después ya no pensé lo mismo, alguien más está tras El Peregrino, no pero no en buen plan, alguién con intereses propios que no sé si me dan más o menos miedo.
- ¿Por qué intereses propios? - Emily seguía sin entender.
- Verás, cuando pensé que era Enzo, Diana me enseñó unas hojas que vienen en mi mochila, estas son como expedientes, en ellos... Hay clasificaciones... sobre nosotros.
- ¿Clasificaciones?
- Sí, por ejemplo de mi tía hay datos una foto y tiene la clasificación: "Alto riesgo"
- ¡GUAU!
- Sí, también hay nuestras... trajimos algunas... pero hay alguién más...
- O... Enzo tiene otros planes...
- Emily yo creo que...
Se quedaron quietos cuando a lo lejos se veía una silueta.
- No... te... muevas - dijo Zacarías tomándola de los hombros.
Despacio caminaron hacía una jardinera, llegaron y vieron que la silueta seguía caminando, pronto descubrieron que iba hacía las mesas de ajedrez, era su cita. Al cabo de no más de tres minutos estuvieron frente a la sombra.
- ¿Quién eres? - dijo Emily.
- Soy alguien que por ahora no puede decir su nombre... - respondió tratando de engrosar la voz, lo cual iba fatal pues se delataba más.
- ¿Qué tienes que decirnos...? - Zacarías la miró amenazante.
- De verdad pueden confiar en mí... esta vez no puedo decir nada, solo pedirles que confíen... Sé que tienen los libros de Enzo... pero les falta la última parte.... o la historia tomará un camino turbio... que no creo que puedan seguir... - la sombra los miró.
- ¿Cómo sé que él lo escribió? - Emily la miraba, Zacarías pudo notar a la luz de la luna como dos cristalinas lágrimas brotaban de los ojos de Emily.
- ¿Qué hago para que confíen en mí? - la sombra se oía suplicante pero esto no convencía para nada a Zacarías, entonces pensó que así como ellos estaban juntos, muy seguramente había alguién más vigilando.
- No te vamos a creer... - dijo Zacarías comenzando a rodearla.
- ¿Por qué no? Aquí está el libro si lo quieren - sacó de su capa una libreta negra.
- Entregalo lentamente... - Emily extendió la mano.
- Toma en cuenta que el más mínimo movimiento en falso y habrá consecuencias - Zacarías no tenía idea de dónde salía tanta valentía, pues jamás le había hablado así a alguien, en ese momento sacó de su mochila una elegante navaja que Diana le había prestado.
- Tranquilo niño... toma... - dijo la sombra volviéndose hacía Emily, quien pronto arrebató él libro, ella se hizo hacía atrás pero se sobresaltó cuando sintió la punta de la navaja de Zacarías. Cuando la sombra se quiso hacer hacía el frente una enorme llamarada apareció delante de ella, Emily junto a Diego y Diana, sostenían cada uno un encendedor y un desodorante, provocando fuertes flamas.
- ¡APAGUEN ESO! - esta vez sonó sumamente espantada la figura, y entonces Zacarías comenzó a cambiar de opinión, lo hizo aún más cuando una fuerte y tranquila voz les gritó desde lo lejos.
- ¡ALTO! ¡EMILY, DIANA, DIEGO! ¿ESTAN LOCOS! - el profesor Gustavo avanzaba a gran paso hacía ellos. Zacarías recordó la gran valentía que había tenido Diana el día que enfrentó al profesor Jaime, Diana no lo sabía pero inspiraba demasiado a Zacarías.
- ¡LO CONOCE! Apunten a él - dijo Zacarías gritando. Los tres chicos taparon el paso de la sombra y Zacarías se paró frente al profesor.
- ¡YA BASTA DZAYN! ¡NO SEAS INSOLENTE COMO TUS HERMANOS! - algo en el rostro del profesor había cambiado completamente cuando dijo eso.
- ¡GUSTAVO! ¡YA! Está bien, ustedes ganan les diré quien soy pero no disparen eso de nuevo - la sombra habló con voz normal, e incluso era bondadosa su voz.
La sombra se enderezó, y jaló su capucha hacía atrás, una enorme melena rizada apareció sobre su cabeza. Se quitó los lentes y el paliacate... ante ellos estaba el rostro maduro, y doliente de Valeria, la chica de la foto, había perdido la dulzura de su rostro ahora lucía como una persona eternamente doliente, se veía más delgada, alta y pálida.
- Por favor chicos... - la mujer se veía sorprendida.
- Tú... - dijo Zacararías.
- Tú eres Valeria...- susurró Emily.

Las Crónicas del Oriente: 1.HermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora