EL LOBO FEROZ.

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La mansión Blackwood se erguía imponente en el corazón del bosque, sus torres góticas alcanzaban las nubes, y las sombras parecían cobrar vida bajo la luz de la luna llena

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La mansión Blackwood se erguía imponente en el corazón del bosque, sus torres góticas alcanzaban las nubes, y las sombras parecían cobrar vida bajo la luz de la luna llena. En su interior, la oscuridad reinaba, rota solo por la tenue luz de unas velas que apenas iluminaban los pasillos fríos y solitarios. Era aquí donde el Alfa de los Alfas, Deucalion, guardaba su mejor arma.

—Hija. —La voz de Deucalion resonó en la habitación oscura, llena de autoridad y urgencia.

Un gruñido profundo, cargado de peligro, respondió a su llamado. Era un sonido aterrador que hacía temblar hasta al más valiente. Incluso el poderoso Alfa tembló ligeramente en su lugar al sentir el peso de aquella presencia. Los ojos rojos, brillando con una intensidad feroz, se hicieron presentes primero. Unos instantes después, un gran lobo completamente negro, con un pelaje tan oscuro como la noche, emergió de las sombras.

Kaida Blackwood, en su forma lupina, era una visión impresionante. Sus músculos poderosos se movían con gracia y letalidad bajo su pelaje negro, y sus ojos rojos resplandecían con una mezcla de ira contenida y una lealtad feroz. Con un movimiento ágil, se transformó, su forma humana reemplazando al lobo. Su cabello castaño caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos, aún brillantes, se fijaron en su padre.

—¿Qué deseas, padre? —preguntó Kaida, su voz calmada pero cargada de una peligrosa expectativa.

Deucalion respiró hondo, tratando de calmar el ligero temblor en sus manos. Sabía que enfrentarse a Kaida, incluso como su padre y Alfa, requería de toda su fortaleza. Ella era la guerrera más temida de la manada, la loba más letal que jamás había existido.

—Hay noticias de Beacon Hills, —comenzó Deucalion, su voz más firme ahora—. Un rumor sobre un Alfa verdadero, un joven llamado Scott McCall. Planeo que nuestra manada vaya allí para investigarlo.

Kaida no mostró ninguna sorpresa. Sabía que las tensiones estaban aumentando, que la paz frágil que habían mantenido estaba al borde de romperse. Sus labios se curvaron en una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

—¿Qué esperas encontrar, padre? —dijo ella—. ¿Un nuevo aliado o un rival a eliminar?

Deucalion la miró, midiendo sus palabras con cuidado.

—Quiero que te unas a nuestra manada, Kaida. —dijo él finalmente—. Juntos, seremos invencibles. Con Scott McCall a nuestro lado, podríamos dominar no solo a los lobos, sino a todas las criaturas sobrenaturales.

La ira de Kaida era palpable, como un fuego ardiente que amenazaba con consumir todo a su alrededor. Ella respetaba a su padre, pero no deseaba ser atada a la manada de los Alfas. Su libertad era lo más preciado para ella, y la idea de ser utilizada para los planes de dominación de su padre la enfurecía.

—No me uniré a la manada, padre. —dijo Kaida con una calma peligrosa—. Mi lugar no está al lado de Scott McCall ni de ningún otro Alfa. Si deseas investigarlo, lo haré, pero no seré una peona en tus juegos de poder.

Deucalion asintió lentamente, reconociendo la firmeza en la voz de su hija. Sabía que Kaida era un espíritu indomable, y tratar de controlarla sería inútil y potencialmente desastroso.

—Muy bien, Kaida. —dijo él, con una mezcla de respeto y resignación—. Ve a Beacon Hills. Descubre la verdad sobre Scott McCall y decide por ti misma cómo proceder. Confío en tu juicio, aunque a veces me aterre.

Kaida inclinó la cabeza en señal de respeto antes de girar sobre sus talones y salir de la habitación. Cada paso que daba resonaba con una determinación inquebrantable.

EL LOBO FEROZ -LYDIA MARTIN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora