1. Kaida.

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El camino a Beacon Hills había sido tranquilo

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El camino a Beacon Hills había sido tranquilo. La motocicleta de Kaida rugía bajo ella, el viento soplaba su cabello castaño y la chaqueta de cuero que llevaba realzaba su figura imponente. Era una visión que pocos olvidaban, una mujer hermosa y letal, a la que nadie se atrevía a desafiar. Kaida Blackwood no tenía piedad y no era difícil hacerla enojar, lo cual todos sabían demasiado bien.

Al llegar a Beacon Hills, los gemelos, Ethan y Aiden, la esperaban en la entrada de una vieja fábrica abandonada. Al verla descender de la motocicleta, bajaron la mirada al suelo, incapaces de sostener la intensidad de sus ojos asesinos.

—Kaida. —Los gemelos hablaron al unísono, su tono reverente y temeroso.

—Hola. —Murmuró ella con una sonrisa cínica—. ¿Dónde está?

Los gemelos señalaron con la cabeza hacia un rincón oscuro de la habitación apenas iluminada. Kaida avanzó con cautela, sus sentidos en alerta. En el rincón, un chico de cabello castaño claro estaba atado, sus ojos entrecerrados por el dolor.

—¿Quién eres? —murmuró el chico, atontado y con la voz entrecortada—. Suéltame.

—Lo lamento. Soy Kaida Blackwood, es un honor.—Kaida tomó su rostro con delicadeza, observando las marcas de la violencia—. Los gemelos no fueron gentiles.

Ethan suspiró con fuerza, sabiendo que las palabras de Kaida eran tanto una disculpa como una advertencia. Antes de que pudiera decir algo más, un gran ruido retumbó en la habitación, causando un dolor atroz en la cabeza de Kaida. Cayó de rodillas, su vista se nubló, y observó a los gemelos retorciéndose de dolor también.

El sonido de una motocicleta se acercó demasiado rápido. Kaida, aún en el suelo, vio a una mujer subir al chico herido, Isaac, a la motocicleta. Sus dientes crujieron de rabia al ver la osadía de la intrusa. Se levantó de inmediato.

La mujer arrancó la moto, y en un movimiento rápido, le dio una patada a Kaida, derribándola de nuevo al suelo.

—Maldita perra, —murmuró Kaida entre dientes, su ira crepitando como fuego en sus ojos.

Se levantó lentamente, cada fibra de su ser gritando venganza. Los gemelos, todavía recuperándose del dolor, se miraron entre sí, sabiendo que Kaida no dejaría esto sin respuesta.

—¿Quién era esa mujer? —demandó Kaida, su voz baja pero cargada de amenaza.

—No lo sabemos, —respondió Ethan, con la voz aún temblorosa—. Apareció de la nada y nos atacó antes de que pudiéramos reaccionar.

—Isaac era nuestro objetivo, —añadió Aiden, su mirada aún en el suelo—. Deberíamos haber sido más cuidadosos.

Kaida frunció el ceño, sus ojos asesinos brillando con una mezcla de furia y determinación.

—Encontraremos al beta y a esa mujer. Y cuando lo hagamos, se arrepentirán de haberse cruzado en mi camino.

Con un movimiento decidido, Kaida se dirigió a su motocicleta. El viento volvía a azotar su cabello, y la chaqueta de cuero parecía moldearse a su cuerpo como una segunda piel. Era una cazadora, y nada ni nadie se interpondría en su misión.

EL LOBO FEROZ -LYDIA MARTIN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora