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La mañana estaba llegando a su fin y en esta ocasión, me había ido superbién con la venta de los pays. Pude regresar temprano a casa. Mis hermanos fueron los que no regresaban y me sentí muy victoriosa, porque yo ya estaba terminando de almorzar justo a la hora en que la puerta se abrió.

—¡Ya llegamos! —dijo Emilio quitándose su gorra.

Mis hermanos parecían agotados y es que hoy había sido un día caluroso. Estefan dejó caer su trasero en la silla y se empinó un vaso de agua.

—¡Hey! Lávate las manos primero. Vienes de la calle y así de sucio eres. ¡Qué asco!

¡Irónico! Porque en realidad la sucia era yo. ¡Saliendo a alquilarme por un poco de dinero! ¡Canija vida que tengo!

—Pero tengo mucha sed —repone él.

—Sí, pero tu salud es más importante que el cansancio. No quiero tener otro enfermo en esta casa, no sería de lo más justo para mamá tener que cuidar de ti y de papá al mismo tiempo.

Mi hermano se me quedó mirando con mucha curiosidad y recelo. Como si mi petición le hubiese causado molestia, de mala gana fue a lavarse las manos.

—Y tú, Emilio, por favor cierra la puerta, no sé por qué la dejaste abierta. Sabes qué mamá...

—¡Ah! Es que Manuel vino, solo que, se quedó en su auto hablando por teléfono. Ahorita entra.

¿Manuel? Lunes después del domingo, tenerlo aquí me hizo sentir un poco en apuros. ¡De verdad que yo no esperaba verlo otra vez! Me quedé callada, junté mi plato y lo fui a dejar al fregadero. Mi intención, era netamente poder escapar de allí. ¡Mi corazón se sentía nervioso de ver a Gerardo!

—¿Iras a tu habitación? —Me preguntó Estefan.

¿A dónde más podría huir? Mi corazón literalmente estaba en apuros.

—Sí, tengo que ir a ordenar un poco mi cuarto porque es un desastre y tal vez, regaré mis plantas, ves que no ha llovido desde hace tres días.

Emilio me lanzo una mirada sacada un poco de onda, quizá mi comportamiento le estaba resultando demasiado obvio e infantil.

—Pero...

—Mamá está descansando un rato, traten de no hacer tanto ruido. Cualquier cosa que necesiten, me hablan.

—Pero Manuel...

—Pues lo atienden bien. Hay pays en el refrigerador, le dan uno. ¿De acuerdo? Y si quiere un café, pues le preparas uno o tal vez un capuchino casero. Total, Estefan hace buenas bebidas.

Sin esperar la respuesta, subí los escalones a toda velocidad y me encerré en mi habitación. Encendí mi bocina y conecté mi celular para poder escuchar música a un volumen ligeramente alto (igual, yo no quería que mamá se despertara de su siesta). Comencé a dar vueltas en mi cuarto y una parte de mí se había puesto muy nerviosa.

¿Por qué quise escapar de Manuel? Ayer, después de salir de la plaza comercial, todo el camino de regreso a casa se la paso serio y lleno de silencio. No me hablaba, no me miraba y cuando tuve que despedirme de él, solo se limitó a darme un gesto poco amable cuando le di las buenas noches. ¿Y su comportamiento que tiene que ver conmigo? ¿Por qué tanto miedo de hablar con él, después de algo así? Pues verás, en mi cabeza no podía salirse la idea de que seguramente, como dijo Jonatán, mi querido Manuel se sentía celoso. ¿De verdad eran celos? ¿Celoso de...?

Entonces tocaron a mi puerta, justo cuando yo terminaba de acomodar unos libros en mi estante.

¿Era él? Mi mente estaba segura de que sí. ¿A dónde podría meterme para poder esconderme? ¡Mis nervios me hicieron querer no abrir! Manuel era mi crush de toda la vida y eso le daba la oportunidad de hacerme sentir muy inestable.

SI PUDIERA SALVARNOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora