𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟷: 𝙴𝚕 𝚗𝚊𝚌𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚍𝚎 𝚞𝚗𝚊 𝚕𝚎𝚢𝚎𝚗𝚍𝚊

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Los gritos de Laena se podían oír en sus aposentos dando luz a su primer bebé, Daemon quería presenciar el parto odiaba la idea de dejar a su esposa sola en este momento tan importante para la familia.

—¡Mierda Daemon! ¡Esto es tu puta culpa! —gritaba por el dolor a lo que Daemon la miró sorprendido con una sonrisa en rostro

—Y yo que hice? —preguntó

Laena se retorcía en la cama debido al gran dolor que sentía, podría jurar que sentía como el bebé se iba moviendo poco a poco, asomando su cabeza algo que a Laena le diera un escalofrió por la espalda por la sensación, sentía felicidad, adrenalina y miedo. Cuando liberó por completo a su bebé dentro de su cuerpo al instante se escucharon los fuertes llantos

—Es una niña! Una niña frente a su madre—dijo la partera, Laena elevó un poco la cabeza para verla y luego se fijó en Daemon que lo vio con sus ojos iluminados por la felicidad al ver a su hija.

Laena estiró sus brazos para cargar a la pequeña bebé para que pudiera sentir los latidos de su corazón, la pequeña había dejado de llorar al sentir el corazón de su madre.

—Eres preciosa, mi niña—dijo Laena con voz agitada por el parto

—Mi pequeña, mi dulce niña—dijo Daemon acercándose para posar sus labios en la pequeña cabeza de su hija

—Cómo la llamaremos? —preguntó Laena—. Es igual a ti... —dijo observando a la pequeña

—Daenyra... Daenyra Targaryen—la nombró Daemon.

Y así fue como la niña fue reconocida por la familia Targaryen y Velaryon, la primera hija que fortaleció a dos casas importantes en el reino.

Con el tiempo Daenyra fue creciendo sana y fuerte, aunque a veces su fortaleza la llevaba hasta otro límite, no le gustaba mucho la idea de usar vestidos todo el tiempo amaba la forma en como los caballeros entrenaban con sus espadas y ella deseaba luchar algún día como ellos. Agarraba las espadas de madera que usaban los niños para empezar a entrenar en tan corta edad y le pegaba a un tronco que tenía cerca, imaginándose que podrían ser sus enemigos. Sin que ella lo notara era observaba por su padre con una sonrisa, sus hermanas gemelas Baela y Rhaena la observaban también, pero ambas le tenían miedo.

El nacimiento de sus hermanas fue como un balde frió para Daenyra con el tiempo que fue creciendo, dándose cuenta de que tenía que ocuparse de ellas de alguna manera u otra por ser la hermana mayor. Ella no sabía cómo hacerlo, sólo tenía una forma de acercarse a sus hermanas y cuidarlas

—Muy bien, hoy empezaran su entrenamiento—dijo una Daenyra ya de doce años, mirando a sus hermanas que la observaban espantadas—. ¿Qué esperan? Vamos al patio a entrenar

—Pero hermana, no queremos pelear ahora—habló Rhaena que estaba sentada frente a la chimenea

—¡Vamos, no sean cobardes! Algún día pelearemos con personas en el futuro—dijo Daenyra, convencida de que algún día se acercaría una guerra—. Siempre hay que estar preparadas para lo peor

—No nos gustan tus juegos, Daenyra—dijo Baela

—Harán lo que les digo! Soy su hermana mayor y ustedes van a obedecerme—dijo Daenyra impaciente, agarrando a sus hermanas del brazo levantándolas del suelo e ir al patio con sus espadas de madera

—Daenyra... Me estás apretando el brazo y duele—se quejó Baela

—¡Cállate! —ordenó Daenyra ya en el patio dándoles una espada a cada una—. Bien, deben aprender a agarrar con fuerza la empuñadura de la espada, deben pegarle a esos troncos de ahí sin que se les caiga la espada—le explicó a sus hermanas a lo que ellas asistieron y empezaron a pelear contra el tronco

La Que No Arde || Jacaerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora