CAPÍTULO DOS: El Futuro Rey de los Piratas

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"¿Qué hace Luffy en la isla de las mujeres?" Es lo primero que piensa el pecoso al encontrarse en mitad de un bosque con solo unos pantalones y un ojo plateado cerrado colgando de su mano por una cadena entrelazada con sus dedos

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"¿Qué hace Luffy en la isla de las mujeres?" Es lo primero que piensa el pecoso al encontrarse en mitad de un bosque con solo unos pantalones y un ojo plateado cerrado colgando de su mano por una cadena entrelazada con sus dedos. Se siente algo indefenso sin su cuchillo, sin su fruta que ya no puede sentir y sin su sombrero (al que le había pillado cariño); y ni siquiera el pensamiento de que al estar muerto nada puede volver a matarlo puede aliviar la incomodidad.

Su cuerpo entero se tensa al escuchar golpes y observar el horizonte, donde los árboles caen uno tras otro. Los pájaros huyen de la escena del crimen, pavoridos, volando lejos de ahí. Si Ace no hubiera reconocido esos gritos, hubiera corrido en la dirección de los pájaros. Traga saliva y reúne el coraje para correr hacia el lugar de los sucesos.

Cuando llega, se extraña al no ver al monito por ahí pero sí el desastre que ha dejado a su paso. Mira a su alrededor y ve un camino de hoyos y grietas que lo hacen intuir la ruta hacia Luffy. Sigue esas pistas, escuchando los gritos de su hermano. Cada grito que ordena 'desaparece' seguido de un estruendo consigue clavar una daga en el corazón del pecoso. Detiene su paso, petificado, al ver una gran piedra impactar contra una montaña y destruirla. Luego, corre más rápido.

Luffy siempre ha sido un llorón, pero lo cierto es que esta vez había sido su culpa que el del sombrero de paja estuviese así. Y no podía soportarlo sabiendo eso.

Corrió más rápido siguiendo las pistas que más que aliviar al azabache, lo acojonaban. ¿Qué diablos estaba haciendo Luffy?

De reojo, percibe un punto azulado moviéndose hacia un punto no muy lejano en frente de Ace. Este último lo reconoce como Jimbē. Sigue la mirada del gyojin y encuentra a su hermano, tirado en el suelo y lleno de vendas, lo que no hace más que aumentar su preocupación. En cuanto su mente procesa que lo ha encontrado, sus piernas echan a correr, escuchando el tintineo del ojo, que se colgó apresuradamente del cuello tal y como lo tenía el ángel.

Se detiene al lado de su hermano casi al mismo tiempo que Jimbē y extiende su mano para tocar su espalda, en vano. Su mano atraviesa el cuerpo del monito, haciéndole sentir a Ace un vacío que no había sentido desde que conoció a Sabo en Gray Terminal. Se sentía repentinamente solo, impotente e imbécil.

¿Qué clase de inútil no podía ni proteger a su hermano menor?

Se mordió el labio mirando a Jimbē.

"Por favor, recuerda lo que te dije, Jimbē." Imploró, acercándose al hombre pez. "He muerto, así que por favor, cuida de Luffy." Las lágrimas empezaron a caer incontrolablemente de sus ojos. "Por favor, Jimbē."

"La guerra ha terminado." Habla él observando a Luffy. "Ace-san está..." es interrumpido por Luffy.

"¡No lo digas! ¡No digas nada!" Ace se lleva la mano a la cara, conteniendo su jadeo.

No es muy difícil saber cómo funciona la mente de Luffy. Realmente es un chico bastante simple: la carne le hace feliz y le molesta cuando se meten con sus seres queridos. Siempre ha sido así, un chico simple pero leal a sus valores y eso ha permitido que muchas personas se acerquen a él como mosquitos a la luz. Sin embargo, muy pocos conocen a Luffy tanto como Ace. De hecho, nadie lo hacía desde que murió Sabo hasta que llegaron los nakamas del menor. Por eso Ace sabe que, desde su partida, el mayor miedo de Luffy se ha hecho realidad: está solo. O al menos se siente solo.

Estar solo es lo peor de todo. Dice la voz de su pequeño hermano con siete años, lleno de vendas, como hoy, pero sonriente ante la presencia de Ace y Sabo.

"Yo mismo voy a pellizcar mis mejillas para saber si esto es real." Advierte con el ceño fruncido, como si estuviese enfadado con el mundo. Su voz suena contenida, rota.

Y es que Luffy estaba enfadado con el mundo de mierda infestado de Marines, con Akainu, con Barbanegra... pero sobre todo consigo mismo. Ace no murió por su ejecución. No fue a manos de unos verdugos enmascarados, sino a manos de un almirante de la marina, Akainu, quien realmente lo estaba atacando a él. En su mente, él fue la razón por la que Ace ya no vivía.

"Sí esto es un sueño, ¡despertaré!" Ace niega con lágrimas en los ojos. Ver aquello solo estaba haciéndole mal. Su pecho dolía incluso más que cuando Akainu le atravesó. Tal vez, incluso, solo ha sentido más dolor tras la muerte de Sabo.

La culpa lo consumía. Ace había pasado por ese dolor una vez, y no se lo desearía ni a su peor enemigo. Pero, ¿Luffy? ¡No era justo! Luffy lo sufrió también con él, ¿por qué tenía que pasar por esto una segunda vez? Viéndolo ahí tirado, Portgas lo confundió con un Luffy de siete años, llorando en un barranco observando el mar mientras tapaba su carita llorona con el sombrero que le dio la persona que más admiraba. Sombrero que, en esos momentos, Luffy no portaba.

Tuvo miedo de que eso significase que abandonaría su sueño.

"Es un sueño, ¿verdad...?" Dice el más pequeño en un hilo de voz, con su voz rompiéndose. Las lágrimas que hasta ese momento había conseguido contener a duras penas, comienzan a salir de los ojos del menor cual cascada, acompañadas por unos sollozos que parecen destruir su corazón incluso cuando piensa que sería imposible hacerlo más. "¡Ace no está muerto, ¿verdad?!" El nombrado se muerde el labio, dejándose caer al suelo.

"¡Sí, está muerto!" Exclama Jimbē, portando una expresión seria y una fortaleza que resulta hasta dolorosa. El llanto de Luffy se hace más intenso, por lo que Ace no es menos. Se acerca a Luffy, sin llegar a un punto en el que sus cuerpos se sobrepongan, y llora con él.

"Luffy, no seas llorón." Pide con una sonrisa de lado, que se ve algo fuera de línea comparada con la tristeza que muestran sus ojos. Sin embargo, Luffy grita tratando de deshacerse del desazón de su garganta. "Argh." Se limpia las lágrimas, solo para dar paso atrás mientras trata de sobrellevar esa situación lo mejor que puede emocionalmente.

Por un momento, lo único que se escucha en el bosque son los gritos del futuro Rey de los Piratas.

"¡ACE!"

El pecoso niega, con lágrimas por toda la cara, negándose a seguir presenciando aquello.

"Ojo, vámonos."

"¿Adónde le gustaría ir ahora?"

"A cualquier parte." Implora en un hilo de voz.

"Muy bien. Destino: la tumba del sujeto." Ace abre los ojos.

"No, ahí no..." masculla, pero es interrumpido por el ojo de iris dorado.

"Trámite de transporte completado."

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No me gusta del todo. Siento que no he sabido plasmar bien los sentimientos de Ace.

Espero que os haya gustado de todas formas <3

A('s) SOUL | One Piece Week 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora