CAPÍTULO CUATRO: Una Familia Atípica

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En una colina de la isla Sphinx, yacen dos lápidas

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En una colina de la isla Sphinx, yacen dos lápidas. Una enorme y majestuosa que tiene clavada una bisento que perteneció al hombre más fuerte de los mares; y otra un poco más pequeña y humilde con uno de los nombres más imponentes que viajaron de boca en boca hasta hace bien poco: Portgas D Ace.

Ese mismo hombre se encuentra actualmente apoyado sobre su tumba, pues ha descubierto que es lo único que puede tocar, con la piel alrededor de sus ojos colorada por un rojo carmín suave que delata su intenso llanto. Aunque ya no caen lágrimas por sus mejillas, sus ojos siguen aún un poco húmedos y su nariz algo poblada de mucosidades.

Sus ojos piedra observan distraídamente el objeto plateado que sostiene entre sus manos. Es el ojo plateado que consiguió tomar prestado de aquel ángel con un nombre tan raro que ya no lo recuerda. No sabe muy bien que más puede hacer. O más bien tiene miedo de darle más uso. Las únicas dos veces que lo ha usado lo han llevado a un par de llantos que solo ha visto en niños pequeños. ¡Ni Luffy ha llorado tan desconsoladamente en su vida, seguro!

Es que, además, tiene tela. Portgas D Ace es un tío simplón, sí; pero tiene un orgullo pirata que no se lo quita nadie. No puede permitir que nadie lo vea así como está, así que aún no puede volver con Whisky y su padre, que son los únicos que pueden ver su desastrosa y devastadora apariencia.

Le da vueltas al collar, inspeccionándolo con curiosidad.

"¿Qué más puedes hacer?" Le pregunta, sin obtener respuesta. "¿Puedes enseñarme cosas?"

"¿Qué le gustaría ver?" Ace abre los ojos, pensativo, antes de entrecerrarlos.

En su mente empiezan a cruzar nombres fugaces como Marco, Vista, Haruta e incluso Yamato o Tama. No obstante, en cuanto el nombre de una de las mujeres más importantes en su vida, si no la que más, entra en su cabeza, no vuelve a salir.

Su cerebro genera una imagen sin siquiera pedírselo. En esa imagen se encuentra en una sala grande, algo mal cuidada, y con una mesa en el centro. Alrededor de esa mesa hay muchas personas vestidas tal cual lo haría un bandido, pero entre todas ellas hay una que destaca y no solo por su gran tamaño.

Dadas era una mujer que de mujer solo tenía las tetas y el aparato reproductor, porque por lo demás, era más imponente que ningún otro hombre que Ace pudo haber conocido en su infancia, sin contar al viejo, claro. Aunque nunca lo demostró. ¿Por qué hacerlo? Él es un hombre, después de todo.

A pesar de los gritos, de la mala hostia que tenía siempre la mujer y de las absurdas reglas de la casa, Ace nunca tuvo a nadie mejor para hacer el rol de su madre que Dadan. Su pelo pelirrojo y rizado le hicieron a un pequeño pecoso pensar en si el pelo de su madre podría haber sido parecido, y luego se encontró a sí mismo descubriendo que, a pesar de que amaba a Rouge, no le importaba si se parecía físicamente a Dadan o no.

Porque una cosa es la madre biológica que arriesgó su vida por él, y otra es la madre que lo cuidó y acogió (aunque de muy mala gana). Claramente, ambas madres tienen un lugar en su corazón enorme, muy muy grande.

A('s) SOUL | One Piece Week 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora