La Sorpresa en el Bosque

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La mañana siguiente llegó con la promesa de nuevas aventuras

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La mañana siguiente llegó con la promesa de nuevas aventuras. Charlus despertó temprano, como siempre, y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. A medida que los primeros rayos del sol iluminaban la casa, se sintió agradecido por otro día más con sus tres pequeños.James fue el primero en levantarse, con su cabello desordenado y ojos aún somnolientos. Charlus lo saludó con una sonrisa.

—Buenos días, campeón. ¿Dormiste bien?

James asintió, frotándose los ojos mientras se sentaba a la mesa.

—Sí, papi. ¿Qué vamos a hacer hoy?Charlus le entregó un vaso de jugo de naranja.

—Primero, desayunar. Luego, tal vez podamos ir al bosque de nuevo. ¿Te gustaría eso?

James asintió con entusiasmo justo cuando Remus y Sirius entraban a la cocina, también buscando su desayuno. Charlus les sirvió a todos y se sentó con ellos, disfrutando de la compañía de sus hijos.

Después del desayuno, Charlus los ayudó a vestirse y pronto estaban listos para otra excursión al bosque. Los niños estaban emocionados, recordando la diversión del día anterior.

—Recuerden, debemos permanecer juntos y escuchar siempre a papi —les recordó Charlus mientras se dirigían al bosque.

—¡Sí, papi! —respondieron los tres al unísono.

El bosque estaba tranquilo y fresco esa mañana, y los niños corrían de un lado a otro, explorando y riendo.

Charlus los observaba con una sonrisa, siempre atento a cualquier peligro.

Mientras caminaban, Sirius se detuvo de repente, mirando algo en el suelo.

—¡Papi, mira esto! —llamó, señalando un rastro de huellas.

Charlus se acercó para examinar las huellas. Eran pequeñas, como las de un animal, pero no estaba seguro de qué tipo.

—Interesante, Sirius. ¿Qué crees que podría haber dejado estas huellas? —preguntó Charlus, animando la imaginación del niño.

Sirius frunció el ceño, pensando intensamente.

—Podría ser un conejo. O tal vez un zorro pequeño.

Remus se unió a ellos, mirando las huellas con curiosidad.

—O un hada —sugirió, su voz llena de asombro.

Charlus sonrió ante la sugerencia de Remus. Siempre había sido el más soñador de los tres, con una imaginación que no conocía límites.

—Podría ser cualquier cosa. ¿Por qué no seguimos el rastro y vemos a dónde nos lleva? —propuso Charlus.

Los niños estuvieron de acuerdo y comenzaron a seguir las huellas, emocionados por la posibilidad de descubrir algo nuevo. El rastro los llevó más adentro del bosque, hasta un pequeño claro donde encontraron una sorpresa inesperada.

En el centro del claro había un árbol viejo y retorcido, con una pequeña puerta de madera en su base. Parecía salido directamente de un cuento de hadas.

—¡Miren eso! —exclamó James, corriendo hacia el árbol.

Charlus se acercó con cautela, inspeccionando la puerta. Parecía real, aunque fuera de lugar en medio del bosque.

—¿Qué crees que hay adentro, papi? —preguntó Remus, sus ojos llenos de curiosidad.

Charlus pensó por un momento. No quería desalentar su espíritu aventurero, pero también debía ser prudente.

—No lo sé, pero deberíamos ser cuidadosos. Podría ser la casa de algún animal. ¿Quieren que toquemos la puerta?

Los niños asintieron con entusiasmo, y Charlus se inclinó para tocar suavemente la pequeña puerta.

Para su sorpresa, la puerta se abrió con un chirrido, revelando un pequeño espacio acogedor en su interior.

Dentro había una diminuta mesa con sillas, y lo que parecía ser una cama hecha de hojas y musgo.

Charlus sonrió, imaginando la emoción que esta pequeña casa provocaría en sus hijos.

—Parece una casita de hadas —dijo Charlus, mirando a los niños.

—¡Es increíble! —dijo Sirius, entrando con cuidado para explorar.

—Podríamos venir aquí y jugar a ser hadas y duendes —sugirió James, su rostro iluminado por la emoción.

Remus asintió, mirando a su alrededor con asombro.—Sería como tener nuestro propio lugar secreto en el bosque.

Charlus los observó con ternura. Verlos tan felices y emocionados hacía que todos los sacrificios valieran la pena.

—Podríamos traer algunas cosas para hacerla más cómoda —sugirió Charlus — Pero recuerden, siempre debemos cuidar de la naturaleza y respetar su espacio.

Los niños estuvieron de acuerdo, ya planeando las mejoras que harían a su nueva casita en el bosque.

Pasaron el resto de la mañana jugando y soñando con aventuras futuras, hasta que finalmente fue hora de regresar a casa.

De regreso, Charlus no podía dejar de sonreír. La casita de hadas era solo una pequeña parte de las maravillas que la vida les ofrecía, y estaba agradecido por cada momento que compartía con sus hijos.

Al llegar a casa, Charlus los ayudó a preparar la cena y luego los acostó, escuchando sus emocionadas historias sobre la casita de hadas hasta que se quedaron dormidos.

Charlus se quedó despierto un poco más, reflexionando sobre el día. Sabía que criar a estos niños no siempre sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío por ellos.

Eran su familia, su razón de ser, y haría todo lo posible para asegurarse de que tuvieran una vida llena de amor y aventuras.

Con ese pensamiento, Charlus apagó las luces y se dirigió a su habitación, listo para lo que el nuevo día pudiera traer.

Con ese pensamiento, Charlus apagó las luces y se dirigió a su habitación, listo para lo que el nuevo día pudiera traer

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