Una Fiesta y Viejos Fantasmas

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Han pasado ya dos años desde aquel día oscuro, y Charlus había mostrado una notable mejoría

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Han pasado ya dos años desde aquel día oscuro, y Charlus había mostrado una notable mejoría. La mansión Potter estaba llena de vida y risas, pues los pequeños omegas, Remus, James y Sirius, estaban por cumplir once años. Aunque solo tenían a dos amigos cercanos, Arthur y Bilius Weasley, las fiestas en la mansión siempre eran eventos memorables.

Minerva, con su actitud protectora, observaba celosamente a Bilius mientras jugaba con sus nietos, asegurándose de que no fuera demasiado brusco o se acercara demasiado. Fleamont y Charlus no podían evitar reírse al ver a Minerva en su rol de abuela vigilante. Septimus Weasley, quien había acompañado a sus hijos, Arthur y Bilius, a la fiesta, también compartía la preocupación de que la señora McGonagall no hiciera nada drástico a su pequeño alfa.

Los niños corrían y gritaban, disfrutando cada momento de la celebración. Los adultos charlaban animadamente, felices de ver a los pequeños tan alegres. Sin embargo, el ambiente festivo se interrumpió bruscamente cuando el sonido de la red flu resonó en la sala. Todos se quedaron quietos, y los niños, instintivamente, se pusieron detrás de sus papis.

Minerva sacó su varita, lista para cualquier eventualidad, mientras esperaban a que la persona emergiera de la red flu. Primero apareció un pequeño niño de cabello negro y ojos grises: Regulus. Detrás de él, apareció Lord Black. La tensión en la sala se palpaba mientras Orion empujaba suavemente a Regulus hacia adelante, para que entregara los pequeños regalos a los cumpleañeros.

—Disculpen la intrusión —dijo Lord Black, con una voz formal y algo nerviosa—. He traído algunos regalos para los niños.

Minerva asintió brevemente, sin bajar su varita, y tomó la mano de Fleamont, provocando un leve sonrojo en el omega.

— Buenas tardes Lord Black — dijo la castaña

— Buenas tardes Señora MacGonagall — dijo Orion

Fleamont al sentir la tensión decidió alejar a los niños de la habitación — Vengan niños, vamos a la zona de juegos..... Ven pequeño — dijo Fleamont mirando al pequeño regulus

El pequeño miró como el omega mayor le estiraba la mano, luego miro a su padre el cual asintió con la cabeza. El menor miró de nuevo al omega mayor y acepto con un poco de miedo. Lor menores fueron de la mano hacia la zona de juegos y Septimus antes de irse decide voltear a ver si Charlus necesitará que se quedara, el cual le sacudió la cabeza de forma negativa, el omega Pelirrojo solo asintió y se fue con los pequeños y el omega mayor. Minerva había salido al último para asegurarse que todos los invitados estén en esa zona.

Charlus suspiro y jalo a Orion a la cocina, el omega había decidido que era mejor enfrentar la situación directamente.

—¿Qué haces aquí, Orion? — preguntó Charlus, tratando de mantener la calma y cruzandose de brazos.

—Quería pasar tiempo con mi hijo —respondió Orion, mirando al omega  con una mezcla de esperanza y tristeza

—El niño no te reconoce, Orion — dijo Charlus, con firmeza— Y es mejor que así sea. Tu mujer lo abandonó cuando. Tenía 5 años... Ella no lo quería y tu indiferencia no ayudó nada... Gracias a dios su magia borro sus memorias con el pasar del tiempo, y no hay nada que discutir por lo tanto, la discusión se acaba aquí.

Charlus se dirigió al mostrador de la cocina, tomó unos pastelitos y regresó a la sala, dejando a Orion en silencio. Lord Black, sin saber qué más decir, decidió seguir a charlus hacia la zona de juegos, donde los niños retomaron sus actividades , aunque un poco más cautelosos.

Arthur y Bilius, al notar la tensión, se acercaron a los cumpleañeros, intentando suavizar el ambiente.

—¿Están bien? —preguntó Arthur, mirando a James con preocupación.

—Sí, solo que... es raro —respondió James, mirando de reojo a Regulus.

Regulus, por su parte, se sentía incómodo en el entorno desconocido. Sirius, sin recordar nada de su vida anterior con los Black, observaba al nuevo niño con curiosidad.

—Hola, soy Sirius —dijo finalmente, rompiendo el hielo.

—Hola, soy Regulus —respondió el pequeño, con una sonrisa tímida.

Mientras los niños comenzaban a conocerse, Minerva y Fleamont observaban la escena con atención. Minerva, todavía sosteniendo la mano de Fleamont, susurró:

—Esperemos que esto no cause más problemas.

Fleamont asintió, apretando ligeramente la mano de Minerva en señal de apoyo. Charlus, que había estado observando desde la distancia, sintió una mezcla de emociones al ver a los niños interactuar. Por un lado, quería proteger a Sirius de cualquier posible daño emocional; por otro, sabía que no podía aislarlo de su familia biológica para siempre, aun sabiendo que fue rechazado por esta misma.

Orion se acercó a Charlus con cautela, intentando no perturbar más el frágil equilibrio.

— Charlus, sé que he cometido errores, pero quiero enmendarlos —dijo Orion, su voz llena de sinceridad—. Solo quiero una oportunidad para ser parte de la vida de mi hijo.

Charlus lo miró fijamente, evaluando cada palabra.

—Orion, no puedo prometerte nada. Sirius es mi hijo ahora, y su bienestar es mi prioridad. Tendrás que ganarte su confianza, y eso llevará tiempo.

Orion asintió, agradecido. No le negó la oportunidad pero tampoco se la dio, pero le dio una esperanza aunque fuera pequeña.

—Lo entiendo. Haré lo que sea necesario.

La fiesta continuó con una mezcla de alegría y tensión. Los niños, al menos, parecían disfrutar de los juegos y la comida, mientras los adultos mantenían una vigilancia constante sobre la situación. Septimus se acercó a Charlus en un momento de calma.

—Es difícil equilibrar todo esto, ¿verdad? —dijo Septimus, con una sonrisa comprensiva.

—Más de lo que imaginé —respondió Charlus, suspirando— Pero haré lo que sea necesario por mis hijos.

Mientras tanto, Regulus comenzaba a integrarse en el grupo de juego, gracias a la paciencia y amabilidad de Sirius y los demás.

Minerva y Fleamont observaban con alivio el desarrollo, aunque no bajaban la guardia.

Al final del día, cuando la fiesta llegó a su fin, Orion se despidió de todos junto a Regulus. Regulus le dijo que prometia volver.

Los niños, agotados pero felices, fueron llevados a la cama mientras los adultos se reunían en la sala para discutir los eventos del día.

—Creo que fue un paso positivo —dijo Fleamont, intentando ver el lado bueno—. Al menos no hubo conflictos.

—Por ahora —advirtió Minerva—. Pero debemos estar preparados para cualquier cosa.

Charlus asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero con el apoyo de su familia, estaba dispuesto a enfrentarlo.

Esa noche, mientras la casa se sumía en un silencio tranquilo, Charlus reflexionó sobre los cambios recientes. La visita de Orion había reabierto viejas heridas, pero también había mostrado la posibilidad de sanar y avanzar. Con un suspiro profundo, se preparó para el desafío de equilibrar su vida familiar y proteger a sus hijos, con la esperanza de un futuro más brillante.

 Con un suspiro profundo, se preparó para el desafío de equilibrar su vida familiar y proteger a sus hijos, con la esperanza de un futuro más brillante

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