Jardín

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El sol de la mañana se alzaba suavemente sobre la mansión Potter, iluminando los amplios jardines con una luz dorada. Charlus se levantó temprano, como de costumbre, decidido a dedicar el día a la jardinería. Había algo terapéutico en trabajar con la tierra, ver cómo las plantas crecían y florecían bajo su cuidado.

Fleamont, Minerva, Septimus y los niños también se habían levantado temprano, cada uno preparándose para el día a su manera. Los Weasley se habían quedado un tiempo en la mansión después de que le contaran del colapso que le paso a Charlus hace años. Los pequeños estaban emocionados por ayudar en el jardín, una actividad que se había convertido en una tradición familiar.

Charlus salió al jardín, vestido con una camisa ligera y pantalones cómodos, su delantal de jardinería ya colocado. Llevaba consigo un par de guantes y varias herramientas. Fleamont, Minerva, y Septimus lo siguieron poco después, acompañados por los niños que llevaban pequeños guantes y herramientas de juguete.


—¡Buenos días, todos! —saludó Charlus con una sonrisa—. Hoy vamos a trabajar en la sección de las rosas. Necesitan un poco de atención y cariño.

—¡Sí! —gritó James, levantando su pequeña pala en señal de entusiasmo—. ¡Vamos a hacer que el jardín sea el mejor de todos!


Remus y Sirius asintieron con entusiasmo, mientras Arthur y Bilius ya corrían hacia los rosales. Los adultos rieron ante la energía contagiosa de los niños y se dispusieron a comenzar el trabajo.

Charlus se acercó a un rosal y comenzó a inspeccionarlo cuidadosamente. Había algunas ramas que necesitaban ser podadas y el suelo requería un poco de fertilizante. Fleamont y Minerva se unieron a él, cada uno tomando una herramienta y comenzando a trabajar en diferentes secciones del jardín.


—Minerva, ¿puedes encargarte de los rosales más altos? —preguntó Charlus—. Yo me ocuparé de los que están más cerca del suelo.

—Por supuesto, querido —respondió Minerva, tomando unas tijeras de podar y comenzando a cortar las ramas secas con precisión.


Fleamont, por su parte, comenzó a remover la tierra alrededor de las plantas, asegurándose de que estuvieran bien aireadas y listas para recibir el fertilizante. Septimus supervisaba a los niños, ayudándolos a plantar nuevas flores y enseñándoles cómo cuidar las plantas con delicadeza.


—Recuerden, niños —dijo Septimus, arrodillado junto a ellos—, las plantas son seres vivos. Tienen que tratarlas con amor y respeto para que puedan crecer fuertes y hermosas.


James, Sirius, Remus, Arthur y Bilius escuchaban atentamente, siguiendo las instrucciones de Septimus con cuidado. Cada uno de ellos plantaba una pequeña flor, asegurándose de cubrir las raíces con tierra y darle un poco de agua.

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⏰ Última actualización: Jul 30 ⏰

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