Visitas y Conflictos Velados

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Era una tranquila tarde en la casa de los Potter, y los niños estaban ocupados jugando en el jardín. Charlus estaba preparando té cuando escuchó el suave sonido de la red flu activándose en la chimenea. Sonrió al ver a la profesora McGonagall emergiendo del polvo de esmeralda, con su típica expresión severa pero con un brillo de afecto en sus ojos.

— ¡Minerva! — exclamó Charlus, acercándose para darle un abrazo — Qué sorpresa tan agradable.

— Charlus, querido — respondió McGonagall, devolviéndole el abrazo con calidez—. Pensé en hacerte una visita y ver cómo están mis "nietos".

Charlus rió, sabiendo que, aunque Minerva decía eso en tono de broma, realmente sentía un cariño profundo por ellos. La profesora siempre había tenido una debilidad por Charlus y ahora también por sus hijos.

— Están en el jardín, jugando como siempre. Vamos, te serviré un poco de té — dijo Charlus, guiándola hacia la cocina.

Mientras preparaban el té, los niños se dieron cuenta de la presencia de McGonagall y corrieron hacia ella, llenos de entusiasmo.

— ¡Abuela Minerva! — gritó James, saltando a sus brazos.

— Hola, abuela Minerva — dijeron Remus y Sirius al unísono, con sonrisas amplias.

Minerva se rió y los abrazó a todos, acariciándoles el cabello con ternura.

— Veo que están llenos de energía, como siempre — dijo, con una sonrisa traviesa — Estoy segura de que cuando lleguen a Hogwarts me darán más de un dolor de cabeza.

— No les des ideas, Minerva — dijo Charlus con una sonrisa, sirviendo el té—. Ya son lo suficientemente traviesos.

— Ah, pero esos son los momentos que más recordaré —respondió McGonagall, tomando su taza— Y aunque me arrepienta de haberlos consentido tanto, sé que serán buenos chicos.

De repente, el sonido de la red flu se activó de nuevo, y Charlus se volvió hacia la chimenea con sorpresa. No estaba esperando a nadie más. De las llamas verdes emergió Fleamont Potter, el padre omega de Charlus, con su característica expresión de autoridad y calidez.

— ¡Papá! — exclamó Charlus, corriendo a abrazarlo — No esperaba verte hoy.

— Decidí hacer una visita sorpresa — respondió Fleamont, devolviendo el abrazo con fuerza— Es bueno verte, hijo.

Minerva, sin embargo, se tensó ligeramente al ver a Fleamont. La relación entre ambos nunca había sido la mejor, y aunque se respetaban, había una tensión subyacente que ninguno de los dos podía ignorar.

— Minerva — dijo Fleamont con un tono cortés pero distante.

— Fleamont — respondió McGonagall, asintiendo con la cabeza.

Los niños, ajenos a la tensión, se acercaron a Fleamont con alegría.

— ¡Abuelo Fleamont! — gritaron, abrazándolo por turnos.

— Mis queridos nietos — dijo Fleamont, sonriendo mientras los abrazaba— ¿Qué tal si me cuentan qué han estado haciendo?

Charlus observó la escena con una mezcla de felicidad y aprehensión. Sabía que la presencia simultánea de Minerva y su padre podía ser un desafío, pero estaba decidido a mantener la paz por el bien de los niños.

— Vamos al jardín — sugirió Charlus— Es un buen día para estar afuera, y los niños pueden mostrarnos sus juegos.

Minerva y Fleamont asintieron, siguiendo a Charlus y a los niños al jardín. Los niños comenzaron a mostrar sus juegos y aventuras con entusiasmo, y Charlus aprovechó la oportunidad para hablar en privado con Minerva y su padre.

— Espero que no haya ningún problema — dijo Charlus en voz baja, mirándolos a ambos— Los niños están muy contentos de tenerlos aquí.

— No hay problema, mi niño — respondió Fleamont, mirando a Minerva— Podemos mantener la paz por el bien de los niños.

— Por supuesto — dijo Minerva, asintiendo— Solo queremos lo mejor para ellos.

Charlus sonrió, aliviado de que ambos estuvieran dispuestos a dejar de lado sus diferencias. Se unieron a los niños, participando en sus juegos y risas, y por un momento, la tensión pareció desvanecerse.

Más tarde, mientras los niños descansaban bajo la sombra de un árbol, Charlus, Minerva y Fleamont se sentaron en el porche, disfrutando de una conversación más tranquila.

— Me alegra ver que estás cuidando tan bien de ellos, Charlus — dijo Fleamont, con orgullo en su voz— Eres un padre increíble.

— Gracias, papá — respondió Charlus, emocionado por el cumplido.

— Y sabes que siempre tendrás mi apoyo, Charlus —agregó Minerva— Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedírmela.

Charlus asintió, agradecido por tener a dos personas tan importantes en su vida y en la de sus hijos. Aunque las tensiones existían, el amor y el apoyo prevalecían, y eso era lo que realmente importaba.

El día terminó con una cena familiar, llena de risas y anécdotas. Los niños, exhaustos pero felices, se fueron a la cama temprano, y Charlus se tomó un momento para reflexionar sobre la jornada. Sabía que, a pesar de las diferencias y desafíos, su familia estaba unida por un amor inquebrantable.

— Gracias por estar aquí — dijo Charlus a Minerva y Fleamont, mientras se preparaban para irse— Significa mucho para nosotros.

— Siempre, mi niño —dijo Fleamont, abrazando a su hijo una vez más.

— Siempre — repitió Minerva, sonriendo cálidamente.

Con ese pensamiento, Charlus se despidió de ellos, cerrando la puerta con un corazón lleno de gratitud y esperanza para el futuro.


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★彡[ʟᴏꜱ ᴄᴀᴄʜᴏʀʀᴏꜱ ᴅᴇ ᴄʜᴀʀʟᴜꜱ]彡★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora