Tamaki Amajiki

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Nombre: ___ Atsuka

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Nombre: ___ Atsuka

Edad: 17

Quirk/don/kosei: Hydra (Flores y espinas)




Una joven de cabello negro se encontraba caminando mientras escuchaba música, bailaba levemente al compás de esta dejándose llevar por la melodía, claro eso fue hasta que notó una figura moverse bastante rápido a su lado; una figura muy conocida para él estaba dirigiéndose hasta uno de los rincones más tranquilos del bloque donde se encontraban.

— Y aquí vamos de nuevo — suspiró la joven.

Por su parte se encontraba un joven de cabello índigo, trataba de esconderse en uno de los rincones de la azotea, ¿qué había sucedido? Simple, pero, dejemos que él nos lo cuente.

— Tamaki-san — murmuró la chica asomándose ligeramente.

Al no encontrarlo a simple vista optó por entrar en silencio, se asomaba con cuidado en cada esquina, así hasta encontrarlo tras unas cajas de conexiones; la joven hizo crecer  unas enredaderas que la ayudaron a subir a la pequeña terracilla que se encontraba allí, acercándose en silencio pudo notar como su compañero de salón temblaba levemente y murmuraba algunas cosas.

— ¿C-Cómo p-pudo decir esas cosas? Y-Yo no soy lo suf- — aquellas palabras negativas fueron cortadas de la boca del chico cuando vio una rosa comenzar a crecer bajo su mirada.

Con su habitual postura de remordimiento, su mirada baja y su cabeza pegada a la pared, esa era la única forma en que habría podido ver el obsequio; una hermosa rosa de pétalos índigo comenzaba a crecer hasta la altura de su pecho, él solo la tomó con una leve sonrisa y una risilla, una que solo pocos habían podido escuchar en su vida.

— ¿Qué haces aquí ___-san? — dijo el chico mirando a su alrededor sin encontrar a la chica.

— Venir a ver como está el chico más dulce de todo este lugar — le respondió la joven tocándole el cabello desde la terracilla.

— ¿¡E-Eh?! — el joven se asustó bastante antes de alzar la mirada y encontrarse con aquellos heterocromáticos ojos — D-Deberías bajar de allí, te pueden castiga.

— Que me castigue quien me tenga que castigar, si así te puedo sacar una sonrisa, se que valió la pena.

Mientras la joven hacía un ademán con su mano resbaló, prácticamente cayendo sobre el joven, mismo que la sujetó sin mayor problema, ya estaba acostumbrado a cosas así, pero, aunque él no lo admita siempre le causaba gracia y cierto grado de ternura.

— Al menos, no pe-pensabas caer contra el cemento — la chica abrió los ojos notando una gruesa capa de musgo bajo ellos.

— No estaba aquí para recibir elogios por ello, pero lo tomo — comentó la chica con una ligera sonrisa.

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