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Porfin era fin de semana, lo mejor era que las clases del día lunes fueron canceladas por una fuga en el laboratorio, tendrían un día extra para descansar de tanto estrés.
— ¡Bebé, finalmente te encontré! —El rubio se apoyó en los hombros del hombrecito pecoso, quien saltó ante el tacto.
— Hola Den. —el menor sonrió acomodando su mochila, aunque su mejor amigo se la quitó para llevarla él, siempre lo hacía para que Izuku no cargara peso. — Cancelaron las clases del lunes, ¿Sabías? —preguntó comenzando a caminar a su próxima clase.
— Obvio que lo sé. —rió. — ¿Y sabes qué es lo que significa? —Miró al peliverde quien tenía una cara de cansancio. — ¡Beber como si no hubiera un mañana!
Izuku suspiró, ya que sabía que pasaría todo el fin de semana cuidando de su amigo borracho.
— Me gustaría que viéramos películas en casa en vez de ir a la discoteca.. Ya e pasado demasiadas vergüenzas por tu culpa. —culpó al mayor quien se hizo el confundido.
Este se quedó callado un segundo. Eso era una mala señal. — ¡Ya sé! Juntémonos en mi casa, allí podemos tomar a gusto sin que nadie nos moleste e incluso podríamos ver tus películas luego. —sugirió intentando complacer los deseos de su amigo.
Izuku lo pensó un poco. Normalmente no tomaba pues no tenia mucho aguante como Denki, más que nada se dedicaba a cuidar de la vida de Denki mientras esté estuviera al borde de un coma etílico.
— Está bien, pero hagámoslo en mi casa. Me gusta mi sofá. —el rubio asintió emocionado.
Llegaron al aula de la siguiente clase de Izuku y el mayor le pasó su mochila.
— ¡Adiós bebé, nos vemos en tu casa hoy en la tarde!
Izuku vió como Denki se iba alejando y suspiró, ese revoltoso haría un desastre en su casa.
...
El menor terminaba de arreglar algunas botanas en la mesa de centro cuando escuchó el timbre. Fue hasta la puerta y la abrió.
— ¡Hey! —Denki pasó como si fuera su casa. Después de todo eran mejores amigos y ya se tenían mucho confianza. — Traje algo que seguro que te gustará.
Ambos se sentaron en el sofá. Denki sacó de su mochila algunas latas de cerveza y las dejó en la mesa. Izuku hizo una cara de disgusto pues odiaba el sabor de la cerveza y era por eso que la mayoría de las veces no tomaba nada.
— Tranquilo, traje algo especial para tí. —eso llamó la atención del más pequeño. Vió como el rubio sacaba una pequeña lata de distinto color de su mochila y se la ofrecía.
Izuku con mucha curiosidad la tomó. — ¿Que és? —preguntó con dudas.
