II. Segundo Deseo

99 14 2
                                    

Eva

Me pasé toda la noche vagando por la ciudad. Admiré los rascacielos como una hormiga que contempla a un humano. El lugar donde vivía Roger parecía un pueblo comparado con esta zona. No podía dejar de pensar en él. Estaba muy preocupada por mi fracaso. Fui un poco brusca con él, pero me preocupaba que intentara hacer una locura. Sabía que estaba preocupado por el chico que le gustaba, y por lo de que todos supieran que era guay...  gay. Estaba segura de que tenía muchos problemas, no solo esos. Ojala pudiera encontrar a otra persona a quien ayudar, y olvidarme de Roger. Pero era demasiado cabezota y no sabía que hacer.

Estaba empezando a amanecer, y fui al parque donde vi por primera vez a Roger. No había ni un alma en el parque, y me senté en un columpio. Me quedé un rato contemplando el horizonte con el perfil de los rascacielos, hasta que salió el sol totalmente. Al poco rato, pasó un hombre haciendo footing. Se notaba que era domingo.

—Bueno días, Evangelina. —Me giré sorprendida para ver quien me había saludado, y me caí de culo del columpio. Era el chico gordito, que conocí en el baile. Si no recordaba mal, se llamaba Will.

—Hola, Will. Que susto me has pegado. Me llamo Evangélica, no Evangelina. Si quieres puedes llamarme Eva.

—Lo siento, no era mi intención pegarte un susto. Deja que te ayude a levantarte.

Me ofreció su mano para ayudarme a levantarme. Era un chico tan amable, ojala pudiera concederle deseos, pero hasta que no aclarase las cosas con Roger no podría hacer nada.

—La verdad, es que sin el traje de princesa, casi ni te había reconocido. Pareces preocupada por algo, y tienes cara de no haber pegado ojo en toda la noche.

—Efectivamente. Eres un adivino. Es que quiero ayudara un amigo, pero el no quiere mi ayuda, y yo no le hice caso. Al final no quiere saber nada de mí —dije rápidamente y me sentí algo aliviada al saber que alguien me escuchaba.

—Esta bien que te preocupes por tu amigo, pero no puedes obligarlo a que acepte tu ayuda. Tienes que darle su tiempo.Lo mejor que puedes hacer ahora, es dejarle espacio, y cuando se calmen las cosas habla con él.

—Tienes razón. He sido una egoísta, pero haré las cosas de la mejor manera —salté de la alegría y sentí que mis energías se renovaban.

—Sabes ahora iba ir a la protectora. Si quieres puedes venir conmigo. ¿Qué me dices?

—¿Qué es una protectora? —pregunté con curiosidad.

—¿No sabes lo qué es? Es un lugar donde acogen a los animales que no tienen hogar. Yo soy voluntario. Me vendría bien que me echaras una mano —explicó con paciencia.

—Por supuesto —me ofrecí ilusionada.

—El sitio esta un poco lejos. Normalmente, prefiero ir andado, porque me viene de perlas para perder peso. Si ves que te cansas podemos ir en bus.

Sinceramente si que estaba cansada, pero utilicé mi magia para espabilar mi cuerpo humano. Tardamos cuarenta minutos en llegar. Cuando entramos en la protectora, se me partió el corazón. Había un montón de perros encerrados, y parecían que se alegraran de vernos.

—Pobres animalitos —murmuré tristemente.

—Sí, es una barbaridad que la gente pueda abandonar a estas maravillosas criaturas. Los animales tienen sentimientos, y no son meros juguetes —comentó emocionado— . Hoy no hay mucho trabajo. Así que solo nos tocará a pasear algunos perros.

—¡Que divertido! —grité de alegría.

Cuando intenté acercarme a un perro, para ponerle la correa, me rehuyó, se puso a gruñir, y a la ladrar.

Trece DeseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora