Charlas nocturnas

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Cleo no podía dormir. Lo intentó, pero falló varias veces. Solo daba vueltas en su cama, recordando la última interacción que tuvo con Lucifer. Su percepción había cambiado; todo en él había cambiado. Ya no era ese demonio insoportable al que no podía acercarse por órdenes de Alastor; ahora era alguien cercano a ella, alguien en quien quería confiar y contarle todo sobre ella: lo que la hacía llorar y lo que la hacía sonreír después de llorar. Pero, ¿por qué? ¿Qué tenía él que fuera tan... Encantador? ¿Tan atractivo e hipnotizante? Y, lo más importante, ¿él también se sentía así? Pasó tantas horas con los mismos pensamientos que memorizó por completo el tejido de su almohada.

Le dio sed. Quería agua. ¿Debería bajar o sólo aguantarse? Ella ya se conocía, estaría despierta toda la noche y después se arrepentiría de no haber ido por ese vaso antes.

Se levantó de sus cómodas sábanas de satín y se colocó una bata de dormir guinda que recién había comprado. No sería la prenda más útil de su armario, pero le encantaba lo elegante que se veía.

El hotel estaba en completo silencio mientras Cleo caminaba por los largos pasillos iluminados tenuemente por la luz suave de las lámparas de pared. Cada paso que daba resonaba en el suelo de mármol, creando un eco que parecía interminable. La sensación de soledad era casi palpable, aunque sabía que había otros huéspedes durmiendo detrás de las puertas cerradas. El aire estaba fresco y tenía un ligero aroma a limpiador de pisos y a la fragancia floral que usaban para perfumar el ambiente. Las sombras se alargaban y se retorcían con cada movimiento, dándole un toque misterioso y casi fantasmal al entorno. A pesar de la tranquilidad, había una extraña mezcla de calma y desasosiego que la hacía sentir viva y alerta, como si en cualquier momento pudiera suceder algo inesperado.

Cleo bajó las escaleras con cuidado, intentando no hacer ruido mientras se dirigía hacia la cocina del hotel en busca de un vaso de agua. Al llegar, se detuvo en seco al ver una figura familiar en la penumbra. Lucifer estaba allí, sentado en la mesa, con un vaso de whisky en la mano y una mirada pensativa en sus ojos oscuros.

¿Lucifer? - susurró Cleo, sorprendida de verlo allí a esa hora. Lucifer levantó la vista y una sonrisa leve se dibujó en sus labios. - ¿Qué haces despierto?

-  Cuando llega la noche, me siento inquieto. No pude evitar explorar el hotel, tratando de mantener mi mente ocupada - respondió, su voz suave y grave resonando en la cocina vacía.

- ¿Es eso whiskey? - Preguntó sin saber qué responder a lo anterior y acercándose al grifo para servirse agua. Lucifer asintió con la cabeza y tomó un sorbo de su bebida.

- Parece que el insomnio es nuestro común denominador esta noche - comentó, haciendo un gesto hacia la silla frente a él—. Siéntate, si quieres.

Cleo aceptó la invitación y se sentó, observándolo con curiosidad. Había algo diferente en él, algo que la hacía sentir cómoda y nerviosa al mismo tiempo.

- ¿Qué te mantiene despierta a ti? —preguntó, rompiendo el silencio.

Cleo suspiró revolviendo el vaso en su mano.

- Pensamientos... y recuerdos. A veces, es difícil apagar la mente - Lucifer asintió, comprendiendo perfectamente a qué se refería. Sus propios pensamientos lo habían llevado hasta allí, en medio de la noche, buscando respuestas que no podía encontrar.

- ¿Quieres hablar de eso?

- No sé si me siento cómoda hablando de eso aquí, en medio de la cocina - suspiró Cleo, intentando reír.

- Entonces, ven - respondió Lucifer, ofreciéndole su mano para levantarla y dejando su vaso sobre la mesa. Normalmente, ella lo habría pensado mucho, pero esta vez aceptó y, con un suave tirón, lo siguió a través de la tenue y agradable oscuridad. ¿A dónde la llevaba? No tenía idea, pero eso no le preocupaba; se sentía bien, como si estuviera en un sueño lúcido.

Las llamas del amor // HAZBIN HOTEL // LUCIFERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora