Tercera Parte

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Al día siguiente, la compañía siguió avanzando a través del frondoso bosque de Fangorn. Horas más tarde, hicieron una parada para comer y recobrar energías. Legolas, sin embargo, no tenía hambre. Optó por sentarse un poco apartado del resto y se dedicó a verificar que su arco y flechas estuvieran en perfecto estado, buscando algo en qué ocuparse.

A sus aguzados sentidos de elfo no se les escapaban las miradas furtivas que le dedicaban sus amigos cuando pensaban que él no se daba cuenta. Sin embargo, preferiría fingir que no notaba nada. Parecía que sus compañeros no consideraban como opción ignorar lo sucedido la noche anterior, como lo estaba haciendo él.

—Iré a revisar el perímetro —les avisó antes de salir de allí presurosamente, sin darles tiempo siquiera de contestar.

La soledad reconfortante y la brisa fresca que ofrecía aquel lugar eran exactamente lo que necesitaba, aunque solo fuera por un breve momento de tranquilidad. Con destreza, escaló hasta la cima de un imponente árbol. Al alcanzar la copa, una ola de felicidad inundó su alma al contemplar la vista majestuosa que se extendía ante él. Sin embargo, su paz se vio repentinamente interrumpida por una voz que lo llamaba desde abajo, rompiendo el silencio que había disfrutado hasta entonces.

Una vez abajo, se encontró con Éomer, quien aparentemente lo había seguido hasta allí.

—¿Lograste ver alguna amenaza? —preguntó el rubio.

—No, todo está muy tranquilo —respondió Legolas. Éomer se quedó pensativo por un momento, como si estuviera considerando cuidadosamente sus próximas palabras.

—¿Te importa si te acompaño en la vigilancia?

—Está bien, creo que dos pares de ojos son mejores que uno —sonrió el elfo mientras juntos comenzaban a recorrer el terreno.

Más tarde, se encontraban en la cima de una colina, observando los campos ondulantes y las montañas distantes. El viento jugaba con sus cabellos mientras el sol dorado se ponía lentamente en el horizonte. Hablaron de sus mundos, de la belleza de la Tierra Media, de la lucha interminable contra las fuerzas que amenazaban con destruirla.

De pronto, Éomer miró a Legolas con una mezcla de adoración y nerviosismo. Ya no podía contener las palabras que bullían en su pecho.

—Legolas, anoche... fue maravilloso, era algo que anhelaba desde hace tiempo —dijo con voz suave, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Desde el día en que te conocí, algo en mi ha cambiado. No puedo negar lo que siento por ti —reconoció, su voz cargada de emoción y vulnerabilidad.

—Éomer... —comenzó Legolas con voz suave, sus palabras cautelosas como las hojas que caen en otoño—, nuestra amistad es preciosa para mi. Eres un compañero valiente y noble, pero... —Éomer contuvo el aliento, esperando ansiosamente la respuesta—, pero mi corazón... mi corazón aún no está claro —continuó, buscando las palabras adecuadas—. Mis lazos con mi gente, mi deber hacia ellos... todo eso pesa sobre mí.

El valiente y apuesto mariscal de los Rohirrim asistió lentamente, comprendiendo aquella carga. Sabía que los elfos vivían vidas mucho más largas y llenas de responsabilidades que los hombres, y que su relación podría no ser tan simple como deseaba.

—Te entiendo —dijo con calma, aunque el dolor de la incertidumbre resonaba en su voz —. No te presionaré, pero quiero que sepas que mi corazón está abierto para ti, siempre.

Legolas asintió, agradecido por su compresión. Sabían que con el tiempo tendrían que enfrentar sus propios caminos y decisiones, pero por el momento todo lo que necesitaban era contemplar aquel bello paisaje, juntos.

Cuando regresaron al campamento, el cielo ya había oscurecido por completo. Sus compañeros los recibieron con miradas inquisitivas, pues habían desaparecido juntos por bastante tiempo. ¿Era posible que estuviera ocurriendo algo entre ellos, algo que no quisieran compartir?

Una noche (Legolas x Aragorn/Éomer/Kili/Faramir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora