𖤐 𝑨 𝒕𝒂𝒕𝒕𝒐𝒐𝒆𝒅 𝒈𝒐𝒍𝒅𝒆𝒏 𝒓𝒆𝒕𝒓𝒊𝒆𝒗𝒆𝒓 !★

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Después de un rato de estudio, Mauro se aburrió y empezó a jugar con el cabello del rubio hasta que este lo miró con el ceño fruncido, que se derritió en una mueca de ternura. El teléfono de Paulo sonó un par de veces, pero ambos estaban algo ocupados viéndose a los ojos, como diciendo cosas que sólo ellos podían entenderse.

—Les voy a pedir que se vayan a otro lado, muchachos. Acá se viene a estudiar.

Así que ambos salieron y Paulo no le dio importancia a las llamadas que tenía en su teléfono.

—¿Y ahora qué hacemos? —Preguntó Paulo con timidez, creyendo que esa sería la última humillación del día cuando Duki le dijera que ya se iba a ir.

—No sé. ¿A dónde querés ir?

—Uh, no tengo idea.

—Bueno, vamos por mi bicicleta y ya pensamos algo.

—¿Tenés bicicleta? —Se interesó Paulo, siguiéndolo.

—Claro. Me la compré hace un par de días —presumió. —Vení, subite y te llevo a donde quieras.

Mauro subió a la bicicleta y después dejó que Paulo se subiera detrás de él. Ninguno tenía casco de seguridad y con las mochilas puestas, era algo incómodo. No les importó y Mauro empezó a pedalear, dándose cuenta que era muy sencillo llevar a Paulo. Condujo la bicicleta por unas calles hasta que alcanzaron un parque.

—¿Aquí? ¿O querés comer algo? Conozco un lugar para comer…

—Claro, estaría bien…

Mauro entonces cambió el rumbo y comenzó a pedalear hacia otro lado. Paulo se aferró a él, por lo peligrosa que fue la curva que escribió el morocho cuando cambió la dirección, notando que su mano estaba justo arriba del corazón de Mauro, mientras sus dedos se aferraban a su remera. No se dio cuenta de que una sonrisa se había formado en los labios del mayor.

—¿A dónde vamos?

—Che, no seas desesperado. Disfrutá la brisa, el cielo, no sé…

—Ya, Mauro. Es que no quiero ser secuestrado.

—Si te hubiera secuestrado, no te estaría llevando por acá, nene. No te preocupes, cuando te secuestre ni te vas a enterar.

Siguieron viajando un par de minutos más. Se detuvieron.

—¿En dónde estamos, Mau?

—Falta poco para que cierren, así que debemos darnos prisa… —dijo, poniéndole una cadena a su bicicleta, para después ponerle el candado. Tomó de la mano a Paulo y caminó con seguridad hacia la entrada. —Dos boletos, por favor.

El mayor pagó y le dio uno de los boletos al de ojos azules. Los dos empezaron a caminar por el lugar en un cómodo silencio. El corazón de Paulo estaba acelerado, como si acabara de correr un maratón, y las mariposas en su estómago estaban más vivas que nunca. Temió que su mano empezara a sudar y que Mauro se quisiera separar de él debido a eso. Quiso hablar pero las palabras murieron en su garganta, prefiriendo disfrutar del paseo con Mauro.

—Este es el Jardín Japonés.

—Es muy bonito.

—Sabía que te iba a gustar.

Siguieron caminando hasta que un guardia les informó que ya iban a cerrar el parque. Mauro le dio las gracias al hombre y le sonrió a Paulo. Ambos comenzaron a caminar de vuelta hacia la salida. La mano de Paulo seguía entre la mano tatuada de Duki. La acercó más a sus ojos para contemplar los tatuajes.

—¿De qué es este?

—Ah. —La mirada de Mauro también bajó hacia el tatuaje que señalaba Paulo. —Es la cabeza de Medusa. Por el tema de uno de mis amigos, Neo.

𝐁𝐈𝐆 𝐑𝐄𝐏𝐔𝐓𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍 | paukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora