𖤐 𝒀𝒐𝒖 𝒌𝒆𝒆𝒑 𝒉𝒊𝒔 𝒔𝒉𝒊𝒓𝒕, 𝒉𝒆 𝒌𝒆𝒆𝒑𝒔 𝒉𝒊𝒔 𝒘𝒐𝒓𝒅 !★

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Esta era la vez definitiva que lo hacía. Le pediría perdón a Paulo por haber besado a la chica, Emilia, el día de la fiesta. No sabía qué iba a decirle, sólo quería despojarse de todo su ego y entregarse completamente a él, aunque fuera en secreto. Cuando se terminó de vestirse se dirigió a la cocina, donde se encontró a su madre, quien lo miraba con un gesto reprobatorio,

—¿A dónde vas?

—Eh… con un amigo…

—Vos no salís de esta casa más, Mauro. Ayer llegaste borracho. Tenés suerte de que el chico que te trajo fuera decente.

—¿Qué?

—Te trajo un rubito, mmm… Paulo, creo que se llama… —Mauro rogaba por no sonrojarse al escuchar ese nombre. No recordaba que Paulo lo hubiera llevado. Se esforzó en hacer memoria y lo recordó, caminando al lado del rubio, en silencio, tratando de hacerlo reír; sin embargo, sus recuerdos paraban en el momento en el que se le cayeron las llaves al suelo.

—Ah, sí… Es mi amigo.

—Pero no te voy a dejar salir, Mauro. Entendé.

—¡Pero, má!

—Nada de pero, Mauro. Ya habíamos hablado acerca de llegar borracho.

Sandra no iba a ablandar, se dio cuenta Mauro. Su madre le sirvió el desayuno y después se quedaron en silencio. Mauro comió, tratando de recordar qué había pasado después de que se le cayeran las llaves. Sólo recordó un ligero aroma de shampoo en sus fosas nasales y una mano limpiando la comisura de su labio.

¿Era posible que se hubiera besado con Paulo anoche?, pensó. Luego se dio cuenta de que, probablemente, si ese hubiera sido el caso, Paulo lo hubiera evitado el beso, pues se había enojado con él.

Su mamá lo tuvo haciendo quehacer todo el día y no se opuso a ellos. Si era dócil, pensaba, ella aflojaría un poco. Sólo quería ver a Paulo. Revisó su celular cuando tuvo la oportunidad. Tenía mensajes de sus amigos, pero el que le importaba era el de cierto rubio, sonriendo en cuanto vio que sí tenía un mensaje suyo.

“Suerte con la resaca :)”, era lo único que decía el mensaje. Se encontró sonriendo como estúpido, aunque el mensaje era de hace ocho horas. Sus dedos teclearon con rapidez una respuesta, mientras miraba el reloj en la pared de su habitación. El sol ya se estaba poniendo, se dio cuenta.

“¿Puedo ir a verte?”, fue la respuesta que escribió. Luego escondió su celular en el cajón de su mesita de noche. No iba a permitirse el contestarle a los dos segundos, pensó. Sentía que Paulo lo atraía como un imán, como si la ley de atracción se cumpliera para ellos. Si su vida fuera un libro o una serie, todos lo shippearían con Paulo, pensó, aún con esa sonrisa boba en sus labios.

Se cansó y sacó su celular, abriendo el mensaje de Paulo, en el que accedía y le daba luz verde a verlo. Se miró la ropa, la cual era bastante ancha ese día. Se puso el desodorante y metió su celular en el bolsillo de su short. Se abrochó los tenis y fue al baño a ver qué tal estaba su aspecto. Sonrió al verse, tomando una pequeña selfie de su rostro.

Luego se encargaría de las consecuencias que tendría el desobedecer a su madre; ahora sólo quería escapar y ver a Paulo. Se dirigió a la habitación de su madre y se asomó. Ella estaba ocupada cosiendo algo, por lo que no se percató de que su hijo salía de la casa para juntarse con el chico que lo traía loco. En el camino, se decidió a arrancar unas florecitas, para dárselas a Paulo.

“Paulo no es una chica”, le susurró esa parte de él, que aún tenía problemas con aceptarse tal y cómo era. Sin embargo, desechó el pensamiento, diciéndose que a todos les gustaban las flores. Pronto llegó a su destino y tocó la puerta, esperando que fuera Paulo quien le abriera. Para su buena suerte —que esperaba, no se terminara pronto—, fue éste quien le abrió. Una sonrisa amarga se formó en los labios de Paulo.

—¿Querés pasar?

—Claro. —Puso un pie adentro del lugar y le tendió las flores a Paulo. —Son para vos.

Paulo las tomó y ambos caminaron hacia su habitación. Algo en su incómodo silencio le hacía sentir que no estaba yendo por el camino equivocado. La habitación de Paulo estaba casi oscura y para él, los ojos de Paulo parecía ser la única luz que necesitaba. Se sentaron en la cama del rubio, sus hombros rozaron al momento de sentarse, un toque que lo hizo sentir demasiado.

Podía sentirlo en la oscuridad y una voz dentro de él susurraba que estaba enamorado. Se quedó en silencio, apartando ese pensamiento hacia lo profundo de su mente. Se aclaró la garganta cuando sus ojos se volvieron a encontrar.

—Lo siento, Pau… —dijo, tomando sus manos. —Y lo digo en serio esta vez. Posta. Jamás volveré a hacer algo que te lastime, lo siento. Soy un pelotudo, un estúpido, un idiota… Sólo… aceptá las disculpas de un pelotudo que no se puede aceptar a sí mismo… —su voz se había convertido en un susurro. Volteó a verlo y se sorprendió al ver que el rostro de Paulo no demostraba hostilidad, sino que estaba bastante relajado.

—Estoy poniendo mi corazón en tus manos, Mauro… por favor, por favor, por favor… No la volvás a cagar…

Al tiempo que su cuerpo se acercaba, como atraído por Paulo, por primera vez, dejó ir sus miedos y sus fantasmas. Paulo se aferró a su remera mientras se besaban. Se fundieron en el calor del otro. Sus labios parecían querer devorar al otro. Se les acababa el oxígeno y volvían a empezar. El agarre de Mauro se intensificó sobre la nuca del rubio, mientras su lengua dominaba el beso.

Se separaron, jadeando, tras lo cual, Paulo estalló en una risa. Volvió a besarlo, pero esta vez, fue más dulce. Menos animal. Entonces, Mauro supo que estaba enamorado.

 Entonces, Mauro supo que estaba enamorado

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⏰ Última actualización: Nov 01 ⏰

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𝐁𝐈𝐆 𝐑𝐄𝐏𝐔𝐓𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍 | paukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora