Después de que confesé lo que estaba pensando, me quedé paralizada, pues no sabía lo que pasaría. Para mi sorpresa, el señor solo me soltó la mano y me dijo que no me fuera y que platicáramos de lo que acababa de decir.
En ese momento realmente estaba confundida, pues por un lado yo quería quedarme y ser su sumisa, pero por el otro realmente quería que las cosas fueran como antes de perder mi libreta.
Pero el estar pensando en lo que era antes es un pretexto, por lo que tomé un respiro y me di la vuelta y caminé lo suficiente como para no estar tan lejos. La verdad es que en ese momento mis piernas se sentían como gelatina, por lo que al estar cerca de los dos, preferí sentarme en el sillón más lejos. En ese momento, al parecer, los señores notaron que estaba nerviosa, por lo que soltaron una pequeña risita por mi actuación.
Ustedes dirán que eso no es mucho, pero en ese momento me sentí tan avergonzada que la única forma de rescatar mi orgullo que se me ocurrió fue gritar diciendo: —De qué chingados se están riendo.
Al terminar de decir eso, el ambiente cambió por uno tenso, pues se veía que se enojaron. Pues hasta yo supe en ese momento que la había cagado por lo que trate de disculparme, pero el señor me interrumpió y me indicó que me acercara. Aunque al principio me negué, pero al escuchar la orden otra vez me paré y me dirigí hasta donde estaba sentado el señor.
Al estar a escasos centímetros me tomó de la mano y me puso sobre sus rodillas. Esta acción me dejó realmente fuera de mí. No fue hasta que el señor me dijo: —Sabes, ¿por qué te puse en mi rodilla?
En ese momento sentí como mi corazón empezaba a latir más rápido de lo que pensaba que era posible, por lo cual me quedé callada.
Por lo que el señor me dio una nalgada y me volvió a preguntar, pero esta vez respondí como si me hubieran hechizado, pues mi respuesta no tardó: —Fue porque grité, señor.
Al terminar de decir eso me sentí como una niña pequeña, pero lo que sí me hizo sentir como una niña fue el que dijera: —En efecto, pequeña, fue porque gritaste, pero hay algo más por lo que estás así.
En ese momento solo bajé la cabeza y respondí con vergüenza por lo que estaba apunto de decir: —Fue porque dije una grosería, pero no quería decirla; fue un accidente.
Por lo que en ese momento la señora se acercó y me tomó del mentón, haciendo que la mirara directo a la cara y me dijo: —Bien sabes que te prohibimos decir groserías en la casa cuando te contratamos. En cierto modo, eso es cierto, pues el día que me contrataron me dieron muchas reglas, y una de las que hicieron más énfasis es que no podía decir groserías, pues no querían que su hijo aprendiera ese vocabulario de corrientes.
Después de unos segundos en los que no decían nada y mi estrés y humillación subían por los cielos, me sacaron de mis pensamientos con una fuerte nalgada, la cual me regresó a la realidad del problema, pues la señora me dijo: —Más te vale contar o el castigo no va a avanzar.
Después de escuchar eso, inmediatamente dije uno, pero el señor solo se burló de mí y dijo: —Esa no cuenta y asegúrate de decirlo como lo escribiste en tu libreta.
En ese momento traté de levantarme, pero no pude, pues el señor me dio una tanda de nalgadas que aplacaron cualquier intento de rebelarme, por lo que sin más opción la siguiente nalgada solo me limité a decir: —Uno, gracias por educarme.
Para la segunda nalgada, la señora interrumpió y dijo: —A través del pantalón. No va a sentir nada, y el castigo no va a funcionar.
A lo que el señor le dio la razón y preguntó qué opción tenía. Para ese momento solo sentí que de un fuerte tirón me dejaron en ropa interior.
Una vez que reaccioné, trate de forcejear, pero fue inútil, pues me volvieron a dar una tanda de nalgadas y me volvieron a advertir que si me movía o no contaba adecuadamente, el castigo volvería a la inicio.
Las primeras nalgadas no fueron tan dolorosas, pero a partir de la 10 realmente dolían, pero una parte de mí lo estaba disfrutando como nunca, por lo que al llegar a la número 15 dije: —15 Gracias por educarme, señor. Para ese momento ya estaba llorando, por lo que me preguntaron si quería que pararan; pero yo solo negué con la cabeza.
Así seguí hasta las 20 nalgadas; en ese momento ya estaba llorando, pues por un lado era realmente excitante y humillante, pero por el otro dolía mucho.
Al terminar me soltó y caí al piso de rodillas donde me acomodé la ropa. Una vez que terminé, la señora se acercó y me apartó el pelo de la cara y me dijo: —No llores, gatita, bien sabes que es por tu bien que te educamos.
En ese momento me sentía mucho más avergonzada, pues eso lo sacaron de mi libreta por lo que los miré con ira por abusar de mis escritos. Pero realmente no es como si pudiera hacer algo; pero lo que sin duda lo compensa fue que la señora me tomara por el mentón y me diera un beso en los labios.
Eso, sin duda, me dejó helada, pues los cabrones bien que sabían que esa era una de las fantasías más grandes que tenía, pues la escribí en varias ocasiones, por lo que me quedé quieta en el suelo de rodillas con la cabeza agachada hasta que escuché que el señor dijo: —Una lástima. Yo, tan bien, quería un beso. Por lo que me tomó del mentón y me dio un beso, pero a diferencia de la señora, él me mordió el labio y me acarició la cabeza como perro.
Una vez que el señor se apartó, solo me lambí el labio y me acomodé el pelo. Mientras dije: —Está bien y de qué es de lo que querían hablar.
Después de lo que dije, solo me miraron y el señor dijo: —Pues queríamos preguntarte por lo que dijiste hace un rato acerca de ser nuestra sumisa.
A lo que la señora dijo en tono alegre: —Eso es cierto, pero originalmente solo queríamos disculparnos por lo que pasó ayer en la noche, pero, por lo que ves, nos adelantamos y te dimos un castigo sin antes estar de acuerdo, pero en compensación te dimos un pequeño regalo, el cual leímos en tu cuaderno.
—Sí, pero regresando al tema, ¿qué te parece si es que te conviertes en nuestra sumisa? Una vez que el señor dijo eso, vi cómo es que los dos se me quedaron viendo, esperando mi respuesta, pero para mí fue muy vergonzoso, pues después de todo solo tomé un respiro y dije: —Sí me gustaría ser su sumisa. Mientras estaba diciendo eso, me dio pena por lo que bajé un poco la mirada.
Pero lo que pasó no me lo esperaba, pues cuando terminé de decir eso me abrazaron y los dos me dieron un beso. En ese momento, solo me dejé llevar.
Cuándo me soltaron, la señora dijo: —¿Qué te parece si te quedas a dormir?
Después de escuchar lo que me dijo la señora, me quedé pensando en si aceptar la propuesta o no, pues después de todo lo que pasó, qué podría pasar por quedarme a dormir era lo menos que podía pasar, así que dije: —Está bien, me puedo quedar a dormir.
continuara...... .... ... .. . . . ........
ESTÁS LEYENDO
the maid's notebook (el cuaderno de la criada)
Ficción GeneralEmily es una chica que va a la universidad, pero la cosa no la tiene fácil, pues es de un pequeño pueblo, por lo que tiene que irse a vivir a los dormitorios de la escuela. Mientras estudia en la mañana, trabaja por la tarde como sirvienta para la f...