Annabelle Russell es una huérfana que desde pequeña sabe lo que es estar sola, es muy independiente y no deja que nadie se interponga en su camino.
Willy Wonka es un chocolatero emprendedor que tiene un sueño: ser conocido en todo el mundo por sus m...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Anabelle había captado mi atención de una forma en la que nadie lo había hecho antes.
Era una chica muy atractiva, con rasgos únicos y un pelo rubio que, aunque siempre lo llevaba recogido, en alguna ocasión puntual se lo había visto suelto, adornando su espalda.
Tenía en cuenta que me había gritado, pero bueno, tampoco fue una falta tan grande. Yo no era el tipo de persona que se ofendía fácilmente, y no era como que me hubiera faltado al respeto o algo así.
Lo que sí me pareció interesante fue la forma en la que, al haber cometido el mínimo error, se disculpaba.
Era una chica muy respetuosa, admiraba eso de ella.
Habían pasado días desde nuestra última conversación, éramos conocidos, nos saludábamos y teníamos alguna pequeña conversación puntual.
Al despertarme me vestí, de un mejor humor que la primera vez que estuve en la posada. Ya había pasado 1 semana desde que entré en la posada de esos diablos.
Saludé a los trabajadores, ese día no tenía hambre, así que no iba a desayunar. Miré el reloj, eran las 11:15 am, entonces me dispuse a escabullirme por el conducto de la lavandería.
Era un poco arriesgado, pero tenía que hacer eso si quería vender mi chocolate, el cual había estado preparando todos estos días, cada uno con una especialidad y un sabor diferente.
Realmente me hacía feliz ser un chocolatero, y tenía la sensación de que ese día iba a salir todo bien.
Nada más salir, fui a dar a un callejón, en el que me encontré con Anabelle.
Parecía muy ocupada, tenía manchas de barro en su vestido, y caminaba mientras intentaba quitárselas.
-Hola. - Le dije, detrás de ella.
Anabelle pegó un grito, y antes de que pudiera analizar la situación, me pegó un bofetón.
- ¡Ay madre! ¡Lo siento muchísimo! - Me dijo mientras se acercaba a mi. Yo tenía la mano en la cara, me ardía. - ¡Pensé que era un ladrón! ¡Perdóneme!
Yo simplemente me reí.
Ella me miró, perpleja.
Continué riéndome, esta mujer era impresionante. Tenía unos reflejos maravillosos, por no hablar de su fuerza, ¿dónde entrenaba?
