Acto II

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En la penumbra de la sala común de Slytherin, oculta tras un muro de piedra en las mazmorras de Hogwarts, Hermione Gauthier se preparaba meticulosamente para el día que tenía por delante. La habitación estaba impregnada con el aroma dulce y envolvente de incienso de mirra, mezclado con el perfume sutil de lirios blancos que emanaba de un jarrón de porcelana finamente decorado en una esquina. Las paredes de piedra negra estaban adornadas con tapices antiguos, representaciones de serpientes enredadas en complejos patrones de esmeralda y plata, y las lámparas de cristal flotantes arrojaban una luz verde que daba al lugar una atmósfera de misterio y lujo opulento.

Frente al espejo encantado, que reflejaba no solo su imagen sino también su esencia aristocrática, Hermione ajustaba cada pliegue de su túnica de Slytherin con precisión obsesiva. La tela verde esmeralda caía con una gracia casi sobrenatural sobre su figura esbelta, mientras los botones de plata pura relucían con un brillo helado bajo la luz tenue. Sobre su mano derecha, el anillo de heredera con el blasón familiar de los Gauthier brillaba con una luz sutil pero inconfundible, recordándole su linaje y posición. Cada detalle, desde su peinado hasta el brillo de sus zapatos, estaba cuidadosamente calculado para proyectar una imagen de perfección inalcanzable.

Desde las sombras de la sala común, los otros estudiantes de Slytherin observaban en silencio. Amelia Rosier, su compañera de habitación con cabello rubio como el trigo y ojos azules centelleantes, la observaba desde su propio rincón con una mezcla de curiosidad y análisis. Apenas se conocían desde hace dos días, pero Amelia ya estaba evaluando a Hermione, impresionada por la elegancia natural de su compañera de casa y su habilidad para manejar cada detalle con una gracia casi etérea. Las cortinas de terciopelo pesado marcaban la escena, añadiendo un toque de dramatismo a la contemplación silenciosa.

Hermione, consciente de las miradas, no mostró ningún signo de incomodidad. Con paso seguro y una expresión tranquila pero decidida en su rostro, se despidió con un leve asentimiento de cabeza y se dirigió hacia las escaleras de piedra que serpenteaban hacia los pasillos iluminados por antorchas de Hogwarts. Cada paso resonaba con un eco de autoridad en el silencio reverente de la sala común. La luz titilante de las antorchas bañaba los muros de piedra con sombras danzantes mientras ella avanzaba con confianza. Los retratos en las paredes, figuras de antiguos magos y brujas de Slytherin, parecían seguirla con miradas aprobatorias.

Al doblar una esquina, Hermione se encontró con un grupo de alumnos de Gryffindor que la observaban con expresiones burlonas y murmuraban entre ellos. Un joven pelirrojo destacaba entre ellos, lanzando miradas despectivas hacia Hermione. Sus palabras no llegaron a oídos de la joven Slytherin, pero su gesto altivo y las risas ahogadas de sus compañeros dejaron claro el tono de la situación. Las antorchas parpadearon como si reflejaran la tensión en el aire, y el pasillo pareció estrecharse bajo el peso de las miradas hostiles.

Aunque notó las miradas y los murmullos, Hermione mantuvo su compostura. Su mirada fría y serena recorrió al grupo con indiferencia, como si las palabras y acciones de los Gryffindor no tuvieran ningún efecto sobre ella. Continuó su camino con paso firme, decidida a no permitir que las actitudes hostiles de los demás estudiantes perturbaran su paz interior. La túnica ondeaba a su alrededor como un manto de realidad, y los murmullos se apagaban lentamente, aplastados por la fuerza de su presencia imperturbable.

El joven pelirrojo, frustrado por la falta de respuesta, alzó la voz con un tono cargado de veneno. "Debe ser difícil, Gauthier, saber que todo el oro del mundo no puede comprar respeto auténtico", dijo, su voz resonando en el pasillo. "Quizás por eso te escondes en las mazmorras, lejos de la luz del día."

Hermione se detuvo y se giró lentamente hacia el joven, su mirada dorada fulminante. Con una voz fría y cruel que cortaba el aire como una daga, respondió: "¿Esconderme de qué? De unos leones que solo saben rugir sin razón, estas tonto, todos saben que los asignados a Gryffindor son conocidos por dar lastima". Su mirada se centró en el joven pelirrojo, una burla evidente en sus ojos dorados. "Por ejemplo, los Weasley con su ropa vieja y sin inteligencia. Que solo sirve para lustrar mis zapatos."

"Entre hilos y arena"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora