La Laguna

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Me levanté más cansada de lo normal, me había costado mucho dormirme, estaba sola en la habitación, Marcos aún no había llegado, los rayos de luz se colaban a través de la persiana iluminando la pared.

Escuché unos pasos acercarse hacia la puerta de mi cuarto.

— Ey, Marcos — escuché, parecía la voz de Javier, el jefe de Sonia.

— Hola Javi, ¿qué pasa? — Marcos contestó.

— Bueno quería decirte que... Esto os lo debería de haber dicho Sonia pero no se ha atrevido y...

— Javi, al grano va, que quiero darle a Carol los buenos días — respondió Marcos con un tono impaciente.

— Marcos, es muy difícil que Carol recupere la movilidad en las piernas, es... imposible — la última palabra había sido un susurro, sentí como todo mi cuerpo se tensaba de rabia y mis ojos empezaban a aguarse — No os lo hemos dicho antes porque estabais muy animados y contentos por que hubiese recuperado movimiento en las manos pero pensé que debías saberlo.

Empecé a llorar al escuchar las palabras del médico y por un momento sentí que mi cuerpo se detenía, y se ahogaba en el dolor.

— Hace seis meses usted dijo que era imposible que Carolina despertara del coma, hace cuatro meses usted dijo que era imposible que Carolina recuperara la movilidad, se ha equivocado las dos veces, así que si no le importa, voy a ignorar todo lo que acaba de decir y voy a llevarle el desayuno a mi novia, que tenga un buen día.

El manillar de la habitación se giró y yo me limpié las lágrimas lo más rápido que pude, Marcos apareció por al puerta con un pantalón vaquero marrón y una camiseta beige, con su sonrisa habitual y la bandeja en la mano.

— Buenos días — apoyó la bandeja en la mesa y se sentó a mi lado — ¿Estás bien?

— Si.

Traté de mirar a otro lado pero Marcos me retuvo de la barbilla y me miró preocupado.

— ¿Qué pasa Carol?

— He oído lo que hablabas con Javier ahí fuera — murmuré y Marcos apretó los labios.

— ¿Y has oído mi respuesta? — me contestó serio.

— Si, pero Marcos Javier tiene ra...

— Javier tiene razón si tú le das la razón, y tú no le vas a dar la razón Carol, vamos a luchar para que te recuperes, porque no es imposible, ¿me oyes?

Yo asentí en silencio y él se agachó para besarme.

— ¿Sabes que voy a estar contigo hasta el final no? — dijo sonriendo, y yo le besé a modo de respuesta.

— Te quiero — susurré, y Marcos posó con suavidad sus labios sobre los míos.

Los dos sonreímos y él miró el reloj.

— Hoy vas a tener un día ajetreado así que vamos a vestirte — dijo poniéndose en pie y abriendo el armario.

— ¿A dónde me vas a llevar hoy? — pregunté frunciendo el ceño con curiosidad, Marcos levantó las cejas dejándome con la intriga y empezó a vestirme.

Cuando estuvimos listos Marcos me llevó hasta la salida del hospital con la silla de ruedas, por el camino nos cruzamos con Sonia, que no pareció sorprendida al vernos marchar y nos deseó un buen día.

Fuimos durante quince minutos por un parque hasta que llegamos a una gran plaza donde logré distinguir a dos figuras conocidas entre la multitud, una de ellas era un chico alto de pelo negro que lucía una cazadora negra y unos pantalones anchos, la otra era una chica morena que llevaba un vestido de flores, eran Iván y Julia, giré el cuello para mirar a Marcos, que también les miraba.

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