El Pozo

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Me desperté con el sonido de los pasos de los enfermeros por el hospital, toda la habitación estaba impregnada por el aroma que desprendía Marcos.

Marcos.

Ayer durmió conmigo en la camilla, me giré despacio pero su espacio estaba vacío, a duras penas conseguí incorporarme y apoyarme en el cabecero. Me dolía bastante la cabeza por la falta de sueño, intenté recordar que había pasado ayer y todo pasó por mi mente a toda velocidad, la laguna, todos juntos, la cena... La pierna.

Miré mi pierna, y la levanté hacía arriba, si, así de fácil, la levanté, me quedé por lo menos cinco minutos subiendo y bajando la pierna como una tonta, pero con una sonrisa en la cara.

Estaba muy contenta, ya solo me quedaba por volver a movilizar un brazo y la otra pierna, cada vez estaba más cerca de ser una persona normal y podría salir de este maldito hospital.

Recordé todo lo que había pasado desde que abrí los ojos después del coma, había pasado unos ocho meses, habían sido largos y agotadores, había habido alegrías pero también muchas penas, había habido sorpresas, pero también muchas decepciones, había habido esperanzas y también mucho pesimismo y desilusión.

Si tuviera que definir con una palabra estos ocho meses no sabría cuál elegiría, habían sido... Realmente únicos, no sabía si para bien o para mal pero había sido muy únicos.

El manillar de mi habitación se movió y me sacó de mis pensamientos, Sonia apareció asomada por la puerta.

— Vaya, pensé que seguirías dormida — comentó entrando con una sonrisa ladeada, yo negué despacio.

— Me acabo de despertar, ¿sabes donde está Marcos? Durmió aquí ayer — le pregunté y sus cejas se alzaron de manera exagerada.

— Eh, ni idea la verdad — se rascó la nuca ganándose una mirada de poco convencimiento por mi parte — ¿Cómo está tu pierna?

La moví con energía de arriba, un brillo de orgullo atravesó por sus ojos y me dedicó una sonrisa.

— No sabes como me alegro por ti Carol, em... Voy a ir a buscar a Mar... a Maria para una cosa — dijo y yo la miré confusa sin saber quién era "Maria" antes de que saliera por la puerta, sumiéndome de nuevo en mi cómodo silencio al que ya estaba más que acostumbrada.

— Sonia me estás poniendo nervioso y me la vas a tirar — la voz de Marcos proveniente del pasillo me devolvió al mundo real.

— Dámela que te la sujeto mientras te limpias un poco — replicó Sonia más cerca de mi puerta.

— ¡Para Sonia que se me cae! — el grito de Marcos retumbó y se escuchó un golpe en la puerta antes de que se abriera estrepitosamente y apareciesen Marcos y Sonia a trompicones con una sonrisa nerviosa tratando de disimular.
Miré a Marcos entre sorprendida y divertida, llevaba un delantal puesto lleno de manchas, tenía migas en las cejas, un poco de frosting en la nariz y el pelo todo revuelto.

— ¿Se puede saber que tramáis? — pregunté achinando los ojos.

Los dos se miraron.

— Una, dos, y tres — dijeron a la vez, Sonia contaba con los dedos y Marcos asentía a cada número — ¡Sorpresa!

El gallego sacó una tarta de su espalda y le miré con los ojos abiertos de par en par, era una tarta roja recubierta con frosting amarillo, era de Red Velvet, mi favorita, los dos se sentaron al lado de mi camilla y dejaron la tarta en la mesa.

Osea que esto era lo que me ocultaba Sonia...

Marcos me miraba medio avergonzado y se rascaba la nuca nervioso.

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