Chapter four

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Estaba entrenando hace algunos minutos pero los mareos no me dejaban hacerlo bien.

—¿Estás bien Charlotte?— se acercó a preguntar Diego.

No... Tengo mucha hambre.

¿No desayunaste?— negué. —¿Estás loca?—

—La cafetería estaba cerrada.

—¿Y no sabes cocinar?— lo miré sin decir nada, no tenía una respuesta para eso. Cocinaba muy poco, si sabía pero no me gustaba .—Pediré permiso para dar una vuelta.

Él se alejó pero luego de muy poco tiempo llegó de nuevo.

—Ve a ponerte los zapatos.— asentí con una gran sonrisa.

Me quité los patines y los dejé en un pequeño rincón.

Listo, ya me los quité.—

¿A donde iremos?

—A mi cafetería favorita.— dije como si fuera obvio y él sacó su lengua.

Salimos de las escuela pero él tomó un rumbo diferente.

¿Para donde vas? La salida queda allá.— señalé en dirección a la salida.

Tú solo ven.— caminamos por unos segundos más hasta llegar a una moto negra muy linda. —Iremos aquí.— fruncí el ceño.

—Es una broma ¿Cierto?— él simplemente negó con la cabeza. —Me dan miedo las motos.

—No te pasará nada, y si te llega a pasar algo cubriré muy bien tú puesto de capitana.

—Eres el peor.

Esfuérzate por la amistad.—

¿Qué pasaría si no me esforzaba?. Probablemente se moleste y no quiera ser más mi amigo.

—Bien, lo haré.— se subió y encendió la moto.

—Se supone que tienes que subir Char Char.

—Odio los apodos que me pones.— me subí y simplemente cerré los ojos.

Si los cierras no podrás decirme la dirección.— habló, supongo que había visto que cerré los ojos por el espejo.

Bien...— arrancó y lo único que pude hacer fue abrazarlo.

¿A donde?—

Sigue derecho y en cinco cuadras gira a la izquierda.

Unos minutos bastaron para estar delante de la cafetería.

—Puedes ir a pedir algo para ti mientras yo busco donde parar la moto.

Está bien.— me bajé y entré a la tienda, me senté donde siempre lo hacía.

—Hola.— saludó aquel chico alegremente. —Pensé que no vendrías hoy porque no pasaste en la mañana.—

—Si vine pero estaba cerrado, y por eso vine a esta hora para comer algo.

—¿No haz comido nada?—

—No, por eso estoy aquí.

¿A qué hora sales de tú casa?

A las cinco.

Mañana probablemente estemos abiertos.

Pasaré entonces.

Está bien, ¿Quieres lo mismo de siempre?

Unidos por un hilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora