CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

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Encuentros inesperados


Salía de la ducha, cuando mi teléfono comenzó a sonar, era un mensaje de Santiago.

"¿Tú también irás a las entrevistas mañana junto con el elenco?"

En realidad ni recordaba que teníamos un intenso itinerario programado con entrevistas y una serie de actividades, las cuales en su mayoría eran para los actores y el director, yo como guionista solo tenía que acudir a unas cuantas y a la ceremonia de premios.

"Sí, pero si tú me lo pides no iré".

"Como si fuera a creerte con lo responsable que eres".

"Como si no me conocieras, que haría cualquier cosa con tal de no estar en cámara"

"Ni parece que estudiaste cine".

"Sí, estudié para estar detrás de cámaras, si hubiera querido ser el centro de atención hubiera sido actriz".

"Touché. Estoy aburrido, ¿quieres salir a caminar conmigo? Armando está dormido".

"Tan cansado lo dejaste, pillín".

De inmediato me llamó.

―Sé que no puedes vivir sin mí, Santiago― dije al responder la llamada. Lo puse en altavoz para secar mi cabello con la toalla.

―El vuelo lo dejó muerto. Me siento, abandonado― exageró.

― ¡Qué melodramático! eres la pareja ideal para un director de cine.

Escuché como rió por lo bajito.

― ¿Me acompañarás? No quiero ir solo. ¿Qué pasa si me pierdo?

―Toma un uber y pones la dirección del hotel― Reí― Pero sí te acompañaré.

Todas las habitaciones del elenco de la película, incluido el director y yo, estábamos en el mismo piso.

―Bien. Voy para tu cuarto―colgó.

No pasó ni un minuto cuando él tocó a mi puerta. Me acerqué a abrirle. Él pasó. Yo tenía el cabello todo mojado aun, ni siquiera me había terminad de secar mi cabello.

― ¿Todavía no estás lista?

―Literal iba saliendo del baño cuando me marcaste. Solamente me cepillo el cabello y estoy lista.

― ¿No piensas maquillarte? Recuerda que ahora eres una celebridad y habrá muchos fotógrafos que querrán una foto vergonzosa tuya.

Reí

―Sobre todo porque soy reconocida

―Cariño, eres la creadora de una película que se exhibirá en Cannes, por Dios, créetela por un momento.

―Sí, pero las personas normales se fijan más en los actores de esa película, no en quien la escribió.

Se acercó a mí y me abrazó.

―Algunas veces quisiera golpearte por no darte ánimos tu misma. Eres buenísima en lo que haces, ya quisiera tener esa mente capaz de crear. Lo más que imagino es que voy a comer―rió―Maquíllate y punto final.

Cepillé mi cabello y lo sequé con la secadora que había en el baño, le di un poco de forma con el cepillo para que no me quedara todo esponjado. Cuando terminé me senté en la cama para maquillarme, mientras lo hacía Santiago veía algo en la televisión, eran las noticias en francés. Reí, como si les entendiera. Él hablaba muy bien el inglés, y se había inscrito a clases de francés, pero recordaba sus palabras: "¡Qué difícil es el idioma! No puedo con la pronunciación.

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