CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

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El personaje principal


Mis piernas reaccionaron solas, no tuve control de ellas. Solo escuché a lo lejos como Santiago gritó mi nombre y como alguien salió corriendo detrás de mí. Rogaba con todas mis fuerzas que no fuera Federico, pero me equivoqué, una vez más.

Apreté el botón para llamar al elevador, fueron los segundo más largos de mi vida, entré al elevador, pensé que me había salvado, pero justo cuando estuvo a punto de cerrarse la puerta una mano se puso entre ella. Federico entró y el ascensor de cerró.

Solté una respiración sostenida.

―De todos los escenarios posibles, no pensé que optarías por salir corriendo al verme. Tú no eres así, Lina―recargó una mano en el muro detrás de mí. Lo tenía solo a unos cuantos centímetros de mí, sentía su respiración bastante cerca, el calor de su aliento y su olor tan peculiar.

―No tuve el control de mis piernas, ellas solo corrieron―evité mirarlo a toda costa, así que no me percaté de ninguno de sus movimientos.

― ¿Al igual que el de tus ojos o por qué no quieres verme?

<<Porque no sé de qué sería capaz si te miro>> respondió mi mente.

―A mí si me da mucho gusto verte―trató de verse relajado, pero estaba nervioso, su postura lo delataba ―y ver que al fin estás cumpliendo tus sueños. Naciste para hacer esto, aunque sé que te sientes fuera de lugar en estos momentos, este es tu verdadero mundo Elyna.

― ¿Cómo sabes cómo me siento?

―Porque te conozco, mejor que yo mismo.

―Estuvimos juntos solo unos meses y hemos estado separados más tiempo del que estuvimos juntos―lo miré―la gente cambia en esos dos años.

―Tres años, pero quien lleva la cuenta―me guiñó un ojo―Los peores y mejores de mi vida. Los mejores de mi vida, porque pude cumplir uno de mis sueños y los peores porque no estuviste en ella para poder compartir mi felicidad―soltó una respiración sostenida― ¿Sabés? Vi tu película, es muy buena. Te luciste al escribirla. Y Armando hizo un muy buen trabajo al dirigir y poner en pantalla todas tus ideas. Aunque siento que al personaje de Adolfo le faltó más trabajarlo, pero eso fue trabajo del actor, no tuyo. Fue mi personaje menos favorito

― ¿Por qué será? Si ese personaje estaba basado en ti. Un hombre ególatra, que no sabe respetar a la mujer que tiene a lado.

―Oye yo no soy así― y no lo era.

― ¿De verdad está basado en mí? ―preguntó preocupado― ¿En verdad me veías así?

¿Por qué tardaba tanto en llegar a mi piso? Entonces me di cuenta, que él había parado el elevador.

― ¿Por qué paraste el elevador?

― No has respondido a mi pregunta

― ¿Por qué había de responder?

―Por educación a lo que estamos platicando.

Me quedé callada

―Elyna, por favor responde. ¿De verdad pensás eso de mí?

Se acercó más a mí. Pasó un mechón detrás de mi oreja.

―Ese estúpido mechón sigue dando problemas, pero ahora es más largo― mi cabello era más largo de la última vez que él me vio y también había bajado de peso por todo el estrés que tuve sobre mí en los últimos meses.

―No, no pienso eso de ti. Solo lo dije por impulso y porque estoy enojada contigo y conmigo, por todo lo que pasó.

―Ambos tenemos sentimientos distintos, mientras tú tienes unas ganas inmensas de abofetearme, yo tengo unas ganas inmensas de besarte ―pasó su dedo índice por mis labios, sentí mi piel erizarse,  tragué saliva, ¿Quería que me besara? ―He estado esperando este día desde que me dejaste en el aeropuerto hace tres años. Creí haberte superado, Lina, pero hoy al verte me di cuenta que no fue así―posó sus tibios labios sobre los míos. Con la habilidad experta que había extrañado. Me dejé llevar, no lo voy a negar, pero al darme cuenta de lo que estábamos haciendo, le di una cachetada y abrí las puertas del ascensor.

―Y no me sigas―ordené.

Salí y él se quedó ahí con el semblante confundido, al igual que mi corazón y mi mente.

Llegué a mi habitación, aún seguía confundida por todo lo que había pasado. Me recosté en mi cama, mirando hacia el techo, como si algún ser divino me fuera a dar la respuesta a esta interrogante que navegaba por mi mente. ¿Por qué tenía que encontrarme con él? ¿Por qué seguía teniendo tanto efecto en mí? Creí que Federico Techera era un capitulo que ya había leído en la novela de mi vida, pero seguía tan presente como un personaje principal, después de todo.

Cuando menos pensé tocaron a mi puerta, por unos segundos pensé que tal vez podría ser él. Así que decidí guardar silencio, para que creyera que no estaba ahí, pero mi teléfono comenzó a sonar. En buen momento había quitado el modo silencio.

―Lina, abre la puerta sé que estás aquí―era la voz de Santiago.

Me levanté para abrirle. Antes miré por el ojillo si estaba solo. Y lo estaba. Abrí y con la mano le indiqué que pasara.

―Sé que fuiste tú el que organizó todo esto.

Rió

―Fue gracioso verte correr. Nunca pensé que corrieras tan rápido―se le escapó una lágrima de la carcajada que soltó.

―No es gracioso, Santiago―permanecí seria todo el tiempo. Estaba enojada, sentía todo mi cuerpo arder y tenía la necesidad de golpearlo por lo que había hecho, pero no me desquitaría con él.

― ¿Por qué lo hiciste?

―Ya te lo dije. En su caso solo hay dos opciones, tienen el cierre que tanta falta les hizo a ambos o retoman su relación en donde la dejaron hace tres años―sonrió―Lina, sé que ambos siguen enamorados el uno del otro. Ambos se miran de la misma manera.

―Ya no somos las mismas personas que hace tres años. Ambos cambiamos y maduramos. Tenemos experiencia de vida diferentes. Es estúpido pensar en retomar una relación en donde la dejamos, cuando han pasado demasiados años.

―Por lo menos hablen. Lleven una relación cordial. Les conviene ahora los dos pertenecen al medio, por lo menos en más de una ocasión de encontraran en premios, como fue el caso de hoy.

― ¿Hay algo más que quieras hablar? Me siento cansada, mañana tengo algunas entrevistas y quiero dormir temprano―reaccioné de mala manera, pero todavía seguía enojada con él.

―Disculpe usted, su majestad―dijo a sobremanera―la dejaré para que descanse y se le pase el enojo.

―No estoy enojada―le grité

―Lo que tu digas, Elyna―Ya se había enojado, solamente me decía Elyna, cuando iba a hablarme de un tema demasiado serio, o cuando estaba enojado. Lo cual era el caso.

Cerré la puerta al irse y suprimí un gritó.

Maldita sea.

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