-Bastián-

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"quisiera saltar"

Ese era el pensamiento que continuamente se instalaba en su cabeza cada que está en el borde de la terraza del hermoso pero tortuoso penthouse. Fuera de noche o de día, el deseo de saltar siempre lograba salir a flote. Era constante, seductor y prometedor, más que todo prometedor a finalizar con la vida que llevaba desde que llego a ese lugar hace un año.

Para Bastián había sido el año más repulsivo, caótico y triste que había vivido, lleno de decepciones, humillaciones, abusos y tristezas.

Todo inicio con la llegada del sublime alexander ward que estaba decidido a casarse con él. Tenía una mirada profunda, transmitiendo seguridad, prepotencia y dominancia. Era un alfa que conseguía todo lo que quería, un contrato de miles de dólares, una propiedad que no estaba en venta, un auto de colección, hasta a él, un esposo 21 años más joven.

Los padres del omega lo ofrecieron, como si se tratara de un animal, con tal de conservar la casa en la que vivían, dejando de lado todo el rastro de sobreprotección en el cual lo criaron, lanzándolo al peor depredador para que fuera devorado hasta los huesos sin importar romperlo en el proceso.

Alexander se dejaba ver como el hombre perfecto, con exitosos negocios en la exportación e importación de materiales, bienes raíces, inversiones en la bolsa de valores. Con un carisma abrazador, una amabilidad casi perfecta y sin duda un hombre amoroso con su hermoso esposo. Esa era la cara que conocía toda persona que no residiera en el penthouse. Porque para el omega alexander era feroz, un ser que se encarga de humillarlo constantemente, recordándole día a día que solo era un simple omega que lo único que lo caracterizaba era su angelical belleza, sometiéndolo en cada oportunidad y reprendiéndolo con fuerza cada que su valor salía a flote.

En cada ocasión era duro y contundente. Infligía su fuerza contra el sin medida, siempre en lugares donde nadie pudiera notar sus reprimendas. Para Bastián ninguna de esas reprimendas era tan dolorosa como la primera, la recordaba tan vívidamente cada que tenían sexo por el temor que se repitiera, porque en aquella ocasión el aún era un omega virgen. No olvidaba el frio que sentía su cuerpo mientras estaba en el suelo siendo sometido, el ardor al ser penetrado sin el mínimo de estimulación y el dolor tan sofocante que fue que el alfa ya con el nudo hinchado en su interior saliera de el sin esperar a que bajara, todo porque había pedido tiempo para adaptarse antes de tener algún tipo de contacto.

Pero eso solo era una parte de su vida, porque era claro que las desgracias nunca van solas. Se vio obligado a dejar la universidad a la cual le había costado entrar, tuvo que cambiar su forma de vestir, acostumbrarse a el encierro y a la nula toma de decisiones respecto a cualquier aspecto médico.

Su esposo era sin duda alguien que cuando quería algo era por una razón. Como a él, se lo había dicho en un momento en donde estaba sumamente tomado y de buen humor, lo usaba porque a la persona que amaba no podía tenerla.

Esa razón daba sentido a muchas de las exigencias que le imponía el alfa. Debía utilizar un collar de protección para evitar ser mordido, tomar anticonceptivos, inhibidores de feromonas y supresores de celo. Era el remplazo perfecto, porque era un simple omega y en sociedad los omegas eran objetos, una mercancía que no merecía libertad. Porque nacer como un omega significaba sumisión absoluta a un alfa el cual tenía el control total sobre sus decisiones, porque así era la sociedad que reprimió a los omegas, obligándolos a estar junto a un alfa para poder tener una vida mínimamente decente. Ellos no tenían elección, no como los omegas dominantes que eran igual de libres que un beta o un alfa, los pocos que habían eran admirados, se describan como seres perfectos por su fuerza, dominancia, inteligencia, sensibilidad y fertilidad.

En días como esos aun podía recordar al Bastián feliz, el cual se sentía orgulloso de sí mismo cada que iba a la facultad de medicina veterinaria, el que no sentía asco al verse al espejo, el que podía sonreír sin dificultad, pero sobre todo recordaba al Bastián soñador, el cual tenía ilusiones con un futuro feliz en donde pudiera ejercer la profesión de la que se enamoró, encontrar a alguien que amara su determinación y le encantara su rebeldía, vivir en una casa que sintiera como su hogar.

Entre ruinas y sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora