IV

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—André ¿Que se te antoja para desayunar?

Apenas me levantaba de la cama a las 10:00, pero era domingo, anoche mi prometido y yo nos desvelamos platicando y viendo películas, esa era nuestra forma de disfrutar su poco y reducido tiempo a mi lado.

Camine al espejo y mire mi largo cabello castaño, desde que entré a estudiar no le hacía nada y tampoco es como que tuviera mucho tiempo para hacerle algo... No como ahora.

—¿Que opinas si hacemos hotcakes?

—¿Hacemos? Lo siento, yo no cocino, tarde meses decorando esa linda cocina rosa como para quemarla.

—Me preguntaste qué se me antojaba.

—Si, para pedirlo.

—Lexy, tienes que aprender a cocinar, nuestros hijos no pueden vivir de comida a domicilio o comida en casa dos veces a la semana que es cuando tú papá te visita.

Solté una risa burlona y empecé a cepillar mi cabello para hacerme una trenza.

—¿Hijos? ¿Piensas en hijos?

—¿Tú no? Imagínalo, dos pequeños corriendo por nuestra casa, ambos se parecen a nosotros, te encargas del desayuno, yo del almuerzo, ambos de la cena, los acostamos ¿No es lindo?

La fiesta de compromiso había sido hace una semana ya, y como el gran talento de André se encontraba en la ciudad el se mantenía aquí momentáneamente, lo cual me hacía extrañar ese pequeño espacio que yo tanto disfrutaba para mi.

—Es adorable.

Me levanté del tocador y caminé al baño para poder lavarme la cara, André obviamente me siguió.
Si me hubieras preguntado hace un mes te habría dicho que tener hijos era algo que estaba en mis metas por cumplir, el ser madre siempre fue mi más grande sueño, incluso mayor a casarme, pero ahora con tantas cosas en mi vida no estaba segura, claro... no había hablado con mi inseguridad desde ese beso en la oficina.

—No suenas muy convencida... siempre quisiste hijos.

—Si pero se viene la residencia, tú tienes un nuevo proyecto, apenas y podemos planificar la boda, no se si los hijos sean lo mejor, podemos no tenerlos ¿Que opinas?

—A mi madre le dará un infarto si no le doy nietos.

—Como si ella quisiera nietos de mi parte...-murmure bajo para mi misma y después de lavar mi rostro me giré a verlo.-Dile que yo no quiero hijos y listo, una razón más para que me odie, da igual.

—Ella no te odia.

—André, arruinó mi fiesta de compromiso, diría nuestra, pero tú no la organizaste, cambio los adornos, cambio la comida, incluso me llamo gorda insinuando que el rosa me haría ver como puerco.

—Eso no es cierto, ella sugirió que el rosa no te favorecía.

—Toda mi vida he usado rosa, pero tú que vas a saber, con tu ausencia solo notas lo que quieres y de una vez te voy avisando, esa mujer no tendrá voz ni voto en la organización de nuestra boda.

—Su opinión está por la mía, si yo no estoy ella tiene derecho a escoger por mi.

—¿Y así quieres hijos? A este paso que nunca estás, ella entrara conmigo a la sala de parto y seguro querrá ponerle su nombre aunque sea Niño, vendrá a criarlos y les contará la maravillosa historia de como su niño pudo ser el mejor doctor pero decidió casarse con su madre que lo hizo cambiar sus planes.

—Será diferente cuando tengamos hijos, estaré más seguido en casa, al menos cada 3 meses vendré y estaré en las fechas importantes.

—Si quieres hijos debes de poder concéntrate al menos un 70% en ellos, tres meses no es suficiente.

Regresión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora