Primer encuentro – martes 29 de agosto
Ethan apretaba fuertemente el barandal entre sus manos sudorosas, sus piernas temblaban ligeramente amenazando con dejarlo caer ya que la altura lo mareaba, cerro sus ojos con fuerza cuando trastabillo, el aire frio de aquella mañana en Toronto golpeando su rostro, sus dientes empezando a castañear.
Ahora es momento... Es el fin... Pensó, pero a comparación de lo que creyó aquel pensamiento no le trajo la paz que quería, solo provoco que su corazón se acelerara demasiado, casi sintiéndolo golpear dolorosamente contra su pecho.
—Detente...
Escucho a lo lejos, una suave y dulce voz, se notaba angustiada, sin embargo, no dejaba la suavidad de su tono.
—Abre los ojos... —Pidió nuevamente la misma voz, como si susurrara al viento, llegando a Ethan como una pequeña corriente de brisa.
El negó, creyendo que aquella voz era parte de su cabeza, sin embargo, al sentir un delicado tacto caliente sobre su mano lo hizo abrir los ojos con velocidad, un chico siendo lo primero que su mirada lograr enfocar.
Era un chico de aspecto angelical y apariencia aniñada, cabello rojo, un par de ojos gatunos color avellano con pequeños toques verdosos, una nariz de botón sonrojada por el clima frio junto a sus mejillas, estas últimas bañadas con algunas pecas, labios rojos y una mirada de preocupación oculta bajo unas largas pestañas.
Era una fresa con ojos de gato... Una fresa con rosto preocupado.
—Toma mi mano —Le había dicho la fresa, sin embargo, Ethan negó de nuevo.
—Aléjate —Pidió con frialdad, su mirada negándose a volver a conectar con la de aquel niño —Aléjate o me tirare sin importarme que me veas.
—No lo hagas —Pareció rogar el pelirrojo, Ethan no sabría la diferencia entre orden o ruego en aquel momento —No lo hagas... O yo... Yo llamare a la policía.
Ethan frunció el ceño en confusión.
—¿Por qué llamarías a la policía?
—Porque esto es un delito.
— Esto no es un delito... No puedes llamar a la policía...
—Sí, sí puedo, y lo hare si no regresas aquí —Dijo firme, pero el castaño noto un pequeño temblor en su voz.
¿Acaso está preocupado de verdad? ¿O solo no quería ser cómplice visual de un suicidio... Tal vez solo quiere sentir su conciencia tranquila.
—No, no puedes —Rezongo el castaño nuevamente — No estoy haciendo nada ilegal... Solo busco adelantar mi final, al fin y al cabo, todos tendremos uno. —Aclaro con seguridad, sin embargo, Nathaniel se negó a apartarse.
—No es tu momento.
—Tú qué sabes —Contesto el castaño con molestia.
—Lo sé porque antes de llegar se notaba que llevabas rato esperando, no es tu momento —Espeto seguro, eso sorpresivamente hizo a Ethan enojarse.
—¡No sabes nada! —Grito, la molestia palpable en su voz—No me conoces, no sabes si es mi momento de morir o no.
—Lo sé porque si lo fuera ya te hubieras lanzado —Aseguro y extendió su mano al más alto otra vez — Solo tómala ¿Sí?
—No —Negó con fuerza —Tengo que hacerlo.
—No, no tienes, puede que eso creas ahora, pero no es así... Por favor, toma mi mano, ¿Si, guitarrista?
Ethan dudo un segundo, miro la pequeña mano que le era extendida y luego con cuidado miro a sus pies, sin pensar en lo mucho que lo marearía la altura, sus manos sudando sobre el barandal que cada vez estaba más resbaloso bajo su tacto, y después todo paso muy rápido.
Su mano derecha resbalo y cerró los ojos con pánico, era el final, estaba seguro.
O eso creyó antes de sentir su cuerpo golpear contra algo, sin embargo, ese algo no era el duro pavimento que había en la entrada del instituto, era más suave, y cuando abrió sus ojos lo primero que capto su mirada fueron aquel par de ojos gatunos, lo había salvado, pero eso en lugar de molestarle como pensó solo lo lleno de alivio, y cuando menos lo creyó ya estaba hecho un mar de lágrimas mientras que el chico fresa que lo había salvado lo abrazaba con fuerza, dejándolo sollozar contra su cuello, sin importarle nada más que el bienestar del chico entre sus brazos.
ESTÁS LEYENDO
Nuestro destino
RomanceEthan anhelaba que el final llegara. Nathaniel disfrutaba cada día que pasaba. Ninguno creyó que sus caminos se cruzarían, sin embargo, no todo fluye como nosotros pensamos, el destino era sabio y aquel encuentro en aquella azotea había sido pre...