III

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Les juro que no vuelvo a tomar aguardiente. Me habían mandado al campo a fotografiar a los jugadores y decidí ponerme las gafas de sol y una gorra del equipo. No me importaba arruinar mi outfit con eso, solo quería sobrevivir el día.

Estaba en el borde del campo, tratando de mantenerme lo más profesional posible a pesar del dolor de cabeza y la incomodidad. Richard y los demás jugadores ya estaban calentando, y yo intentaba enfocarme en capturar los mejores momentos a través del lente de mi cámara.

A medida que avanzaba la mañana, el sol se hacía más fuerte, y yo agradecía haber llevado las gafas y la gorra. Cada vez que miraba a Richard a través del visor, veía la pasión y el entusiasmo en sus movimientos. A pesar de mi resaca, su energía me contagiaba un poco y lograba olvidar mi malestar momentáneamente.

En un descanso, Richard se acercó a donde estaba yo, su rostro iluminado por una sonrisa.

-Hola, Kalena. ¿Cómo estás? -me preguntó, con su tono amigable y cercano.

-He tenido mejores días -respondí, tratando de sonar casual mientras le mostraba una sonrisa.

-¿Aguardiente? -preguntó, levantando una ceja con una sonrisa cómplice.

Asentí con una ligera risa.

-Sí, aprendí mi lección.

Richard se rió, y el sonido era contagioso.

-Bueno, espero que te sientas mejor pronto. Y gracias por estar aquí, a pesar de todo.

-Gracias a ti por ser tan comprensivo -respondí, sintiendo un poco de calor en mis mejillas.

Richard me guiñó un ojo, el soltó una risa cómplice y no pude evitar preguntar qué tanto había dicho la noche anterior. No le creí cuando me dijo que solo cosas de mi niñez.

-¿Qué te dije anoche? -pregunté, curiosa.

-Ya te dije, cosas de tu infancia y de la universidad -respondió, con una sonrisa.

-No te creo. Me levanté con los ojos tristes, es obvio que lloré.

-La verdad, no te quería tocar el tema. Supongo que es algo sensible para ti.

-¿Lo sabes?

-¿Qué cosa?

-Lo que pasó.

-Tu secreto está a salvo conmigo, pero si quieres hacer algo, no dudes que vas a contar con mi apoyo.

Sin dudarlo dos veces, pasé mis manos por su cuello para abrazarlo. Él pasó sus manos por mi cintura.

-Gracias, Richard. Te quiero.

-Yo también.

-Hey, tortolitos, lamento interrumpir. Richard, te necesita el entrenador -dijo Muñoz. Richard se fue y Muñoz se sentó a mi lado.

-¿Así que durmieron juntos? -me miró con cierta desconfianza.

-No, espera, no te estoy juzgando, Kalena. Solo que están yendo muy rápido.

-Sí, dormimos juntos, pero no de esa manera. Solo me pasé un poquito de tragos y él se quedó en mi casa, pero no pasó nada. Solo somos buenos amigos, nada más.

-Tú le gustas.

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El resto de la mañana estuve con las palabras de Muñoz resonando en mi mente. ¿Cómo es eso de que le gusto a Richard? ¿Qué alguien como Richard se fije en alguien como yo? O sea, no soy fea, pero él es el "tumba locas 3000". Pero la verdadera pregunta es: ¿a mí también me gusta Richard?

Sueños en focoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora