XIII

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Me desperté sintiendo un peso sobre mí, las caricias suaves de Richard en mi espalda desnuda me hicieron removerme un poco

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Me desperté sintiendo un peso sobre mí, las caricias suaves de Richard en mi espalda desnuda me hicieron removerme un poco.

—Buenos días, mi amor —saludé con una voz suave.

—Días... porque buenos los sentones que me diste en la madrugada —respondió, dejando una serie de besos a lo largo de mi espalda. Se detuvo al llegar a mi nuca, donde está mi tatuaje de Medusa.

—¿Medusa? —preguntó, curioso, tocando suavemente el diseño. Asentí con un pequeño sonido de afirmación.

—¿Qué significa?

—Que una noche estaba borracha y tenía noventa mil —respondí, bromeando.

—Muy graciosa. ¿En serio?

—No, es de un libro, y siempre quise decir eso. Pero, en realidad, no tiene ningún significado —mentí, sin ganas de entrar en detalles.

—¿A qué hora sale tu vuelo? —cambió de tema.

—A las 4. Vamos, levántate. Vamos a desayunar, yo pago —dijo, dándome un último beso en la nuca antes de levantarse.

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—Te aviso cuando aterrice el avión —dijo Richard, dándome un último beso antes de bajarse del carro para tomar su vuelo.

—Te amo —añadió, mirándome con una sonrisa.

—Yo a ti, pórtate bien —le respondí, viendo cómo se alejaba.

Puse en marcha el carro y me dirigí hacia la casa de James. Le había prometido que le ayudaría a limpiar el desastre de la noche anterior. Al llegar al conjunto donde vivía, me acerqué al portero.

—Buenos días, ¿me hace un favor para la casa 33? —le informé.

—¿Para donde el señor Rodríguez? —preguntó, asegurándose de que le había dado el número correcto.

—Sí, señor.

—No me contesta, señorita. No lo he visto en todo el día, pero la voy a dejar pasar por ser tan linda —me sonrió y me guiñó el ojo mientras abría el portón. ¿Me estaba coqueteando?

Entré y encontré la puerta abierta, las luces encendidas, y la música sonando a bajo volumen. Todo estaba un desastre.

—¡James! —llamé, viendo el estado de la casa. Estaba asquerosa. Al mirar hacia el suelo, vi a James tirado boca abajo, debajo de una mesa.

—¡Arriba todo el mundo! —grité, aplaudiendo y haciendo ruido para que se levantara. Le di una patada suave y él se movió.

—Es super temprano, Kalena, no son ni las 5 am... —murmuró, todavía medio dormido.

—¡Son las 4 y media de la tarde! ¡Levántate! ¿Dónde está Samuel? —pregunté, comenzando a preocuparme al ver su cara de desconcierto.

—No sé dónde está Samuel... —respondió, y su cara lo decía todo: no tenía idea.

Sueños en focoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora