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"𝐴𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒 𝑢𝑛 𝑠𝑜𝑙𝑜 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑣𝑖𝑑𝑎 "
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Tras ser raptado por los bárbaros y vendido a los lacayos del imperio enemigo de su tierra natal, Izuku decide ganarse el favor del sultán del gran imperio...
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El sol de Ddraig comenzó a salir, iluminando poco a poco el pueblo junto con los rayos del sol que empezaron a filtrarse por las ventanas del palacio.
Keigo abrió las cortinas de los dormitorios junto a los otros dos servidores, viendo horrorizado el gran desorden de plumas, telas rasgadas y decoraciones rotas.
- malditos -masculló con rabia-. ¡despierten ahora mismo!
Pasaba por cada colchón jalando los cabellos o brazos de las betas y los omegas, recibiendo chillidos de dolor y berrinches.
- ¡levantense de inmediato, desgraciados! -volvió a gritar Keigo.
Se levantaron rápido acomodándose con la cabeza baja y sus manos sobre su regazo.
- ¿¡qué sucedió aquí!?
Pronto vio a Izuku quien era el único sentado, abrazando sus piernas.
- ¿fuiste tu no es cierto? -se acercó-. ¡levántate!
Los ojos verdes lo miraron con seriedad, Keigo se sorprendió ante esa mirada tan fría y enojada.
- no fui yo -volteó a ver al rubio y a sus dos amigos para señalarlos-. él, ella y ese lo hicieron
- mentiroso, fuiste tu quien empezó -se defendió Monoma con un gruñido.
- ¡cierren la boca los dos! -volteó a ver Izuku con una notable decepción-. yo no les enseñe esto, que vergüenza, actúan como perros
Se bajó acercándose al peliceleste que iba entrando junto a Aizawa. Ambos soltaron un jadeo de sorpresa al ver el gran desorden en el harén.
- ¡oh por Jeanist!
Tanto Keigo como Aizawa tuvieron que sostener a Tenko quien estaba a punto de desmayarse.
- ¡escuchenme bien todos ustedes, limpiaran de arriba a abajo este lugar hasta que no quede ni una sola pluma! -ordenó con fuerza Aizawa-. ¡si para el anochecer no dejaron este lugar impecable no comerán hasta mañana en la noche!
- ¿¡entendieron!? -preguntó Keigo sin dejar de sostener al peliceleste.
- si -todos bajaron la cabeza, sintiendo la mirada iracunda del azabache.
Dicho eso los tres encargados salieron del harén, dejando solo a los demás eunucos para que les trajeran cubetas y trapos.
Tanto Monoma como los demás omegas vieron con enojo al peliverde, culpandolo del castigo que les impusieron a los demás de manera injusta.
Se cambiaron a sus ropas para iniciar a limpiar.
Consistía en un vestido de lino blanco con un chaleco azul y un cinturón de plata. Los causantes del desastre serían los que irían por agua para las cubetas.