Tus piernas temblaban por el frío que había en la habitación, aparte de la paranoia que tenías de que se abriera esa puerta. Las cosas habían pasado tan rápido. Habías llegado feliz de recoger tu certificado de estudios a pesar de las carencias que siempre tuviste en casa. Te mantenías alegre pensando que las cosas mejorarían si seguías estudiando. Tenías un buen promedio, así que se te facilitaría postular a alguna universidad nacional. Pero todo esto se truncó justo en el momento en que llegaste a tu casa. Al llegar a la sala, te encontraste a tu madre sentada en la mesa del comedor con dos hombres corpulentos detrás de ella y uno muy alto de peculiar cabello rosado. Este, te examinó mientras los otros dos te sostenian y lo último que recordaste fue verlo comparandote con una foto que tenia en la mano antes de dormirte.
Hacía unas horas habías despertado y lo único que podías pensar era en la traición por parte de tu madre. Las lágrimas secas de la frustración ya casi se habían borrado. No tenías sentido del tiempo, todo estaba oscuro en aquella habitación y la única luz que veías era la que pasaba por debajo de la puerta.
De pronto la puerta se abrió y eso solo te causó más pavor. Retrocediste lo más que pudiste en aquella cama, hasta el punto que chocaste con la esquina de aquellas paredes. Un hombre de cabello blanco apareció y por unos minutos se quedó mirándote. Parecía aliviado de verte de alguna manera. Después de unos minutos extendió su mano hacia ti.
-Ven... -Al no recibir respuesta alguna por tu parte, soltó un suspiro y se acercó a la cama donde estabas. Ya estando cerca, vio cómo intentaste correr de él a otro lado, pero te tomó entre sus brazos.- Qué terca... -mencionó en aquel tono oscuro mientras apretaba su agarre para no soltarte.
Dabas pequeños gritos ahogados, estabas entrando en un ataque de pánico al no saber qué hacer. Nunca supiste defenderte, eras débil físicamente. Una vida de mala alimentación y malos tratos no había sido lo mejor en este tipo de situaciones.
-Suéltame, suéltame -decías repetidas veces viendo que te llevaba nuevamente hacia la cama.
El miedo te devoraba, imaginabas lo peor, y el pánico se apoderó de ti con tal intensidad que no podías hacer otra cosa que forcejear y patear, una y otra vez. Pero cuando te lanzo hacia la cama todo cambió. No hubo violencia. Solo te abrazó con fuerza, apoyando su rostro en la curva de tu cuello . El ambiente se fue calmando poco a poco, pero no porque te sintieras a salvo, sino porque no sabías cómo reaccionar. El silencio se alargó por lo que parecieron minutos interminables, y podías sentir su aliento cálido rozando tu piel. Él lo notó. Finalmente, se apartó de tu cuello y te miró directamente. Sus ojos, hasta entonces ocultos por la oscuridad, te miraron de cerca, revelando un abismo tan profundo y oscuro que te hizo sentir como si el mundo entero estuviera a punto de desvanecerse, arrastrándote con él.
–Ahora eres mía... –dijo en un tono seco mientras su mano se deslizaba hacia tu cabello, acariciándolo con la delicadeza con la que uno tocaría una muleca de porcelana. –No sabes cuánto tiempo he esperado por esto...
-Suéltame... -volviste a pedir ya con la voz quebrada y con las lágrimas al borde, odiabas su tacto.-
–¿Ah? ¿Y por qué haría eso? –respondió, su tono cargado de una cruel incredulidad. –Nos reencontramos después de tanto tiempo, y así es como reaccionas. Su mano cayó bruscamente a su cuello, y el aire pareció desvanecerse del cuarto. Soltaste un chillido agudo cuando sus dedos aprietan tu garganta. –Me perteneces. Su voz, ya fría y amenazante, adoptó una matiz aún más oscura, cargada de una posesividad sofocante. –Recuerda esto: donde yo vaya, tú irás. Donde yo huya, tú me seguirás. Y cuando yo muera, tú morirás conmigo. ¿Entendido? ¿No te parece justo, Tanaka?
Pero aunque la presión disminuyó, el terror no te soltaba. Apenas podías respirar, y entre jadeos desesperados, un débil "sí" escapó de tus labios, en un intento frenético por que te dejara ir. Y así lo hizo, Finalmente, te soltó. Aspiraste una bocanada de aire, tus pulmones quemando con el alivio de la libertad momentánea. El peliblanco no pudo más que verte desde arriba con aquella mirada indifirente a lo que acababa de hacer, mientras tu respirabas de manera agitada.
-Pensé que te alegrarías de verme, Tanaka... pero solo recibo una mirada de temor de ti. ¿Es que no lo ves? -Un suspiro pesado escapó de sus labios- Soy yo.
El peliblanco extendió los brazos, mientras una suave y tétrica sonrisa se dibujaba en su rostro.
Alzaste la mirada, confusa, recorriéndolo de arriba abajo. Estabas demasiado alterada para pensar en alguien en ese momento, pero de pronto una imagen cruzó tu mente: la de aquel chico rubio, de ojos oscuros, al que alguna vez amaste.
-¿Manjiro...? -murmuraste.
-Bienvenida a casa... mi amor -respondió él, con una voz tan suave como inquietante.-
ESTÁS LEYENDO
Donde tu estés yo estaré (Mikey X Lectora)
RomanceUn romance tóxico es la primicia de esta historia, donde una simple promesa terminará siendo tu perdición al ser el punto de obsesión de uno de los hombres más poderosos en el bajo mundo de Japón. Esto es una historia FICTICIA