Pasaron cinco semanas desde aquel enfrentamiento con Sanzu. Tu vida, que ya se sentía como una jaula, había comenzado a oprimirte aún más. El control sobre tus movimientos era sofocante, y aunque al principio te habías mantenido fuerte, cada día que pasaba te drenaba un poco más. Sanzu se había convertido en una sombra constante, y a Mikey, a quien no habías visto desde entonces, lo extrañabas más de lo que habrías querido admitir. Sabías que, aunque su presencia era gélida, traía consigo una especie de protección que nadie más te ofrecía.
Tu rutina diaria era humillante. Las sirvientas, Hina en especial, te trataban con una frialdad desgarradora. A pesar de tus esfuerzos por mantener algo de dignidad, cada intento era rápidamente anulado por la brutalidad con la que te bañaba o por las palabras venenosas que Hina susurraba cuando estaba segura de que nadie más la oía.
Cada día se sentía más pesado que el anterior, y con el tiempo, habías dejado de luchar. Ya no intentabas resistir. Simplemente dejabas que todo sucediera, atrapada en un ciclo de resignación y dolor.
Era de noche cuando escuchaste la puerta abrirse. No te molestaste en mirar. Esperabas que fuera una de las sirvientas, quizá Hina otra vez, lista para soltar otro comentario cruel mientras pretendía cumplir sus obligaciones. Tu mirada permanecía perdida, fija en el paisaje nocturno que se extendía más allá de los ventanales.
Sin embargo, la voz que rompió el silencio no era la de ninguna sirvienta.
-¿Por qué no has comido? -dijo una voz grave, una voz que erizó cada fibra de tu ser.
Giraste rápidamente, tu corazón acelerado al ver a Mikey en la puerta. Su presencia llenaba la habitación de una tensión que no habías sentido en semanas. Su expresión era tan fría como la recordabas, sus ojos vacíos, carentes de cualquier emoción visible. A pesar de que lo habías extrañado, no podías evitar sentir un miedo instintivo que te hacía retroceder un paso involuntario.
-_________ -dijo, su tono gélido como siempre, pero ahora con una nota de impaciencia.
-Tanaka, habla -añadió, su voz subiendo de tono, haciéndose más imponente, exigiendo una respuesta inmediata.
Su tono, tan helado y autoritario, te hizo estremecer. No estabas acostumbrada a esa clase de confrontación directa con él, no desde que habías quedado atrapada en ese lugar. Tus pensamientos se atropellaron en tu mente, pero solo una frase consiguió escapar de tus labios, en un murmullo apenas audible.
-No tengo hambre... -dijiste, desviando la mirada, incapaz de enfrentarte a esos ojos que parecían desnudarte, como si ya supiera la verdad que intentabas ocultar.
-Las sirvientas me dijeron que estuviste así desde hace una semana ¿Que es lo que pasa? Primero el golpe y ahora esto, Tanaka no me mientas.
-No... -comenzaste, tu voz rota- no es nada...
-Si no piensas hablar... todos sufrirán las consecuencias. ¿Eso es lo que quieres? -Su tono gélido llenó la habitación mientras daba un paso más hacia ti. Sabía que esas palabras te afectarían, que el temor de lastimar a otros te desgarraría por dentro. Después de todo, eras una persona de corazón noble, incapaz de causar daño deliberadamente.
-No lo hagas más difícil, Tanaka. -Su voz bajó de tono, haciéndose más siniestra-. ¿Aún no lo entiendes? por ti, sería capaz de eliminar a cualquier imbecil que se te acercara, solo necesito un nombre, solo dilo _________
Sus palabras, apenas un susurro, recorrieron tu piel como una advertencia oscura. Antes de que pudieras reaccionar, una de sus manos se deslizó firmemente hasta tu cintura, atrayéndote hacia él. La cercanía te robó el aliento. Su otra mano libre comenzó a acariciar tu cabello con una suavidad inquietante, en un contraste perturbador con la amenaza que aún flotaba en el aire.
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Donde tu estés yo estaré (Mikey X Lectora)
RomanceUn romance tóxico es la primicia de esta historia, donde una simple promesa terminará siendo tu perdición al ser el punto de obsesión de uno de los hombres más poderosos en el bajo mundo de Japón. Esto es una historia FICTICIA