Sanzu te observó en silencio, su mirada afilada como una hoja, dudando de tu respuesta. Pero en el fondo, no tenía tiempo para cuestionarte más, lo importante es que estuvieras ahí.
-Ya vámonos - dijo finalmente, su tono apurado mientras te tomaba del brazo con una mezcla de urgencia y frustración. - No hagas ninguna estupidez. Mikey está esperando.
Caminaste detrás de él, todavía con el cuerpo temblando y la mente enredada en los recientes recuerdos. Cada paso parecía pesar el doble. Sanzu, por su parte, seguía adelante, su mente llena de pensamientos frenéticos sobre cómo encubrir el desastre que había ocurrido.
Llegaron al salón principal, donde Mikey y Mikamura conversaban. Mikey te observó entrar, su expresión imperturbable, pero algo en su mirada te ponía aún más nerviosa.
-¿Todo bien? - preguntó Mikey, sin apartar los ojos de ti, como si pudiera leer todo lo que había pasado solo con verte.
Sanzu respondió antes de que pudieras articular una palabra.
-Sí, todo bajo control - dijo con su sonrisa confiada, pero sabías que detrás de esa fachada había un miedo latente. Sabía que si Mikey descubría que algo había salido mal, todo se vendría abajo para él.
-Parece que has tenido un... pequeño incidente - comentó Mikey, su voz era suave, pero el tono tenía un filo peligroso. Dio un paso hacia ti y acarició suavemente la zona enrojecida de tu mejilla. - ¿Quién te tocó?
La pregunta resonó en el aire como una amenaza velada.
-Nadie - susurraste, bajando la mirada, incapaz de soportar la intensidad de sus ojos. - Me caí en el baño.
Mikey mantuvo el contacto visual un momento más, dejando que el silencio se alargara, como si estuviera probando tu mentira. Finalmente, apartó la mano, pero su expresión seguía siendo impenetrable.
-Bien - dijo al fin, volviendo su atención a Mikamura. - Terminemos con esto.
Sanzu soltó un suspiro aliviado, pero el peligro no había pasado del todo. Sabía que Mikey no era tonto y que lo había dejado pasar solo por ahora.
Cuando la firma terminó, Mikey se acercó a ti de nuevo, su mirada aún fija en tu rostro. Se inclinó lo suficiente como para que solo tú pudieras escuchar lo que dijo.
-Si vuelves a mentirme, no habrá una próxima vez - su voz era apenas un susurro, pero el mensaje fue claro como una sentencia. - Mantente cerca.
Mientras Mikey se daba la vuelta, un nudo se formó en tu estómago. Sanzu te miró brevemente, sabiendo que la situación estaba al borde de desmoronarse, pero por ahora, ambos habían salido del paso. Sin embargo, esa sensación de escapar por poco no duraría mucho.
Antes de que saliera Sanzu te tomo del hombro.
-Me tendras que dar un explicación luego -Dijo suavemente para luego soltarte-
Mientras salían de la mansión, el aire frío de la noche te golpeó la piel y te trajo un breve alivio, pero tu mente no podía descansar. Algo más estaba ocurriendo en esa casa, y no solo se trataba de la negociación. Liam, Hina, y las tensiones entre las sirvientas eran solo la superficie de un secreto más oscuro que se escondía en los rincones.
Cuando subiste al coche, sentiste una presencia inquietante detrás de ti. Al girar la cabeza, te encontraste con un sabueso desconocido, cuya sonrisa era tan tétrica que te hizo erizar la piel. No lo habías visto antes entre los hombres de Sanzu, pero había algo en su mirada que te decía que sabía más de lo que dejaba entrever. Su expresión burlona parecía disfrutar de tu incomodidad, y en ese instante, comprendiste que estabas atrapada, sin salida y rodeada de un peligro inminente que solo él parecía reconocer.
Estabas atrapada.
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Afuera, los autos seguían su incesante tránsito, ajenos a lo que estaba ocurriendo dentro de esas paredes. Observabas la ciudad como si pudieras escapar con la vista, pero el eco de tus pensamientos te mantenía prisionera.
El sonido de la puerta al abrirse te hizo girar la cabeza apenas un centímetro, lo suficiente para ver a Sanzu entrar con pasos rápidos y cargados de tensión. Su mirada estaba cargada de una furia contenida. Sanzu era como una tormenta, y enfrentarlo de frente solo hacía que las olas te tragaran más rápido asi que decidiste no actuar, ni huir, ni gritar.
-¿Qué pasa? - preguntaste con calma
Sanzu se acercó más, hasta que su rostro estuvo a unos pocos centímetros del tuyo. Podías sentir su aliento agitado, y sus ojos, siempre afilados, ahora parecían más oscuros.
-Te dije que hablaríamos después - gruñó, su voz llena de veneno. - Ahora dime, ¿quién coño te pegó?
-Nadie - respondiste, manteniendo tu voz neutra, casi indiferente. - Me tropecé en el baño mietras vomitaba, ya se los dije.
Sabías que no te creía. Lo viste en la forma en que sus manos tensas se movían hacia su cabello, revolviéndolo con una frustración palpable.
La habitación se llenó de una tensión insoportable. Sanzu pasaba de un lado a otro, como un animal enjaulado, sus ojos clavándose en ti como dagas. Sus manos temblaban ligeramente, como si estuvieran ansiosas por hacer algo que sabías que le traería placer, algo como golpearte.
-¡Habla de una puta vez, Tanaka! - su voz estalló, golpeándote como un latigazo.
El silencio que siguió fue más fuerte que sus gritos. Podías sentir el peligro, como una amenaza flotando en el aire entre los dos.
-No sé qué esperas que diga - contestaste al fin, tu voz apenas un susurro, pero firme. -
Los ojos de Sanzu se entrecerraron, analizándote, intentando desentrañar lo que no decías. Sabías que estaba midiendo cada palabra, cada movimiento que hacías. Y lo peor era que ambos sabían que no le habías dicho la verdad, pero también que no tenía pruebas suficientes para presionarte más... todavía.
Sanzu dio un paso más cerca, su presencia abrumadora. Su mano se alzó, y por un momento pensaste que finalmente te golpearía. Pero, en vez de eso, sus dedos rozaron tu mejilla enrojecida, casi con delicadeza, como si estuviera midiendo el daño.
-Es curioso - murmuró, su tono suavizándose pero llenándose de peligro - cómo siempre te encuentras en el lugar equivocado, Tanaka. Tal vez debería enseñarte a cuidarte mejor, ¿no?
Su dedo bajó por tu mandíbula, deteniéndose justo bajo tu barbilla, obligándote a mirarlo a los ojos. Su sonrisa torcida no ocultaba la amenaza que contenía. Sabías lo que venía, pero no tenías otra opción que seguirle el juego por ahora.
-No tienes nada que enseñarme - contestaste en un tono firme, aunque el miedo comenzaba a asentarse en tu pecho.
Sanzu te observó unos segundos más antes de soltar una risa baja, oscura, como si disfrutara del pequeño juego en el que los dos estaban atrapados. Dio un paso atrás, soltando tu barbilla de manera abrupta.
-Por tu bien, espero que estés diciendo la verdad. Recuerda, tengo ojos en todos lados y si descubro que me mientes..... - su mirada se endureció - solo hace falta de que se lo diga a Mikey.
Su amenaza quedó flotando en el aire mientras salía de la habitación, cerrando la puerta con un golpe seco que resonó en tus oídos. Finalmente sola, soltaste el aliento que no sabías que habías estado conteniendo.
Te acercaste de nuevo a la ventana, mirando hacia la ciudad que parecía tan lejos. Por un instante, consideraste de nuevo la idea de gritar, pero sabías que nadie te escucharía, no en el piso 55 o 60, y mucho menos en la bulliciosa Tokio. Aquí arriba, eras invisible, prisionera en una jaula de cristal.
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Donde tu estés yo estaré (Mikey X Lectora)
RomanceUn romance tóxico es la primicia de esta historia, donde una simple promesa terminará siendo tu perdición al ser el punto de obsesión de uno de los hombres más poderosos en el bajo mundo de Japón. Esto es una historia FICTICIA