CAPÍTULO 1

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BEATRIZ MENDOZA
CAPÍTULO 1

Estaba muy estresada, decidió entrar al baño para componerse un poco, y entró doña Julia:
—Bettica, necesitamos hablar.
—Debí suponerlo, si hay alguien en el mundo capaz de reconocerme, es usted.
—No se aflija mi niña, que ni su papá, ni Michel la reconocieron.
—Mejor no hablemos aquí porque las paredes oyen.
—Al menos déjeme abrazarla.
—Yo también lo necesito.
Las dos mujeres se dieron un tierno abrazo. Tuvieron suerte de que nadie las descubriera y tuvieran que dar demasiadas explicaciones, con el pasar de los días fueron hablando por teléfono y organizando el encuentro que se llevaría a cabo días después, en la casa de Nicolás Mora.
—Pero comprenda mamita, su papá se siente muy culpable y está muy desanimado, le haría muy bien verla.
—Está bien mamá, pero iré vestida como la Betty de antes. No me pueden relacionar con Beatriz Mendoza.
—Estoy de acuerdo, es lo mejor.
Habían pasado los años y Beatriz Mendoza le había ganado la pulseada a Beatriz Pinzón. Tenía una vida maravillosa junto a su hija y al hombre que amaba. Aun así, la sed de venganza era insaciable.

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AÑOS DESPUÉS
25 DE OCTUBRE DE 1999

Otro duro golpe en su vida, le acaban de dar la noticia de que don Roberto Mendoza, a quien considera un segundo padre, acaba de perder la vida en el quirófano. La operación a corazón abierto no fue suficiente para salvarle la vida, no la resistió.
El funeral fue muy emotivo, sus dos hijos estaban presentes, Camila vino desde Suiza y Armando estaba visiblemente destruido, al igual que los Valencia, incluido Daniel Valencia, quien normalmente parecía de hielo, se lo veía con los ánimos por los suelos; María Beatriz, tal vez era la más afectada, se sentía muy sola en este mundo; Marcela, al menos tenía a su marido, Mario Calderón, que la contenía.
A pesar de la resistencia de Marcela, un grupo de ejecutivos y empleados de la empresa asistieron a las pompas fúnebres. Gutiérrez y su esposa; las secretarias, Sofía, Bertha y Mariana ; y el vicepresidente financiero, Nicolás Mora con su esposa, Sandra Patiño.
Armando, fue el encargado de dar un emotivo discurso.
—Amigos, hoy es un día muy triste para todos, no solo murió un padre, un abuelo, un tío, un jefe. Murió una buena persona, una gran persona, un trabajador incansable que trabajó hasta último momento para que Ecomoda llegue al nivel de excelencia que tiene hoy en día.
Parecerá frío hablar de la empresa en este momento, pero no lo es. Ecomoda fue su vida, la razón por la que se levantaba de su cama cuando mi madre murió, en síntesis, es su legado, y por ello prometo colaborar en todo lo que sea necesario para que nada lo ponga en peligro, cuento con ustedes para ello. Papá, prometo cumplir con tu voluntad.

Si el funeral fue difícil, la parte agria de estos días sería la lectura del testamento, ya que estaría cargado de sorpresas para todos. El encargado de dicha tarea sería el abogado de la familia: el Dr. Santamaría.
Santamaría: —Estando presentes todos los convocados aquí, voy a comenzar con la lectura del testamento del señor Roberto Mendoza.
Luego de la lectura de la descripción de todos los bienes que poseía Roberto, comienza la lectura de lo que le deja a cada uno.

“A ti Marcela, te lego la mansión. El deseo de Margarita siempre fue que te convirtieras en la señora de la casa, te deseo que formes tu familia junto a Mario y que sean muy felices en ese hogar.
A ti Daniel, te dejo mi piso en el centro y las acciones de la bolsa detalladas en el apartado 4 de mis bienes.
A ti, María Beatriz, te cedo mi finca en Sídney, esa ciudad es tu lugar en el mundo, comienza una nueva vida allí.
A los tres hermanos Valencia: Sepan que los amé como a mis propios hijos.

Hijos míos:
Camila, quiero que mi apartamento en Londres sea tuyo, sé que tú vida está allí, en Europa.
A ti, Armando, te dejo la finca familiar con los caballos que tanto te gustan.

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