2. Los dulces 16

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Allie

He de decir que nunca pensé en asesinar a alguien hasta ese día.

Quizás el hecho de haber visto tantas series policiales con Oliver, mi hermano mayor, me hicieron desarrollar un sentido criminal que jamás creí descubrir.

Pero bueno, ahí estábamos una vez más, Walker y yo en medio del caos.

Como de costumbre.

Cualquiera pensaría que luego de tantos años odiandonos mutuamente, al fin llegaría el momento de la paz, pero no fue así. Ya éramos adolescentes y para ser sincera nada había cambiado.

Walker arruinaba cada cosa en la que yo ponía interés y en consecuencia yo hacía lo mismo con él, así que al final del día siempre nos veíamos involucrados en alguna maldad contra el otro.

Es que nada era imposible para nosotros dos y era como si cada broma u ofensa fuera una victoria jugosa que nos gustaba atesorar. Y aunque la mayoría de las veces intentaba mantenerme al margen, de algún modo u otro siempre terminaba pagandole con la misma moneda. Como aquella vez en la escuela, donde luego de mucho tiempo de escuchar decir a los maestros que él era tan bueno como yo, llegó el fatídico día donde uno de ellos en la feria de ciencias dio el comentario más brutal que pude haber escuchado: "Bien hecho Walker, ni siquiera Allie pudo hacerlo tan bien".

Podría haber aceptado la derrota y haberme puesto a llorar en ese mismo momento, sino hubiera sabido que a Walker no le importaba en lo absoluto aquella feria y solo fue a participar en ella para molestarme. No era intuición, ni nada por el estilo, él mismo me lo habia dicho cuando me vio inscribirme en la lista de mejores proyectos. "¿Será que puedo vencerte aquí también?" Me soltó descaradamente mientras escribía su nombre.

Así que cuando efectivamente me venció, junte todas mis ganas de salir gritando y planee una pequeña venganza que incluía el concurso de deportes y el título al mejor concursante de todas las categorías. Premio que por supuesto me llevó muchas semanas de entrenamiento y me dio como recompensa el rostro confundido y a punto de explotar de ira de Walker Scobell.

Sin embargo, cada cosa tenía sus límites y esta vez, el había llegado muy lejos, demasiado lejos.

Era mi cumpleaños número 16, una fecha que esperé ansiosa, por lo que empecé los preparativos con meses de anticipación. Realizaría una pijamada con mi círculo de amigas más cercanas y la ocasión daba paso a camisones blancos, listones rosas, vajilla de porcelana y postres deliciosos.

Todo marchaba a la perfección y para cuando mis invitadas habían llegado el aroma del té caliente ya inundaba mi habitación. He de decir que todas se veían complacidas y eso solo confirmó que yo era una excelente anfitriona.

La noche transcurrió de maravilla, pero lo peor estaba por ocurrir. Mientras hacíamos un karaoke con las canciones más melosas que podían existir, el sonido de algún cristal rompiéndose desde el jardín llamó nuestra atención.

Salí para asegurarme que todo marchara bien y en cuanto puse un pie afuera, algo cayó sobre mí. Era frío y viscoso, no tarde en notar como mi perfecto camisón blanco ahora estaba empapado por lo que parecía ser pintura azul.

Grité, pero unas risas de lo más escandalosas opacaron el sonido.

Ni siquiera tuve que limpiarme los ojos para saber de quienes se trataba, eso solo podía ser obra del tonto de walker y los ridículos que tenía como amigos.

—Caíste más rápido de lo que creí- Lo oí decir con diversión. —No sabía que regalarte y luego tuve la mejor idea de todas, una gloriosa broma, como lo manda la tradición.

—!Eres un idiota¡— Solté furiosa, mientras retiraba la pintura de mi rostro para poder ver con claridad al demonio rubio.

Pero al hacerlo, me di cuenta de algo más. Al lado de walker estaba Jack, un chico de mi clase que me había gustado desde octavo grado y con el que nunca pude intentar algo porque Walker siempre estaba ahí para estorbarme.

Jack parecía asustado, como si le hubiera tomado por sorpresa toda esa situación y no se atrevía a decir absolutamente nada, tan solo atinó a quedarse en silencio mientras me veía con lástima.

La pintura azul debió haber cubierto mi rostro enrojecido por la vergüenza y también una que otra lágrima por tremenda humillación, porque Walker me miraba con curiosidad, como si quisiera saber si me había molestado lo suficiente.

— ¿Qué pasa tristeza?—Habló entre risas y aquello fue lo último que pude tolerar.

Tuve suerte de tener la fumigadora a tan solo unos centímetros de mí y en un movimiento rápido la tomé entre mis manos y como si fuera una metralladora, empecé a rocerales el herbicida a todos los que estaban delante de mí. Ni siquiera el pobre Jack se salvó.

No me detuve hasta que apareció mi padre desesperado al esuchar los gritos y tosidos de los chicos quienes corrían por su vida. Se arrastraban por el césped buscando la salida, pero cómo se habían trepado desde el patio de Walker, escapar no sería tan fácil.

El resumen de aquella noche fue que intoxiqué a 6 chicos y por suerte el herbicida no había sido lo suficientemente tóxico como para que la situación llegara a mayores. Además, mi pijamada se arruinó y me castigaron durante dos semana por no saber controlar mi ira, aunque era absurdo, ni siquiera había sido mi culpa.

Por otro lado, me enteré que Jack le contó a toda la clase lo que había sucedido, diciendo que Walker y yo estábamos dementes y que nunca más quería volver a involucrarse con ninguno de los dos, al final resultó ser un completo chismoso y no el chico increíble como lo había pensado.

Walker por su parte fue betado de mi casa y castigado por el resto del año. Su madre no fue una, sino cuatro veces a visitarme para disculparse por todo el desastre que había ocasionado su hijo. Cosa que me gustó al principio pero luego de la segunda vez ya me tenía un poco cansada.

Aquel incidente me hizo darme cuenta que había desperciado años de mi vida peleando con ese bicho y que ahora debía empezar a enfocarme en cosas importantes como mi futuro. No me serviría de nada pelear a muerte con él, cuando tenía tanto en lo que ocuparme. Así que me prometí a mí misma que aquella estúpida rivalidad terminaba ahí, ya no éramos niños y nuestras vidas necesita tomar madurez a como de lugar.

𝑲𝑰𝑺𝑺 𝑶𝑹 𝑲𝑰𝑳𝑳 / Walker Scobell Donde viven las historias. Descúbrelo ahora