Pov de Ares
Miraba el techo blanco del hospital, una vez más, perdiéndome en los patrones inexistentes que mi mente creaba para entretenerse. Las visitas se habían vuelto rutinarias, tanto que cada detalle de la habitación me resultaba familiar. A mis 23 años, me encontré en una situación que nunca hubiera imaginado: esperando un trasplante de médula para combatir la leucemia. El arte había sido mi refugio, mi manera de escapar de esta realidad cruel.
Mis pinturas, reconocidas por su realismo rústico con un toque de la antigua Roma, me habían otorgado una pequeña fama en mi tierra natal, Luxemburgo, y en mi actual hogar en Grecia. Pero últimamente, ni siquiera el arte podía mitigar la ansiedad y el miedo.
Fue en una de esas noches de insomnio que descubrí a Dominick. Un video apareció en mi feed de Instagram, mostrándome a un joven pelirrojo, de movimientos fluidos y gráciles, ejecutando un ballet con una pasión que traspasaba la pantalla.
No pude apartar la mirada. Dominick, o Domi como se hacía llamar, tenía una habilidad y un carisma que me atraparon de inmediato.
Decidí enviarle un mensaje. Me presenté y le dije que su baile me había inspirado, que me gustaría dibujarlo. No sabía si respondería, pero al menos, intentarlo me daba un nuevo propósito. La idea de capturar su energía y gracia en un lienzo me llenaba de una emoción que no había sentido en mucho tiempo.
Pov de Dominick (Domi)
La música fluía a través de mí mientras ejecutaba cada movimiento con precisión y pasión. El ballet había sido mi vida desde los cinco años, un escape y una expresión de todo lo que llevaba dentro. En el escenario, era el "pelirrojo de oro", conocido por mi cabello flameante y mi destreza.
Nací en Austria, pero mis padres, Carmen y Bruno, me adoptaron y me criaron en México. Ser su único hijo había sido una bendición, y sus sacrificios me permitieron perseguir mi sueño en el ballet.
Una noche, después de una agotadora sesión de práctica, revisé mis notificaciones en Instagram. Entre los mensajes y comentarios, uno en particular llamó mi atención. Era de un chico llamado Ares, un artista de Grecia. Su mensaje era simple pero sincero: me había visto bailar y quería dibujarme.
Su perfil mostraba pinturas increíbles, realistas y con un toque rústico que evocaba la antigua Roma. Me intrigó, no solo por su talento, sino porque mencionó estar hospitalizado. Sentí una conexión inmediata. Tal vez, porque sabía lo que era luchar por tus sueños a pesar de las adversidades.
Respondí a su mensaje, agradeciéndole y aceptando su propuesta. Había algo en él que me hizo querer conocerlo más. Quizás, al permitir que me dibujara, le estaría dando una pequeña dosis de esperanza, ya la vez, recibiría una inspiración fresca y nueva.
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Pas Deux de la vida
Lãng mạnPas deux de la vida Las edades, datos y relatos son producto de la imaginación del autor. Algunos datos serán reales para darle un toque especial a la novela. Dominick Jack Dominick, mejor conocido como Domi entre sus amigos cercanos, es el "pelirro...