Capítulo 31: Eros

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Lo que temían los reyes y Haektpa era haber llegado demasiado tarde a Honwarf, pero los Dioses solo tenían la misión de derrocar a Eros una vez por todas. Pasaban corriendo levantando arena por el desierto de Phrygía con dirección a Maeverno, donde a lo lejos se observaban que nubes negras, cubiertas de rayos y relámpagos escarlatas, predominaban sobre aquel cielo encima de su destino.

Wade con un solo movimiento de su brazo, tomo a Aradun y lo subió sobre su espalda e hizo el mismo sonido que había hecho en el bosque Mageikos, que Flint reconoció enseguida. Unos segundos después, tres Xiang los seguían por detrás, y en uno de ellos iba montada Ella, con un arco en mano. El elfo subió al enano en un animal y se fue galopando velozmente; Wade se subió en el Xiang restante y en unos segundos los tres se perdieron de vista entre todo el páramo arenoso.

Cuando finalmente llegaron a Maeverno y cruzaron entre la zona montañosa, se dieron cuenta que la puerta de piedra para pasar ya estaba abierta, seguramente por los elfos y Aradun, pues los Xiang esperaban afuera. Con mucha prisa, cruzaron el túnel que llevaba a las grandes puertas para pasar al puente que daba al castillo de Honwarf, pero esas puertas también estaban abierta.

Se detuvieron en seco cuando vieron la mitad del castillo destruido, así como parte del puente lleno de escombros, y el finito techo de piedra de la cueva ya no existía, ahora estaba sobre todo el pueblo y el río que cruzaba bajo el puente. La abertura de arriba irradiaba una deslumbrante pero tétrica luz roja debido a las nubes y relámpagos.

Haektpa y Deifontes fueron los que tomaron conciencia más rápido y se aproximaron al castillo; detrás los siguieron los demás trotando. Deifontes levantó una roca que tapaba el paso a la entrada -excepto por un pequeño agujero en una esquina- y utilizando su furia como fuerza, la lanzó lo más lejos que pudo. Haektpa se encargó de abrir la puerta y se quedó en blanco al ver millones de enanos tumbados en el suelo, unos encima de otros, todos quemados y muertos.

Segundos después, escucharon como Athena Lennon ahogo un grito de pánico y Orazia Eckhart dejo escapar un murmullo ininteligible para todos. Incluso Haektpa percibió la lastima del profundo y secreto corazón de Alceo.

Habían llegado demasiado tarde. Todos habían muerto. Escucharon ecos de gritos y sollozos estremecedores provenientes de una puerta que estaba destrozada y llevaba a un sendero aún más subterráneo que donde tenían guardado el anillo falso.

Cuando bajaron por completo, Haektpa sintió un pinchazo en su corazón, algo que nunca había sentido antes. Ella y Wade estaban de pie al lado de Aradun, quien estaba sentado en el húmedo suelo de piedra balanceándose con el cadáver de Aideen en brazos.

—¡Mi bella mujer! ¡¿Pero qué he hecho!? —gritaba Aradun con tanto sentimiento de dolor y tortura que a los reyes les dieron escalofríos y a Antednis se le escapo una lágrima— ¡No... no, por favor no, no, no, no! ¡¿Por qué a mí?! Mi Aideen... no...

—Lo siento tanto, Aradun... —le dijo Athena, evitando ver esa melancólica escena.

—No... —Aradun hablo entre dientes, alzó la vista y sus ojos estaban renegados en lágrimas, rojos e hinchados, pero más que furia expresaban un desconsuelo mayor que perder todo un reino, pues había perdido a su amor— No lo sientas porque no sabes lo que de verdad se siente... si tan solo hubiera llegado unos segundos antes...

—En verdad comprendemos tu dolor —le dijo Orazia con los ojos rebosantes de lágrimas—, déjanos ayudarte...

—¡NO! ¡NO LA TOQUES! Es mía... es mía... es mi amor...

Nadie dijo nada más, pues no hay palabras para consolar a los que han sido afectados por la muerte. Haektpa después de que Deifontes hubo abandonado la sala de inmediato, seguido de Alceo, llegó a la conclusión de que vivir se basa en sufrir y lo peor que puede pasar es la muerte. O tal vez lo peor que puede pasar es amar a alguien que está destinado a morir, pero ¿cómo haces para vivir sin amor o esperanza?

Faith [Parte 1: Los Anillos del Núcleo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora