Nace el Paladín de Fuego: La aparición del guerrero Regulus

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En la sombría guarida de Caesar Shark, un grupo de científicos de la Tribu del Mar, acompañado por maestros de las artes místicas, trabajaba con intensidad febril. Todos sus esfuerzos estaban centrados en un objeto cubierto por una lona negra que irradiaba un aura inquietante. Caesar Shark, con su mirada fría y calculadora, observaba en silencio desde la penumbra, esperando resultados.

"Reporte de avances," exigió finalmente, su voz resonando como un trueno en el silencio tenso.

Un ingeniero dio un paso al frente, tragando saliva antes de hablar. "Señor, el Proyecto Centinela está... completo. Hemos tardado más de lo previsto, pero este prototipo debería cumplir con las especificaciones. Si funciona, podremos replicarlo y crear más."

"¿Debería?" repitió Caesar Shark, sus ojos brillando con un destello de peligro. Dio un paso hacia el ingeniero, su presencia intimidante llenando el espacio. "¿Me estás diciendo que no tienes certeza de que esto despertará el poder dentro de Liogre y del niño humano?"

El ingeniero retrocedió un paso, nervioso. "E... es un prototipo, señor. Hay variables que aún no hemos podido—"

Antes de que pudiera terminar, Caesar Shark lo acorraló contra la pared con un movimiento rápido. "Si no funciona," siseó, "tú serás mi almuerzo."

El ingeniero asintió rápidamente, con el terror pintado en su rostro. "¡Sí, señor! Funcionará, lo prometo."

"Más te vale." Caesar Shark lo soltó y giró hacia los demás, su voz autoritaria resonando por toda la sala. "¡Inicien el ritual y la infusión de Cyclo-energía! Quiero resultados ahora."

Los científicos comenzaron a trabajar con precisión mientras los hechiceros entonaban cánticos ancestrales. Energía pulsante llenó la habitación, iluminando la lona con destellos de luz azul y púrpura. Lentamente, la figura bajo la lona empezó a moverse. Una vibración profunda resonó, y cuando el objeto se levantó, Caesar Shark sonrió con satisfacción.

"Bienvenido, Arma 1," dijo con una sonrisa oscura, observando su creación con orgullo. "Tengo grandes planes para ti."

Mientras tanto, en el Reino de Gloria, Liogre estaba en su despacho real, rodeado de documentos que llevaba horas revisando y sellando con el emblema de su reino. Su mano se detuvo sobre un pergamino, y su mirada se perdió en el vacío mientras reflexionaba sobre los recientes eventos.

Habían pasado tres meses desde que conoció a Ryo y fue testigo de la increíble transformación de Mei y Jan Jan en Tai-Li. Aunque el reino disfrutaba de una paz momentánea, Liogre no podía dejar de preocuparse por los amigos de Ryo que seguían desaparecidos en el vasto Planeta Bestia. Sentía que había fallado a Ryo, incumpliendo la promesa de encontrarlos y ayudarlos a regresar a su hogar.

Además, los informes de Landmogul no eran alentadores. Se reportaban avistamientos de encapuchados negros merodeando por todas las tribus, algo que lo perturbaba profundamente. "¿Cómo no me di cuenta antes?" pensó, sintiendo el peso de la culpa apoderarse de él.

"Liogre..." Una voz interrumpió sus pensamientos, pero él no reaccionó, perdido en sus cavilaciones.

"Debo encontrar una manera de ayudar a ese niño y a sus amigos," se dijo, con el ceño fruncido.

"¡Liogre!" insistió la voz, esta vez más firme y con un toque de irritación.

Liogre se sobresaltó, casi dejando caer el sello real que sostenía. Con un rápido movimiento, lo atrapó antes de que cayera al suelo. Al levantar la vista, se encontró con Golder, quien lo observaba con una ceja levantada.

"Golder, lo siento," dijo Liogre, intentando recomponerse. "No me di cuenta de que estabas ahí. ¿Cuánto tiempo llevas esperando?"

"No mucho," respondió Golder, con una sonrisa paciente. "Pero parecía que estabas en otro mundo."

Beast Saga: Tamer RisingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora