Lucía, en ese momento, era una experta en alterar fotografías para presentar pruebas. Según las imágenes que Juan Mario había tomado, María aparecía besándose con Héctor César. El coronel llamó a Lucía, quien también había hecho su parte al incriminar a María, una persona que había matado a un excelente policía español.
De repente, un sargento llamado Emiliano tocó la puerta del apartamento de Lucía. Ella respondió: "¿Dígame?" Emiliano se presentó: "Hola, soy el sargento Emiliano. Vengo desde España. Me dijeron que usted tiene las pruebas y quisiera saber más sobre esa información".
Lucía contestó: "Sí, me llamo Lucía. Pero no me llamaron de la misma embajada de Estados Unidos. De todas maneras, ya iba para allá para entregar las pruebas". El sargento Emiliano asintió: "Claro, si quiere, vamos juntos. Una vez traslademos todo a España, no podemos esperar más tiempo".
María, que estaba presente, dijo: "Vale, vamos". Gabriel no podía creerlo; ya desconfiaba de María. En ese momento, también se enteró de que María esperaba un hijo de él.
Gabriel, desilusionado, decide contratar a un excelente abogado familiar llamado Edgardo para pelear por la custodia de su hijo después de que María diera a luz. En este momento, Gabriel no quiere ver la cara de María. Mientras tanto, Lucía y Andrés se acercan a él. "No queríamos que pasara por esta situación", murmuran. Sin embargo, en un rincón, Diego observa la escena. Lucía sospecha de la traición de su hermano menor.
Diego, sin piedad, decide mandar matar a Gabriel. Al retirarse de la comandancia, Diego recibe tres disparos. En ese momento, Lucía recibe una llamada de Mónica y Gabriela. "Misión cumplida", dicen ambas. Lucía sonríe y responde: "¿Qué sigue? Vamos por su abuela, doña Rosa".
Lucía, ¿vas a donde Andrés? Es una molestia estar en el hospital. Yo me voy del lugar. Ya mandé a alguien para que mate a esa vieja ridícula, doña Rosa, que no sabe dónde está parada. A los que respondió Andrés, les dijo: "Vale, nos vemos mañana". Mientras Gabriel lloraba en doble dolor por la supuesta traición de María, pasaron tres horas. Después, Gabriel enterró a su hermano menor, Diego. Gabriel decidió visitar a María antes de que comenzara el juicio y su traslado. Faltaban 15 días para el juicio y María, al verlo, se alegró. Sin embargo, esa alegría no duraría mucho, ya que Gabriel no creía en ella. Además, le dijo que le quitaría la custodia de Dairon.
María, con lágrimas en los ojos, respondió: "¿Tú sabes quién soy? No soy capaz de hacerte eso, debes creerme, Gabriel. María, no puedo. La primera vez te creí porque no vi necesario esa prueba. Debo irme, lo siento. Adiós".
Fueron esas las palabras que contestó Gabriel a María. Quince días después, llegó el juicio tan esperado. Mientras entraba al salón, Gabriel aún lloraba. Sin embargo, María no sabía que su abuela, doña Rosa, había sido asesinada. El juez condenó a María a 40 años de cárcel y debía ser trasladada a España en 48 horas. Seis horas después, esa misma noche, le dieron la noticia del fallecimiento de su abuela.
María estaba desesperada. "No, mi abuela no puede estar muerta. ¿Quién pudo hacer esto, abuela? Tu muerte no quedará así.
Cuarenta y ocho horas después, al despertar, el guardia de la puerta le dijo a María: "Vas a ser trasladada a España. Muévete, no tenemos mucho tiempo. Listos, nos vamos". Afuera, las autoridades españolas la esperaban en el aeropuerto. Lucía la miraba con una sonrisa aterradora, pensando en su mente que finalmente había logrado destruirla.
Al llegar al apartamento, Lucía no encontró a su hermano Gabriel, pero sí a la señora del servicio, Mel. Esta última tenía un archivo que indicaba que María era inocente. Lucía preguntó a Mel qué hacía con el archivo, a lo que Mel respondió: "Nada, mi patrona. Solo lo dejé en la mesa".
María, intrigada, le preguntó a Mel: "¿Cuánto es el precio para que te quedes callada?". Mel no sabía qué responder en ese momento, pero finalmente dijo: "Bueno, ya que no dices nada, te voy a dar 30 millones de dólares. ¿Te parece?".
"Andrés, ¿dónde estás? Necesito hablar contigo. Tenemos que desaparecer a la ridícula Mónica y a la señora del servicio, la imbécil Mel. Encárgate de eso mientras yo voy directo a la empresa para asegurarme de que todo esté bien". María respondió con un simple "vale".
Mientras Andrés colgaba la llamada de Lucía, él contactaba a una experta asesina sicaria llamada Mercedes. El plan era eliminar a Mónica y a Mel, quienes se habían convertido en un estorbo para los próximos planes.
Nueve meses después, María dio a luz en España desde la prisión. El mismo sargento llamó a Gabriel para la custodia del niño. Mientras tanto, el estado asignó un abogado defensor a María, llamado Enrique, quien se enamoró de ella al verla y se empeñó en ayudarla. Sin embargo, al final, perdió la custodia del niño.
A pesar de esto, Enrique le prometió a María que la ayudaría a conseguir su libertad. De repente, María recibió una visita inesperada. Era una tal Gabriela, según le dijo el oficial de la puerta. María la miró y le preguntó: "Hola, ¿te conozco?". Gabriela respondió: "No, nunca me conociste. Solo vine a conocer a mi hermana, y estoy frente a ella. Quisiera saber de ti".
María, confundida, respondió: "No te creo. Mi abuela nunca me habló de ti. ¿Qué me demuestra que lo que dices es cierto? Dímelo. ¿Será que tú quieres terminar de joderme la vida?". Gabriela le contestó: "Tengo fotos tuyas cuando eras recién nacida. Aquí están. Míralas bien y verás que te digo la verdad".
María examinó las fotos, sintiéndose muy confundida. Dudaba entre creer lo que Gabriela decía y lo que las imágenes demostraban. En medio de su reacción, María deseó estar sola con su dolor y regresar a su celda. Mientras tanto, Gabriela se retiraba del lugar.
Trece minutos después, todas las prisioneras salieron al patio durante las horas de recreo. Fue allí donde María conoció a dos chicas: una llamada Estefanía y la otra, Juliana. Ambas le enseñaron a defenderse.
En Nueva York, Gabriel convocaba una fiesta familiar a la que debían asistir Andrés y Lucía. Mientras Lucía se acercaba, Andrés comentó en voz baja: "Ya quitamos a quienes nos estorbaban. Ahora nos toca quitarle el puesto de la presidencia a Gabriel". Lucía, con una risa cruel, le respondió: "Andrés, aún no me conoces del todo. Debemos buscar un papel en algún archivo y atacar desde ahí. ¿Me entiendes?".
De repente, Lucía recibió una llamada de Antonio para informarle que Gabriela había visitado a María. María respondió que Gabriela podría ser un problema y que debería contactar a alguien por allá. Antonio le dijo que tenía un primo llamado Eduardo y que debería llamarlo. Lucía contestó: "¿Y qué esperas? Llámalo ya, sabes lo que tienes que hacer".
Mientras tanto, Gabriel no dejaba de pensar en María. Su corazón latía con más intensidad cada día. Enrique también visitaba a María en la cárcel y finalmente confesó su amor por ella. Le dijo que la amaba con todo su ser. Sin embargo, María le respondió que solo lo veía como un amigo y que aún amaba a Gabriel. "No he podido sacarlo de mi mente", confesó María.
Enrique la tranquilizó: "No pasa nada. Siempre contarás conmigo, no lo dudes". Además, Enrique investigó la información que María quería. Sin embargo, necesitaban pruebas para demostrar que Lucía estaba detrás de todo lo que había sucedido. Era evidente que ella la odiaba desde el principio y quería sacarla de la vida de su hermano y de la empresa.