Nunca conozcas a tus héroes.

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El hombre rubio ni siquiera era parecido.

Era joven, tenía la cara alargada y estaba bailando (Nat no creía haber visto a Clint bailar nunca, y si lo había hecho, definitivamente no fue así). No podía creer que estuviera a punto de sufrir un ataque de pánico por un hombre que ni siquiera se parecía. Rogers el musical sonaba como una buena idea cuando compró las entradas en internet, y luego se burló infinitamente de Steve por esta obra de teatro con su nombre.

Ahora, viéndola, no le hacía tanta gracia como antes.

Cooper, oh, su tierno y ahora incómodo sobrino adolescente, le daba una mirada preocupada cuando Nat se movía inquietamente en su lujoso asiento de primera fila (oh sí, esa también fue una mala idea). Ella rápidamente le dio una mirada tranquilizadora a su sobrino mayor y se levantó, disculpándose mientras huía de los actores y bailarines que cantaban sobre la batalla de Nueva York como si se tratara de una mala comedia de acción.

Cosa que no lo era.

Gente murió ese día, y ese día los Vengadores iniciaron algo que jamás habrían adivinado cómo terminaría. Y lo peor de todo (además del hombre rubio que no se parecía en nada a él, pero con el que probablemente tendría pesadillas durante semanas), era que Scott no estuvo ahí.

Nat suspiró, entrando al baño como la cobarde que era y que ni siquiera podía terminar un musical tonto junto a sus sobrinos. Se paró frente al tocador y observó las líneas de su rostro. Había envejecido, reflexionó. En algún momento de todo este caos de SHIELD y luego los Vengadores, y todo lo que pareció traer eso consigo, ella había envejecido.

Ahora era mayor de lo que jamás creyó que podría ser, había cumplido cuarenta hace unos días y no podía creer lo rápido que había pasado todo.

Hace diez años todo parecía más fácil.

Suspirando, Natasha corrigió su maquillaje y luego se lavó las manos, solo para tener algo que hacer y distraerse del pequeño temblor en sus dedos.

Cuando salió del baño, decidió ir a tomar aire y se paró en la entrada, cubriendo sus hombros desnudos con el viejo saco de Maria que le había robado la última vez que se vieron. Luego se apoyó contra la fría pared del teatro y observó los carteles y altos edificios de Nueva York.

Era una noche hermosa, a pesar de todo.

Y tenía una vida hermosa, a pesar de todo.

— ¡Tía Nat! — Lila se acercó, luciendo ligeramente preocupada. — ¿Estás bien?

— Lila. — Natasha sonrió ligeramente, pasando una mano sobre el hombro de su sobrina. Se estaba haciendo alta, aún no la superaba, pero era cuestión de tiempo. — Sí, sí. Lo siento, solo quería... Uhm, tomar un poco de aire.

Lila la miró como si supiera, quizás también como si entendiera. Estaba madurando demasiado rápido, cosa que le aterraba a Natasha, y cada día era más como Laura, lo cual era una locura. No fue hace mucho cuando aún cabía en sus brazos, cuando la Tía Natasha era su heroína y ella era invencible a sus ojos.

(Pero después de tantas caídas, bueno, Nat lo entendería si ya no fuera así).

— Sabes, está bien si no quieres terminar de ver el espectáculo... — Lila sonrió levemente. — Todos extrañamos a papá, y él era... — Lila tragó. — Él era tu mejor amigo, Tía Nat.

Natasha sintió sus ojos humedecerse. — Ven aquí, cariño. — Atrajo a Lila a sus brazos, porque aunque ya era demasiado grande para alzarla, aún cabía entre ellos, y la besó suavemente en la cabeza. — Ojalá pudiera traértelo de regreso, маленькая... — Susurró contra su cabello.

Hawkeye, the legacy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora