Seis

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╰┈➤ ⋆˚࿔ YAL 𝜗𝜚˚⋆

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Ella me miró con una intensidad acusadora, como si pudiera leer mis pensamientos más oscuros. Le había dicho que tenía cosas que hacer esa noche, pero en mi mente solo resonaba la pregunta: ¿qué excusa podría poner?

—¿No se iba ya, señorita Apasra? —insiste, y su voz es un susurro cargado de impaciencia, empujándome hacia la salida. Aun así, su enojo se notaba, como un fuego que ardía entre nosotras.

—Sí, ya me voy... solo necesito hablar con Marissa —la agarro suavemente, acercándola a mí, y le pregunto en un tono casi seductor—: ¿qué haces aquí?

—No, ¿qué haces tú aquí? —me responde, con su mirada desafiándome.

—¿Todavía? —interrumpe KFM.

—Tanto le urge? —le pregunto, volviendo a centrar mi atención en Mari—Te cuento más tarde.

Cuando llegues a tu departamento, me escribes —digo.

—Está bien —murmura, aunque su falta de entusiasmo me deja un vacío.

—Adiós —le doy un beso en la mejilla, un gesto que nunca había hecho, pero que se siente tan natural. Puedo sentir la mirada de la maestra Khun Faye, como un rayo que me atraviesa. La rabia en sus ojos es evidente, y eso solo alimenta mi deseo de provocarla aún más. Sin embargo, en los labios de Marissa se dibujó una sonrisa ladina, como si estuviera entendiendo el juego.

Tan pronto como salí, me dirigí al bar más cercano.

La liberación de KFM me trajo un alivio momentáneo, pero no podía ignorar la sensación persistente de deseo que me seguía como una sombra. Necesitaba ahogarme en alcohol, liberar mi cuerpo de la tensión que se acumulaba tras esos encuentros cargados de electricidad.

Me acerqué a la barra, con mis ojos recorriendo las botellas, buscando el trago que prometiera ahogar mis pensamientos.

—Dame el más fuerte que tengas —le digo a la chica que atiende, sintiendo que el ardor en mi pecho solo se intensifica.

—¿Has probado el poitín?—recuerdo haber sido advertida de no tomarlo. Es uno de los licores más fuertes del mundo, casi considerado ilegal por su gran efecto en quienes lo consumen.

—Si—miento, con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

—Lo quieres?—me pregunta, con una sonrisa traviesa en su rostro.

—Claro—Me hace señas para que la siga y se dispone a hablar.

—Esta clase de bebidas la mantenemos en una segunda vitrina. Todo el mundo viene pidiendo bebidas comunes, pero tenemos clientes que prefieren cosas extravagantes como esta—me mira de arriba a abajo—¿qué edad tienes?

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