Uno

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╰┈➤ ⋆˚࿔ YAL 𝜗𝜚˚⋆

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—¡Apasra Lertprasert, pase al frente y comparta lo que ha escrito!

Otra vez en clases de Literatura con esa maestra desagradable—pero sexy—, Khun Faye Malisorn.

Ella había elegido el tipo de poesía que nadie estaba dispuesto a llevar a cabo. Era un desafío conjugar las palabras "amor y placer", y la mayoría prefería evitarlo. Sin embargo, yo decidí arriesgarme y escribir algo breve, cuidando cada detalle para no caer en lo vulgar.

Con el corazón latiendo con fuerza, me levanté de mi asiento y caminé hacia ella, sintiendo la mirada de mis compañeros sobre mí.

Al llegar frente a la clase, abrí mi libreta y empecé a recitar:

•••
Con tus manos jugando en mi cuerpo,
con mi boca jugando en tu piel,
somos dos sintiéndonos uno,
somos dos haciendo el papel,
de chiquillos descubriendo ansias,
ansias de hacerlo otra vez...

Deseos inevitables,
caricias hasta el placer,
suspiros indescifrables,
y difícil de entender,
que rápido del alma al cuerpo,
que fácil volver otra vez,
que sencillo amarnos tanto,
si pudieran entender,
que es virtud más que un encanto,
que es amor más que el placer...
•••
cc/Vanessa.

Al terminar, un silencio pesado llenó el aula. La maestra me miraba con una mezcla de sorpresa y admiración, y mis compañeros intercambiaban miradas de asombro.

—Bien, ¿eso es todo?—preguntó Khun Faye, su voz un tanto más suave de lo habitual. 

—¿Me faltó algo?—respondí, sintiéndome vulnerable. 

—Mmm, por lo que puedo interpretar, ¿ha sacado eso de internet... o me equivoco?

El murmullo de la clase creció, pero en ese momento, decidí que no importaba lo que pensaran. Había puesto mi corazón en esas palabras. Y aunque la maestra podía dudar de su originalidad, sabía que había tocado un rincón profundo de su ser.

Así que, con una sonrisa desafiante, respondí: 

—No, Khun Faye, eso es solo un pequeño fragmento de lo que siento. Tal vez si lo leyera con más atención, podría entenderlo mejor.

La clase estalló en murmullos, y su mirada se tornó intrigante. Quizás, solo quizás, había captado su interés.

Suspiro. Y es que no puedo entender su acusación.

—¿Por qué cree eso?—digo, mientras todos presencian el espectáculo con miradas curiosas.

—Le pedí a cada uno de ustedes...—dirige sus palabras a todos—...que se aprendieran sus escritos y que lo trajeran en un formato para entregar. Me temo que si hay más como la señorita Lertprasert, que no hayan llevado a cabo las consideraciones, lamento decirles que no serán calificados y automáticamente obtendrán un 0 en su acumulado.

—Eso es injusto—replico, sintiendo cómo la tensión crece en el aire. 

—¿Ah?—Ella parece sorprendida, como si no esperara que me defendiera.

—Es injusto que no nos califique con ninguna puntuación. Además, en ningún momento usted mencionó eso—la rete, sintiendo el ardor de la indignación en mis venas.

No soy alguien de faltar al respeto, pero cuando se trata de defender mis intereses, las verdades deben salir a la luz.

—Por lo que veo, tampoco presta atención a su correo, señorita Lertprasert. Cada estudiante recibe una notificación diaria de sus asignaciones. Es responsabilidad de ustedes recibir, leer y realizar su tarea.

—Creo que eso no fue informado a ninguno de nosotros, maestra—digo con firmeza, sintiendo cómo mis compañeros murmuran en apoyo.

—Hable por usted, los demás pueden defenderse... Y en cuanto a eso... deme su teléfono. Quiero comprobarlo.

—¿No es suficiente con mi palabra?—respondo, sintiendo cómo la incomodidad se apodera de la sala—Le dije que no me llegó.

Ella mantiene su mano tendida, esperando que le pase mi teléfono. La duda me invade; tengo cosas privadas que no quiero que vea. Pero en este momento, la presión del entorno se siente abrumadora.

El silencio se hace pesado, y la mirada de mis compañeros se vuelve intensa. Finalmente, decido enfrentar la situación.

Pero de pronto me lo arrebató.

—¡Espere! ¿Qué hace?

Me asusto, el corazón me late con fuerza.

Ella desliza y teclea algunas cosas en mi teléfono, luego levanta la vista hacia mí.

—Además de contestona, mentirosa... ¿esto qué es?

Me muestra un correo con su nombre.

—Peraya Malisorn... ¿entonces, no lo recibió, Señorita Lertprasert?—Su mirada es como un rayo que atraviesa la sala, y siento que todos los ojos están sobre mí.

Me quedo callada, el silencio se siente como una eternidad. Juro que si lo vi, no me acordé.

—Emm.

—Nada, siéntese. Eso es todo, no llamaré a más nadie—dice, poniendo mi teléfono en su escritorio con un gesto de desdén. Me mira, como si esperara que lo tomara, pero no puedo.

Otra excusa más para que me odie.

—El valor de este trabajo es diez. Si quieren hacer algo para recuperar puntos, búsquenme. Estaré en mi oficina después de las nueve. Si no les interesa, bien. Me ahorraré el tener que lidiar de nuevo con ustedes.

Qué fastidio.

—Teacher Peraya, entonces ya queda descartado lo que haríamos después de la poesía?—pregunta Mari, con una mezcla de incredulidad y frustración.

—Totalmente—responde, sin inmutarse.

Marissa, que había ingresado recientemente a la universidad, debe estar pensando lo mismo que yo. La gruñona Malisorn, con su actitud, ya le da terrores a los estudiantes. Increíble.

—El próximo tema será la lectura erótica—anota en la pizarra con una sonrisa traviesa.

—¿Qué?—exclamamos muchos al unísono, la sorpresa se mezcla con un atisbo de curiosidad en el aire.

—No entiendo porqué se asombran. Sé muy bien que todos ustedes saben a lo que me refiero—se da la vuelta y me mira, como si realmente esperara que me atreva a decir algo.

La tensión en la sala se corta con un cuchillo, y aunque mi mente se agita con pensamientos de rebeldía, decido guardar silencio. Pero dentro de mí, una chispa de desafío comienza a encenderse. ¿Quién dice que no puedo explorar lo desconocido? ¿Quién dice que no puedo encontrar el placer en las palabras?

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Viane
>ᴗ<

Sensual teacherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora