Capítulo 5 *No, no me molesta en absoluto*

434 46 17
                                    

*Gabriel*

Ya todos estaban acomodados en sus lugares para cuando entré al salón el lunes por la mañana. El profesor de filosofía no había llegado aún y se percibía un ambiente muy relajado.

Jófer y Regina platicaban alegremente en sus asignados lugares, y no me prestaron ni pisca de atención cuando me senté junto a ella. Yo me recargué sobre mis brazos y me dispuse a dormir un poco.

Lo siguiente que supe varios minutos (sentidos como segundos) después fue que Regina me zarandeaba el hombro y me llamaba.

– ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? ¡Presente! –exclamé todavía dormido. Regina sólo señaló hacia el profesor, que acababa de entrar al salón –Ah, gracias.

El maestro levantó la mirada y nos miró a todos, luego avanzó hasta quedar muy cerca de la primera fila y se quedó ahí parado hasta que todo el salón estuvo en silencio.

–Buenos días, jóvenes. El día de hoy les traigo una película que vamos a... –el profesor no pudo seguir hablando, ya que su voz se ahogó entre las exclamaciones de alegría de la clase – ...Y LUEGO VAMOS A HACER UN REPORTE SOBRE ÉSTA –gritó, para que su voz se escuchase sobre la de todos los demás.

Los que antes eran murmullos de emoción se convirtieron rápidamente en reproches. El profesor no prestó atención y regresó a su escritorio para poner la película. Antes de meter el disco en el reproductor pareció recordar algo, se volvió y miró a los que estábamos sentados en las filas de enfrente.

–Ustedes ya pueden sentarse en donde quieran a partir de ahora.

Los que nos encontrábamos sentados adelante nos levantamos emocionados y nos dispusimos a cambiarnos de lugar. No sé por qué, pero seguí a Regina hasta la parte de atrás del salón, en donde siempre se sentaban ella y su grupo.

–Hola –los saludé, mientras recorría una silla y me sentaba junto a Elías. Ellos me saludaron de vuelta –Te traje algo, Elías.

De la bolsa trasera de mi pantalón saqué la lista que le había dicho a Elías que le llevaría para nuestro pequeño juego de los puntos. Elías se rio.

–Yo también traje una –me dijo, y se volteó para hurgar en su mochila y sacar un cuaderno muy desgastado.

Mi lista era mucho más larga que la de Elías, aunque todo lo que tenía escritos eran estupideces como "mis calzones tienen hoyos" o "no existe cepillo en la tierra que pueda desenredarme el cabello". La lista de Elías no estaba lejos, tenía una que otra cosa seria, pero la mayoría de las cosas eran idioteces también.

Nos pasamos toda la hora de filosofía riendo e inventando cualquier cosa para ganarle al otro, ninguno de los dos tuvimos idea de qué habría tratado la película que nos habían pasado.

Al final de la clase yo le iba ganando a Elías por diecisiete puntos.

– ¿Qué hacen? –nos preguntó Lily, que de pronto estaba parada frente a nosotros.

–Nada, sólo jugamos –le respondí, todavía riendo.

– ¡Oh! ¿A qué juegan?

–A nada –dijo Elías cortante, poniéndose serio de pronto y guardándose tanto su lista como la mía en la bolsa del pantalón.

Lily se quedó cayada por un momento, como esperando que Elías y yo fuéramos los que siguieran hablando con ella. Yo no lo hice, aunque no fue por ser grosero ni nada, sino porque me distraje mirando con curiosidad a Elías, que parecía querer evitarla de cualquier manera.

–Entonces, ¿qué hicieron el viernes? –siguió Lily.

– ¿El viernes? –pregunté, volviendo de golpe a la realidad y apartando la vista de Elías.

Como zurdos en mundo de diestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora