Capítulo 8 *Peleas callejeras*

416 41 17
                                    

*Elías*

No existía nada más que la silueta de Gabriel caminando hacia el final del callejón. El mundo colapsó cuando dejé de poder verlo, una lágrima volvió a correr por mi mejilla, aunque ningún sollozo por mis labios.

Oía hablar a Regina y a Liliana, pero no las escuchaba realmente. No sé cuántas veces me había llamado ya Regina cuando comenzó a zarandearme por el hombro para que le prestara atención. Volteé a verla sin mucho entusiasmo, ella se quedó mirándome por un momento con cara preocupada.

– ¿Estás bien? –me preguntó después de unos segundos.

–Sí –le respondí secamente.

Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano y bajé la mirada hasta mis pies.

–No pareces bien, Elías –se metió Liliana. Yo simplemente me limité a asentir.

–Gabriel me dijo que habían hablado esta mañana, ¿qué te dijo? –comentó Regina con suavidad.

Sólo levanté la vista para dirigirle una mirada rápida a Liliana, intentando que Regina entendiera que no quería hablar frente a ella.

–Nada, sólo hablamos –le murmuré a mis zapatos.

Ninguna dijo nada por un momento. Me dejaron a mí solo con mis tenis rojos.

–Lily –la llamó Regina – ¿Te molesta si te robo a Elías por un rato? Necesito que hablemos.

– ¿Y por qué no hablamos, entonces? –le respondió ella, como si fuera así de fácil.

Regina entornó los ojos y le dirigió una significativa mirada. Estuvieron así por algunos segundos, y Liliana simplemente no lograba entender lo que pasaba.

–No quiero hablar contigo Liliana –terminé por soltarle yo –. Gabriel es un imbécil, y el porqué de ello quiero discutirlo a solas con Regina.

Ambas se quedaron boquiabiertas observándome. Liliana lucía indignadísima; estaba cruzada de brazos, y con el torso echado hacia atrás. Juro que le podrían haber salido chispas por los ojos.

Regina, por su lado, parecía no sólo sorprendida sino también incómoda, aunque estaría mintiendo si no dijera que se veía también divertida. Sus ojos iban rápidamente de Liliana hacia mí y de regreso.

–El imbécil aquí eres tú, Elías –fue la respuesta de Liliana.

Me dio un empujón antes de salir furiosa del callejón. Sus pasos se escucharon hasta después de haber doblado la esquina.

–Tengo que admitir que sí eres un imbécil, Elías –comentó Regina. Después se acercó a mí y me pasó el brazo por los hombros.

–En este preciso momento no me importa mucho serlo.

– ¿Por qué accediste a salir con ella? Te ha invitado a salir unas quinientas veces y siempre la habías rechazado.

–No tengo idea. Supongo que por estúpido –suspiré. Regina me abrazó un poco más fuerte –. Estaba muy enojado con Gabriel cuando me llamó Liliana, y yo sólo pensé en salir y olvidarme de él un rato, aunque fuera con ella.

– ¡¿Y por qué no me llamaste a mí, pedazo de defecación de perro?! –exclamó ella, y me soltó sólo para propinarme un manotazo en el hombro.

Yo me reí y me encogí de hombros. Después de eso Regina se rio también.

– ¿Me vas a contar qué pasó con Gabriel algún día? –me preguntó ella.

–Sí, pero vamos a tu casa –le propuse.

De camino a casa de Regina fuimos hablando sobre cosas triviales, como la escuela o el enojo de Liliana, lo cual nos causaba a ambos bastante gracia. A mí se me olvidó casi por completo todo lo que había pasado en el transcurso del día, estaba tratando con todas mis fuerzas de no pensar en ello. Y lo estaba haciendo bien, no dejé que me afectara incluso cuando el hermano de Regina le preguntó por Gabriel y ella se limitó a decir "Te dije que no quería salir con él porque el hombre es un imbécil". Luego de eso ella dio media vuelta y se dirigió a su cuarto, Diego sólo se encogió de hombros y siguió viendo Bob Esponja mientras construía una escultura de Fondo de Bikini con galletas Suavicremas. No dije nada, he sorprendido a Diego haciendo cosas mucho más raras que eso.

Como zurdos en mundo de diestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora