*Capítulo 1* El hombre de la pizarra

1.1K 60 21
                                    

*Gabriel*

La noche anterior al primer día de clases llegué a casa a las cuatro de la madrugada. Mi madre no había llegado aún del hospital, no es que estuviera enferma ni nada por el estilo, sino que ahí trabajaba. Creo que era secretaria o enfermera, o qué sé yo.

No tengo idea de cuánto tiempo estuve intentando meter la llave para abrir la puerta, lo único que sé es que caí directo al piso en cuanto lo logré. Alfredo, mi mejor amigo, se burló de mí por bastante tiempo. Supongo que ese tipo de cosas son más divertidas para los sobrios que para los ebrios. Al final él me ayudó a levantarme y a llegar hasta mi cuarto, luego me dejó tirado en la cama y se fue.

No sé por qué, pero me quedé despierto un buen rato, pensando en un montón de estupideces que no sería capaz de recordar ni aunque lo intentara.

Acababa de llegar de una fiesta en casa de David, el líder de nuestro grupo de amigos, allí había bebido bastante (y resalto la palabra bastante) y e hice un montón de cosas, entre ellas había tenido sexo con... bueno, una chica. Ni idea de quién fuera.

Tampoco es que fura algo nuevo o del otro mundo para mí, era algo que tenías que hacer si querías pertenecer al grupo de amigos de David, y yo pertenecía a su grupo desde los catorce años. Y estaba bien, merecía la pena porque David me había ayudado cuando yo estaba solo en el mundo.

Mi madre llegó poco después de mí. La escuché dejar las llaves sobre el tazón y subir las escaleras. Como siempre, pasó por mi cuarto antes de entrar al suyo. Yo sólo fingí que estaba dormido cuando ella abrió la puerta para verificar que estuviese todo bien. Después de eso yo pude seguir jugando con mi cajetilla de cigarros y reflexionando sobre cuánto me repudiaba el hecho de entrar a la escuela a día siguiente.

Pensaba en el estúpido año que había perdido, y en que, como siempre, estaría con un montón de niños más pequeños que yo. Entraría a mi penúltimo año antes de ingresar a la universidad, y lo haría, como casi todos los años, en una nueva escuela. Para entonces me habían expulsado ya de tres diferentes, y mi madre me había sacado de otras cuatro por distintos motivos.

Sólo había una cosa que hacía que el día siguiente no sonara tan desesperanzador, y ese era Alfredo, que estudiaba en la escuela a la que yo entraría. Él estaba ya en último año, pero aun así podría verlo entre clases, y eso era una gran ventaja que ninguna otra escuela tenía, aunque el hecho de que fuéramos a estar juntos también resultaba ser un buen motivo para suponer que me expulsarían de aquella escuela también.

*Elías*

Había una sola parte en mi casa que no estaba hecha un desastre, y ese era mi cuarto. Lo limpiaba y ordenaba siempre que mis padres peleaban o bebían demasiado, o sea unas dos o tres veces al día.

Mi ropa estaba toda en el armario, siempre acomodada en sus respectivos cajones y estando la ropa de la temporada sobre la que no lo era; los pocos libros que tenía se encontraban en el estante, recopilados por autor y ordenados minuciosamente en orden alfabético; había también varias fotos pendiendo en la pared en las que aparecíamos mi mejor amiga y yo, todas éstas perfectamente acomodadas por toda la pared; y la cama... bueno la cama sin hacer, así tendría algo con que entretenerme cuando mi familia comenzara a hacer estupideces por la tarde, como seguramente harían.

Salí de mi habitación para encontrarme con una sala llena de latas y botellas vacías de todo tipo de alcohol tiradas por todas partes, así como colillas de cigarro  y empaques de comida rápida. Mamá y papá se encontraban inconscientes sobre el sofá, y mi hermana comiendo Dios sabrá qué en la cocina.

—Buenos días, Carmen —la saludé, mientras abría el refrigerador para comprobar que no había nada comestible en él.

—No me hables, Elías, que me martillea la cabeza —me respondió ella, y no sé por qué no me gritó.

Como zurdos en mundo de diestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora